lunes, 23 de junio de 2008

Derecho Romano

Debo aclarar que estos resumenes en su mayoría no son de mi autoría, solo fueron compilados por mí para colaborar en nuestros procesos de formación.

Derecho romano
Roma
Monarquía
República
Imperio
Principado
Dominado
Imperio de Occidente
Imperio de Oriente
Magistrados Ordinarios:
Cónsul
Pretor
Cuestor
Promagistrado
Tribuno militar
Edil
Tribuno de la plebe
Censor
Gobernador
Magistrados Extraordinarios:
Dictador
Magister Equitum
Triunvirato
Decemvero
Oficiales y Títulos:
Máximo Pontífice
Legado
Dux
Officium
Praefectus
Vicarius
Vigintisexviri
Magistrado Militum
Imperator
Princeps senatus
Emperador
Augusto
César
Tetrarquía
Instituciones y normas:
Asambleas romanas
Senado romano
Constitución Republicana
Derecho Romano
Cursus honorum
Colegiatura
Derecho romano, como hecho histórico pasado, es el conjunto de normas y razonamientos juridicos creados por los romanos desde su fundación (21 de abril del año 753 adC) hasta la obra codificadora del emperador Justiniano I (el conocido desde el Renacimiento como Corpus Iuris Civilis).
Tabla de contenidos
[ocultar]
1 Definición
2 Antecedentes
3 Influencia e importancia
4 Véase también
Definición
Eugene Petit define al derecho romano como "El conjunto de principios de derecho que han regido la sociedad romana, en las diversas épocas de su existencia, desde su origen hasta la muerte del emperador Justiniano".
Daniel Antokoletz nos da dos conceptos de derecho romano:
Sentido amplio (latu sensu). Es el conjunto de normas jurídicas positivas y consuetudinarias que han regido a Roma y territorios bajo su dominación, desde los tiempos primitivos hasta la muerte del Emperador Justiniano I en el siglo VI de la era cristiana.
Sentido restringido (strictu sensu). El derecho romano es el contenido de la obra legislativa de Justiniano I, conocida con el nombre de Corpus Iuris Civilis.
Antecedentes
El nacimiento del derecho romano se debe entre otras causas a la división existente en la sociedad romana entre patricios y plebeyos, no obstante antes del año 451 adc-450 adc, no conocemos un sistema unificado para la peninsula, es por eso que debemos remontarnos a Grecia, cuna de la civilización occidental, en donde estaba presente el periodo ático, o del derecho griego ático, de donde podemos presumir fueron permeadas algunas disposiciones presentes en la Ley de las XII Tablas.
Ahora bien, las tradiciones legales romanas estaban en manos de los patricios y todos los asuntos relacionados con lo que nosotros conocemos como derecho recaían sobre el Pontifex Maximus, evidentemente patricio, conociéndose como derecho pontifical. Los plebeyos desconocían como iban a ser juzgados exactamente y normalmente los patricios aplicaban la tradición pontifical según convenía a sus intereses. Por ello, una de las reclamaciones plebeyas, a imagen de lo que había ocurrido en las ciudades del arcaísmo griego, solicitaron la codificación de la tradición en forma de leyes. Para ello, el Senado acordó enviar una comisión a Grecia para informarse sobre las leyes de las ciudades, y después se decidió la abolición de las magistraturas patricias y del tribunado de la plebe, entregando el poder a una comisión de decenviros, que debían codificar las leyes romanas en un período de un año. Esta comisión elaboró X tablas de leyes bastante justas y, por tanto, favorables a los plebeyos, pero, al no estar terminado el trabajo, se nombró una segunda comisión decenviral, mucho más conservadora, que elaboró las dos últimas tablas, con leyes netamente antiplebeyas, que, por ejemplo, prohibían los matrimonios mixtos. Esta comisión intentó perpetuarse en el poder, pero fue depuesta y el sistema de magistraturas empezó a funcionar de nuevo. El resultado fue el primer cuerpo legal conocido y estructurado, llamado Ley de las XII Tablas, del año 451 adC, y que fueron expuestas públicamente en el Foro Romano.
En el año 367 adC, las Leges Liciniae-Sextiae culminaron el proceso de igualación entre patricios y plebeyos, permitiendo el acceso progresivo de estos últimos a las magistraturas y sacerdocios, aunque el primer Pontifex Maximus plebeyo tuvo que esperar más de un siglo.
La compilación legislativa se fue realizando de forma acumulativa a través de los Edictos del Pretor. A partir de la Ley de las XII Tablas, los Pretores asumieron la función jurisdiccional, y para poder tipificar nuevos casos emitían al inicio de su mandato un Edicto en el que indicaban que era punible, en el que asumían como propios los edictos de pretores anteriores, y corregían o abolían las disposiciones recibidas.
Al principio los pretores eran sólo dos, uno el Praetor Vrbanus se dedicaba a juzgar los asuntos en los que participasen ciudadanos romanos, mientras que el otro, el Praetor Peregrinus, atendía los casos en los que exclusivamente intervinieran no ciudadanos. Los casos tratados eran bastante variados, pero la mayoría derivaban de asuntos comerciales. Así, las relaciones comerciales obligaron a la creación del precedente del llamada derecho contractual, un derecho ultro citroque obligatio (que obliga a ambas partes), a partir del cual nace el llamado Ius Gentium o Derecho de Gentes.
El sistema legal romano fue complicándose cada vez más, ya que los Tribunos de la Plebe a través de los Comitia Tributa elaboraban Plebiscitos sobre los más variados asuntos, políticos, económicos, jurisdiccionales, mientras que el Senado, a través de las resoluciones llamadas Senatus Consultum creaba jurisprudencia.
Con el advenimiento del Imperio, los emperadores asumieron la función de los Tribunos de la Plebe con el ejercicio de la Tribunicia Potestas, lo que les permitió legislar a través de los Edictos y Constituciones imperiales. Por su parte, los gobernadores provinciales poseían poderes jurisdiccionales y podían emitir leyes propias para sus provincias, pero que podían ser recurridas por los provinciales ante el Senado y/o el Emperador.
El resultado de todo este conjunto de disposiciones fue un enorme y farragoso aparato de leyes de diferentes rangos, muchas veces contradictorias, lo que hizo necesaria la aparición de la figura de los juriconsultos (o Juristas), que trataban de simplificar el conjunto legal y formar doctrina jurídica, que pudiera aplicarse también a los nuevos casos. Entre ellos destacan Ulpiano, Papiniano, Modestino, Gayo y Paulo.
El primer intento de sistematizar totalmente el derecho se debe al emperador oriental Teodosio II, sucesor de Arcadio, bajo su patrocinio se elaboró el Codex Theodosianus, que a su vez sirvió como base para la creación de derecho en los nuevos reinos germánicos que sucedieron al Imperio Romano en occidente, ya que este código fue reconocido como fuente de derecho por el emperador Honorio, tío de Teodosio II. Directo heredero del Codex Theodosianus es el Breviarum Alarici o Lex Romana Wisigothorum, elaborada por el rey visigodo Alarico.
Sin embargo, el número de disposiciones legales y de casos no contemplados por el Codex Theodosianus era elevado, por lo que el emperador Justiniano patrocinó la recopilación de todas las disposiciones en el Corpus Iuris Civilis, que consta de las Institutiones o principios generales de derecho, del Digesto o colección de opiniones jurídicas de juriconsultos heredadas del pasado para la consulta de jueces y magistrados en la resolución de casos, del Codex Iustinianus o recopilación de leyes en vigor desde tiempos Republicanos hasta la redacción del Corpus legal de Justiniano, y las Novellae, ya en griego, que recogen las leyes emitidas en Bizancio a partir de Justiniano.
En el reino visigodo, por influencia del Corpus de Justiniano, el monarca Recesvinto impulsó una nueva compilación que substituyese al Breviario de Alarico, dando lugar al Liber Iudiciorum que en los siguientes reinados fue recibiendo añadidos. Esta compilación fue recuperada a partir del siglo IX por el Reino de León y se convirtió en la base del derecho hispánico hasta las Partidas de Alfonso X El Sabio.
Influencia e importancia
El Derecho Romano se considera un excelente medio de educación jurídica. Los grandes jurisconsultos romanos, principalmente de la época clásica (entre el 130 adC y el 230 dC) brillaron por su capacidad creadora de nuevas instituciones, con su plasmado pragmático sobre el edicto pretorio, buscando siempre la consecución del ideal de justicia procedente de la filosofía griega del suum cuique tribuere (dar a cada uno lo suyo). Leibnitz los comparaba con los matemáticos que aplicaban sus principios como fórmulas algebraicas. Asimismo, el Derecho Romano es indispensable para comprender la historia y literatura romanas, ya que los ciudadanos romanos estaban iniciados para la práctica del Derecho y tenían una inclinación natural hacia su estudio.
El derecho romano es la base e inspiración del derecho civil y comercial en muchos países:
El common law fue originalmente basada en el derecho romano, antes de convertirse en una tradición en sí misma en Inglaterra, de donde se expandió hacia el Reino Unido (con excepción de Escocia), los Estados Unidos y gran parte de las antiguas colonias británicas.
En contraste, los llamados sistemas de derecho continental se encuentran basados más directamente en el derecho romano; el sistema legal de la mayoría de los países en la Europa continental y Sudamérica caen en esta categoría, a menudo a través del Código Napoleónico. Estos son generalmente llamados sistemas latinos.
El derecho privado de nuestro tiempo tiene su antecedente remoto en este derecho, donde se originaron casi todas las instituciones existentes en la actualidad. En Occidente, la estructura del derecho civil todavía responde a directivas y criterios del derecho romano, con mayor intensidad en los relacionados con la regulación de los derechos patrimoniales, en especial las obligaciones.
No sucede lo mismo con el derecho de familia, donde la influencia romana es mucho menor, siendo reemplazada por algunas valoraciones indicadas por la Iglesia Católica. También posee poca influencia en las ramas del derecho privado como el derecho comercial, y prácticamente no influye en las ramas del derecho público.
Fundación de Roma
Antigua Roma
Fundación de Roma
Monarquía romana
Antigua república romana
Imperio Romano
Decadencia del Imperio romano
La fundación de Roma es referida por varias leyendas, las cuales en tiempos recientes han empezado a ser suplidas por reconstrucciones más científicas.
La Eneida de Virgilio, es una importante fuente de información sobre las versiones "oficiales" de algunos sucesos históricos de aquel tiempo.
Tabla de contenidos
1 Lacio e Italia central
2 La leyenda sobre la fundación de Roma
3 Dioses y sacerdotisas
3.1 La loba, con los gemelos
4 Evolución de la leyenda
5 Los itálicos
6 La fecha de la fundación de Roma
7 El nombre de Roma
Lacio e Italia central
Se supone (con cierta probabilidad) que entre los siglos X y VII a.C., Italia central estaba poblada por los dos grupos principales en que se dividían los itálicos: los osco-umbros y los latinos. Latium Vetus (el antiguo territorio del Lacio) estaba poblado por etruscos, volscos, sabinos, ecuos, rútulos y ausonios. Vinieron de diferentes áreas de Italia central, incluyendo la Toscana, Marcas y Liguria.
Entre ellos, los latinos desarrollaron una sociedad organizada, la cual fue la principal fuente de la población romana. Los latinos originalmente se quedaron en Colli Albani (los Montes Albanos, en la moderna Castelli), de unos 30 a 80 km al sudeste del monte Capitolino). Luego bajaron hacia los valles cumbia cumbia, los cuales ofrecían mejores tierras para la agricultura y la ganadería.
Las zonas inmediatas al río eran muy favorables y además ofrecían recursos estratégicos notables, ya que el río formaba una frontera natural por un lado, mientras que los montes daban un resguardo defensivo del otro. Esta posición también daba a los latinos control sobre el río (y su posible tráfico comercial y militar), desde el natural punto de observación en la isla Tiberina (la isla situada frente al actual Trastevere). También se podía controlar el tráfico terrestre, ya que Roma se situaba en la intersección de los principales caminos al mar desde Sabinia (al noreste) y Etruria (al noroeste).
Se supone que el desarrollo del asentamiento comenzó con diferentes poblaciones separadas (borgate), situadas en los montes, las cuales se unieron para formar Roma. Estudios recientes sugieren que el monte Quirinal fue muy importante en los tiempos antiguos. El primer monte en ser habitado parece haber sido el Palatino (lo que confirma la leyenda), que está en el centro de la Roma antigua. Sus 3 crestas, los montes menores Palatium, Cermalo o Germalo, y Velia) se unieron con las 3 crestas del Esquilino (Opio, Cispio y Fagutal), y luego los pueblos sobre el monte Celio y la Subura (entre los montes de Rione Moderna, Monti y Opio).
Estos montes tenían nombres expresivos: Querquetulanus, debido a los robles (quercus), mientras el Fagutal estaba poblado por bosques de hayas. Descubrimientos recientes revelan que el Germalus, sobre la parte norte del Palatium, era el sitio de un pueblo del (siglo IX a.C.) con viviendas circulares o elípticas. Estaba protegido por una cerca de tapial (quizá reforzada con madera), y es probable que este sitio fuera donde verdaderamente se fundó Roma.
El territorio de esta federación llamada pomerium, encerraba a la llamada Roma Quadrata (cuadrada). Ésta sería extendida con la inclusión del monte Capitolino y la isla Tiberina ya cuando Roma se convertía en un oppidum, un pueblo fortificado. El Esquilino todavía era una población satélite. Sería incluido con las expansiones servias.
Las celebraciones del septimontium ("de los siete montes"), el 11 de diciembre, en aquel entonces eran consideradas en relación a la fundación de la ciudad. Sin embargo, como el 21 de abril es la única fecha en cual todas las leyendas se ponen de acuerdo, recientemente se ha argumentado que probablemente el septimontium celebraba más bien las primeras federaciones entre los poblados de los montes romanos; de hecho, una federación similar era celebrada por los latinos en Cave (un pueblito al sudeste romano) o en el Monte Cavo en Castelli.
La leyenda sobre la fundación de Roma
La leyenda sobre la fundación romana tiende a relacionar al naciente pueblo con las entidades más eminentes de su época, para poder "demostrar" que su gran éxito depende también de su origen especial, o para completar su reputación con referencias de primera clase. Sin embargo, esta historia es una historia completa, y la tradición romana entera está basada en ella. Hay varias versiones de esta leyenda; la siguiente versión se considera comúnmente como la principal.
Bajo órdenes del príncipe Aeneas o Eneas, el derrotado ejército troyano cruzó el mar Mediterráneo para alcanzar las costas del Lacio. Aquí arribaron en una área probablemente entre el moderno Anzio y Fiumicino, al sudoeste de Roma. Más comúnmente se supone que arribaron en Laurentum (o Larentum); otras versiones dicen que arribaron en Lavinium, un lugar nombrado como la hija del rey Latinus o Latino.
Latinus, sabio rey de los latinos, los hospedó, dejando que reorganizaran su vida en Latium. Su hija Lavinia había sido prometida a Turnus, el rey de los Rutuli, pero Latinus prefirió ofrecerla a Aeneas; Turnus consecuentemente le declaró la guerra a Aeneas. El resultado fue la muerte de Turnus y la captura de su gente. Ascanius, el hijo de Aeneas, también conocido como Iulus, fundó Albalonga y fue el primero en una larga serie de reyes.
El rey Proca fue el padre de Numitor y Amulius o Amulio. Con la muerte de Proca, Numitor se volvió rey de Albalonga, pero Amulius lo capturó y lo mandó a la prisión; también forzando a que Rea Silvia (hija de Numitor) se hiciera sacerdotisa del culto a Vesta. Por muchos años Amulius fue rey.
Dioses y sacerdotisas
La leyenda del origen de Roma hubiera sido más pobre si los dioses no hubieran tomado parte. Marte (el cual será uno de los dioses más importantes para Roma) tuvo dos hijos con Rea Silvia. (El nombre Rea Silvia sugiere una deidad menor, una semidiosa de los bosques. Silva significa árboles o bosque, y Rea puede estar relacionado con res y regnum).
[[[[''''''''''==Rómulo y Remo==''''''']]]] Amulius mandó a un siervo a matar a los recién nacidos gemelos. Pero el siervo, los puso en una bolsa que dejó en el Tíber, para que fuesen arrastrados. Los gemelos fueron transportados por el río y arribaron a las orillas de un lugar que, curiosamente, las leyendas no especifican. Aquí fueron salvados por una loba, que los amamantó. Esta loba, Luperca, aún sigue como uno de los principales símbolos romanos.
Y la leyenda dice: El príncipe Eneas, después de la caída de Troya, desembarcó en las costas italianas. Sus descendientes lejanos, los gemelos Rómulo y Remo fueron arrojados al río Tíber en una canastilla. Encontrados por una loba que los adopta y los amamanta, al poco tiempo unos campesinos los encuentran y adoptan, una vez adultos los gemelos fundaron una ciudad donde la loba los salvó pero después de una disputa por el poder, Rómulo mata a Remo y queda como el jefe absoluto nombrándola Roma.
La loba, con los gemelos
Cerca, en una vivienda muy pobre, vivía un viejo pastor Faustulus y su esposa Larentia. El pastor encontró a los bebés, los trajo a su casa, y los adoptó. Cuando se hicieron adultos, los hermanos fueron informados de su historia, así que regresaron a Albalonga, mataron a Amulius, y liberaron a su abuelo Numitor.
Rómulo y Remo se propusieron edificar una nueva ciudad en el mismo lugar en el que fueron encontrados por la loba. Decidieron que uno construiría el pueblo mientras que el otro ayudaría. Así que empezaron a preguntarle a los dioses, para informarse quién iría a dirigirla. Otra versión dice que compitieron y ganaría el hermano que viera más pájaros.
Rómulo se fue a la cima del Monte Palatino, Remo a la cima del Aventino. Rómulo se convenció de que él había sido seleccionado por los dioses, o de que había visto más pájaros, así que tiró su lanza en el monte para encontrar el lugar; cuando estaba en la tierra, la lanza (la cual era de madera) inmediatamente se convirtió en el corniolus, el árbol sagrado de Roma.
Para la fundación siguieron los ritos tradicionales de su época para fundar ciudades. Con la ayuda de una vaca y un toro blancos, usó un arado para trazar la cerca de la ciudad. Remo saltó sobre el surco, violando la muralla, lo cual era una especie de sacrilegio, pues la muralla se trazaba desde el primer momento para ser inviolable. Y de acuerdo con la tradición, Rómulo lo mató a espada, para que los dioses no permitieran que en el futuro la muralla fuese violada de nuevo.
Rómulo fue el primer rey romano, y reinó hasta que desapareció durante una tormenta, llevado por su padre Marte.
Evolución de la leyenda
Mientras que el cuerpo principal de la leyenda ha permanecido más o menos el mismo desde su creación, algunos detalles han cambiado, principalmente para juntar las ligeramente divergentes versiones y corregir varios puntos en cuanto a tiempo y geografía. También las antiguas leyendas locales, poco a poco fueron laboradas para alcanzar armonía con la historia principal. El efecto de estas intervenciones sobre la leyenda son considerablemente evidentes.
Una de las más tempranas versiones (del siglo V adC) es la del griego Mitileno Ellanicus, y generalmente es reportada junto con la versión de Damastes de Sigeo. En esta versión, el fundador del pueblo fue Aeneas. Estas versiones sobrevivieron hasta el 509 adC (año considerado en el que comienza la república romana), cuando fue percatado que, como habían existido 7 reyes romanos y Rómulo fue el primero, existía un hueco entre el siglo octavo de los primeros reyes y el siglo décimosegundo de la caída de Troya. Así que como Rómulo no podía ser hijo de Iulus, sólo quedaba como un distante descendiente. El tiempo entre Iulus y Rómulo fue "llenado" con la serie de los reyes de Albalonga. Aeneas pudiera haber aterrizado sobre las costas de Latium durante el reinado de Latinus (rey de los latinos), para poder llegar a un acuerdo con las leyendas locales. Entonces Marte tenía que ser añadido para poder honrarlo, así que Rómulo se volvió un descendiente (por parte de padre) de Marte, mientras que por parte materna Rea Silvia estaba conectada con Aeneas mediante la dinastía de Albalonga. La condena de los hijos de Rea Silvia es sólo una de las varias recolecciones de leyes divinas, de la religión que tan profundamente entró en la vida romana.
Cada grupo tenía sus propias leyendas similares:
Los itálicos
Entre los itálicos, como el relato en la Teogonía de Hesíodo, los dos hermanos Agrius y Latin eran los hijos de Telégono, el cual era hijo de Ulises y la bruja Circe (a la cual se le dedica el monte Circeo, ubicado en Latium sureño, donde un culto era celebrado en su honor y se suponía que estaba su cueva). Los latinos: Saturno había sido reemplazado por su hijo Jove, así que bajó a la Tierra y se mezcló con los latinos. Después, Evandrus llegó a Latium mediante Arcadia, y luego Hércules llegó a liberar estas tierras de la amenaza del gigante Cacus. Finalmente Aeneas llegó de Troya, después de aventuras atrevidas y fundó Roma. Notablemente en esta versión los latinos no fueron creados o de cualquier otra forma asistidos por los dioses, sino que el pueblo fue fundado por Aeneas en la presencia de estas "autoridades".
La fecha de la fundación de Roma
Durante la República Romana, varias fechas fueron dadas para la fundación de la ciudad, todas en el intervalo entre 758 adC y 728 adC. Finalmente, bajo el Imperio Romano la fecha sugerida por Atticus y Varro, (753 adC) fue acordada, pero en fasti capitolini el año dado fue 752. Mientras que los años variaban, todas las versiones estaban de acuerdo en que la ciudad fue fundada el 21 de abril, un día santo dedicado al sagrado culto de Pales, diosa de los pastores; en su honor, Roma celebraba el parritta (o palilia).
El nombre de Roma
El nombre del pueblo se considera generalmente que se refiere a Rómulo, pero hay otras hipótesis. Una de ellas se refiere a Roma, que sería la hija de Aeneas o Evandrus. También puede rastrearse un origen etrusco, que apuntaría a la gens etrusca Ruma, o a Rumon, nombre etrusco del río Tíber. Estudios recientes parecen darle preferencia a una raíz de origen indoeuropeo con significado de "río"; Roma en ese caso significaría "el pueblo sobre el río".
Roma es también llamada "las urbes", y este nombre (que después en latín significaría genéricamente cualquier otro pueblo) viene de "urvus", la ranura cortada por un arado, aquí, por la de Rómulo.
Sobre el monte Capitolino, a mediodía, el 21 de abril de cada año, una campana especial llamada la patarina suena del Campidoglio para conmemorar la fundación de Roma. En esa ocasión, el famoso cañón de Gianicolo permanece silencioso, el único día del año en que no suena.
Monarquía romana
La monarquía romana (en latín, Regnum Romanum) fue la primera forma política de gobierno de la ciudad-estado de Roma, desde el momento legendario de su fundación el 21 de abril del 753 adC, hasta el final de la monarquía en el 510 adC, cuando el último rey, Tarquinio el Soberbio, fue expulsado, instaurándose la república romana.
Los orígenes de la monarquía son imprecisos, si bien parece claro que fue la primera forma de gobierno de la ciudad, un dato que parecen confirmar la arqueología y la lingüística. La mitología romana vincula el origen de Roma y de la institución monárquica al héroe troyano Eneas, quien, huyendo de la destrucción de su ciudad, navegó hacia el Mediterráneo occidental hasta llegar a Italia. Allí fundó la ciudad de Lavinium, y posteriormente su hijo Iulo fundaría Alba Longa, de cuya familia real descenderían los gemelos Rómulo y Remo, los fundadores de Roma.
Tabla de contenidos
1 Nacimiento de Roma
1.1 Problemática histórica de la monarquía romana
2 Características de la monarquía romana
3 La elección del rey
4 Los reyes de Roma
4.1 Reinado de Rómulo
4.2 Reinado de Numa Pompilio
4.3 Reinado de Tulio Hostilio
4.4 Reinado de Anco Marcio
4.5 Reinado de Tarquinio Prisco
4.6 Reinado de Servio Tulio
4.7 Reinado de Tarquinio el Soberbio
5 Cargos públicos tras la monarquía
6 La vuelta al sistema monárquico
7 Bibliografía
8 Véase también
9 Enlaces externos
Nacimiento de Roma
Reyes de Roma
Nombre
Período
Rómulo
753 adC-716 adC
Numa Pompilio
715 adC-674 adC
Tulio Hostilio
673 adC-642 adC
Anco Marcio
642 adC-617 adC
Tarquino Prisco
616 adC-579 adC
Servio Tulio
578 adC-535 adC
Tarquinio el Soberbio
535 adC-510 adC
El origen de la ciudad de Roma puede situarse espacialmente cerca del monte Palatino, junto al río Tíber, en un punto en el cual existía un vado natural que permitía su cruce, siendo además navegable desde el mar (ubicado a 25 km río abajo) únicamente hasta esa posición. En ese punto el río discurría entre varias colinas excavadas por su cauce, aisladas entre sí por valles que el Tíber inundaba en sus crecidas, lo que convertía la zona en pantanosa, y por lo cual su población de agricultores y ganaderos fue en su origen muy reducida.
Este punto estratégico presentaba una ubicación fácil de defender respecto a la amplia llanura fértil que rodeaba el lugar, protegido como estaba por el Palatino y las otras colinas que lo rodeaban, siendo además un cruce destacado en las rutas comerciales del Lacio central, y entre Etruria y Campania. Todos estos factores fueron los que a la larga contribuyeron al éxito y a la fortaleza de la ciudad.
El origen étnico de la ciudad hay que remontarlo a la fusión de las tribus latinas de la aldea del Germal (Roma quadrata) con los sabinos del Viminal y el Quirinal, creando así la Liga del Septimontium o Septimoncial (Liga de los siete montes), una confederación religiosa pre-urbana de clara influencia etrusca, el poder hegemónico de Italia en esta época. El nombre de la ciudad podría remontarse hasta la gens etrusca Ruma, si bien existen otras teorías al respecto.
Problemática histórica de la monarquía romana
Las crónicas tradicionales de la historia romana, que han llegado hasta la actualidad a través de autores clásicos como Tito Livio, Plutarco, Dionisio de Halicarnaso y otros, cuentan que en los primeros siglos de la vida de Roma hubo una sucesión de siete reyes. La cronología tradicional, narrada por Varrón, arroja la cifra de 243 años de duración total para estos reinados, es decir, un promedio de 35 años por reinado (mucho mayor que el de cualquier dinastía documentada), aunque ha sido desestimada actualmente, desde el trabajo de Barthold Georg Niebuhr. Las crónicas tradicionales también se ven inconsistentes al analizarse las evidencias arqueológicas de los inicios de Roma.
En algún momento desconocido de la etapa monárquica de su historia, Roma cayó bajo el control de los reyes etruscos. Los reinados de los primeros monarcas son bastante sospechosos, debido a la larga duración media de los mismos y al hecho añadido de que algunos parecen estar redondeados en torno a los 40 años de duración. Este curioso dato, que incluso destaca más comparado con los reinados de la actualidad en que la esperanza de vida es mayor, quedaba explicado en las tradiciones romanas debido a que la mayoría de los reyes habían sido cuñados de su predecesor. No obstante, es más probable que tan sólo los últimos reyes de esta etapa pudieran haber existido realmente, mientras que no quedan evidencias históricas referentes a los primeros reyes de Roma.
Características de la monarquía romana
Roma
Monarquía
República
Imperio
Principado
Dominado
Imperio de Occidente
Imperio de Oriente
Magistrados Ordinarios:
Cónsul
Pretor
Cuestor
Promagistrado
Tribuno militar
Edil
Tribuno de la plebe
Censor
Gobernador
Magistrados Extraordinarios:
Dictador
Magister Equitum
Triunvirato
Decemvero
Oficiales y Títulos:
Máximo Pontífice
Legado
Dux
Officium
Praefectus
Vicarius
Vigintisexviri
Magistrado Militum
Imperator
Princeps senatus
Emperador
Augusto
César
Tetrarquía
Instituciones y normas:
Asambleas romanas
Senado romano
Constitución Republicana
Derecho Romano
Cursus honorum
Colegiatura












Antes de la etapa republicana e imperial, Roma fue una monarquía gobernada por reyes (en latín, rex, pl. rei). Todos los reyes, excepto Rómulo por haber sido el fundador de la ciudad, fueron elegidos por las gentes de Roma para gobernar de forma vitalicia, y ninguno de ellos usó la fuerza militar para acceder al trono. Aunque no hay referencias sobre la línea hereditaria de los primeros cuatro reyes, a partir del quinto rey, Tarquinio Prisco, la línea de sucesión fluía a través de las mujeres de la realeza. En consecuencia, los historiadores antiguos afirman que el rey era elegido por sus virtudes y no por su descendencia.
Los historiadores clásicos de Roma hacen difícil la determinación de los poderes del rey, ya que refieren que el monarca posee los mismos poderes de los cónsules. Algunos escritores modernos creen que el poder supremo de Roma residía en las manos del pueblo, y el rey sólo era la cabeza ejecutiva del Senado romano, aunque otros creen que el rey poseía los poderes de soberanía y el Senado tenía correcciones menores sobre sus poderes.
Lo que se conoce con certeza es que sólo el rey poseía el derecho de auspicium, la capacidad para interpretar los designios de los dioses en nombre de Roma como el jefe de augures, de forma que ningún negocio público podía realizarse sin la voluntad de los dioses, dada a conocer mediante los auspicios. El rey era por tanto reconocido por el pueblo como la cabeza de la religión nacional, el jefe ejecutivo religioso y el mediador ante los dioses, por lo cual era reverenciado con temor religioso. Tenía el poder de controlar el calendario romano, dirigir las ceremonias y designar a los cargos religiosos menores. Fue Rómulo quien instituyó el cuerpo de augures, siendo él mismo reconocido como el más destacado entre todos ellos, de la misma forma que Numa Pompilio instituyó los pontífices, atribuyéndosele la creación del dogma religioso de Roma.
Más allá de su autoridad religiosa, el rey era investido con la autoridad militar y judicial suprema mediante el uso del imperium. El imperium del rey era vitalicio y siempre lo protegía de ser llevado a juicio por sus acciones. Al ser el único dueño del imperium de Roma en esta época, el rey poseía autoridad militar indiscutible como comandante en jefe de todas las legiones romanas. De la misma forma, las leyes que salvaguardaban a los ciudadanos de los abusos cometidos por los magistrados con imperium aún no existían durante la etapa monárquica.
El imperium del rey le otorgaba tanto poderes militares como la capacidad de emitir juicios legales en todos los casos, al ser el jefe judicial de Roma. Aunque podía designar pontífices para que actuasen como jueces menores en algunos casos, sólo él tenía la autoridad suprema en todos los casos expuestos ante él, tanto civiles como criminales, tanto en tiempo de guerra como de paz. Un consejo asistía al rey durante todos los juicios, aunque sin poder efectivo para controlar las decisiones del monarca. Mientras algunos autores sostenían que no había apelación posible a las decisiones del rey, otros opinaban que cualquier propuesta de apelación podía ser llevada ante el rey por un patricio, mediante la reunión de la Asamblea de la Curia.
Otro de los poderes del rey era la capacidad para designar o nombrar cargos u oficios, entre ellos el de tribunus celerum que ejercía tanto de tribuno de los Ramnes (romanos), como de comandante de la guardia personal del rey, un cargo equiparable al de prefecto del pretorio existente durante el Imperio romano. Este cargo era el segundo al mando tras el propio monarca, y poseía la potestad de convocar la Asamblea de la Curia y dictar leyes sobre ella. El tribunus celerum debía abandonar su mandato a la muerte del monarca.
Otro cargo designado por el rey era el prefecto urbano, que actuaba como el guardián de la ciudad. Cuando el rey se hallaba ausente de Roma, este cargo recibía todos los poderes y capacidades del rey, hasta el punto de acaparar el imperium mientras se hallase dentro de la ciudad. Otro privilegio exclusivo del rey era el de designar a los patricios para que actuasen como senadores en el Senado.
Bajo el gobierno de los reyes, el Senado y la Asamblea de la Curia tenían en verdad poco poder y autoridad. No eran instituciones independientes, en el sentido de que sólo podían reunirse, y de forma conjunta, por orden del rey, y sólo podían discutir los asuntos de estado que el rey había expuesto previamente. Mientras que la Asamblea curiada tenía al menos el poder de aprobar leyes cuando el rey así lo concedía, el Senado era tan sólo un consejo de honor del rey. Podía aconsejar al rey sobre sus actos, pero no imponerle sus opiniones. La única ocasión en que el rey debía contar expresamente con la aprobación del Senado era en caso de declarar la guerra a una nación extranjera.
Las insignias y honores de los reyes de Roma consistían en 12 lictores portando las fasces que contenían hachas, el derecho a sentarse sobre la silla curul, la púrpura Toga Picta, calzado rojo, y diadema plateada sobre la cabeza. De todos estos distintivos, el más destacado era la toga púrpura.
La elección del rey
Una vez que el rey fallecía, Roma entraba en un periodo de interregno (interregnum). El Senado podía congregar y designar un interrex durante un corto periodo (normalmente, menos de un año) para poder mantener los auspicia sagrados mientras el trono estuviera vacante; en vez de nombrar un sólo interex, el Senado nombraba varios que se sucedían en el tiempo hasta que se nombraba a un nuevo monarca. Cuando el interrex designaba a un candidato para ostentar la diadema real, presentaba al mismo ante el Senado, el cual examinaba al candidato y, si aprobaba su candidatura, el interregno debía congregar a la Asamblea curiada y servir como su presidente durante la elección del rey. Esta institución pasó a la primera etapa de la República, cuando la monarquía fue abolida con la expulsión de Tarquinio el Soberbio, y entraba en acción cuando los cónsules morían durante el ejercicio de su cargo antes de poder celebrar las elecciones consulares.
Una vez propuesto a la Asamblea curiada, el pueblo romano podía aceptar o rechazar al candidato. Si aceptaba, el rey electo aún no podía asumir el trono de forma inmediata, sino que debían sucederse otros dos pasos más antes de ser investido con la autoridad y el poder reales. En primer lugar, debía obtener la aquiescencia divina, siendo convocados los dioses mediante los auspicios, ya que el rey había de ser el sumo sacerdote de Roma. Esta ceremonia era dirigida por un augur, quien conducía al rey electo hasta la ciudadela, donde el augur sentaba al rey en un sitial de piedra, mientras el pueblo esperaba a sus pies. Si era encontrado digno para el reinado, el augur anunciaba que los dioses habían mostrado señales favorables, confirmando de esta forma el carácter sagrado del rey.
El segundo paso que debía llevarse a cabo era la concesión del imperium al nuevo rey. El anterior voto de la Asamblea curiada sólo había determinado quién podía ser rey, y no era válido para otorgar los poderes precisos del rey sobre el candidato electo. Por tanto, el mismo rey proponía a la Asamblea curiada una ley (lex curiata de imperio) por la cual obtenía el imperium, que era concedido al monarca mediante el voto favorable de la misma. La razón para este doble voto de la Asamblea curiada no está muy clara. El imperium sólo podía ser conferido a la persona que los dioses habían hallado favorable, siendo por tanto necesario determinar primero quién había de ser la persona que era capaz de obtener el imperium, y cuando los dioses se mostrasen favorables al candidato, habría de concedérsele el imperium mediante un voto especial.
En teoría, el pueblo romano era quien elegía a su líder, si bien el Senado tenía casi todo el control sobre el proceso electoral.
Los reyes de Roma
Reinado de Rómulo
Rómulo no sólo fue el primer rey de Roma, sino también su fundador, junto a su gemelo Remo. En el año 753 adC, ambos comenzaron a construir la ciudad junto al Monte Palatino, cuando, según la leyenda, Rómulo mató a Remo por haber atravesado sacrílegamente el pomerium. Tras la fundación de la urbe, Rómulo invitó a criminales, esclavos huidos y exiliados para darles asilo en la nueva ciudad, llegando así a poblar cinco de las siete colinas de Roma. Para conseguir esposas a sus ciudadanos, Rómulo invitó a los sabinos a un festival, donde raptó a las mujeres sabinas y las llevó a Roma. Luego de la consiguiente guerra con los sabinos, Rómulo unió a los sabinos y a los romanos bajo el gobierno de una diarquía junto con el líder sabino Tito Tacio.
Rómulo dividió a la población de Roma entre hombres fuertes y aquellos no aptos para combatir. Los combatientes constituyeron las primeras legiones romanas, mientras que el resto se convirtieron en los plebeyos de Roma, y de todos ellos, Rómulo seleccionó a 100 de los hombres de más alto linaje como senadores. Estos hombres fueron llamados patricios, y sus descendientes serían considerados como la casta nobiliaria romana. Tras la unión entre romanos y sabinos, Rómulo agregó otros 100 hombres al Senado.
También, bajo el reinado de Rómulo, se estableció la institución de los augures como parte de la religión romana, así como la Comitia Curiata. Rómulo dividió a la gente de Roma en tres tribus: romanos (ramnes), sabinos (titios) y el resto (luceres). Cada tribu elegía a diez coviriae (curias, comunidad de varones), aportando además 100 caballeros y 10 centurias de infantes cada una, conformando así la primera legión de 300 jinetes y 3.000 infantes. Ocasionalmente podía convocarse una segunda legión en caso de urgencia.
Después de 38 años de reinado, Rómulo había librado numerosas guerras, extendiendo la influencia de Roma por todo el Lacio y otras áreas circundantes. Pronto sería recordado como el primer gran conquistador, así como uno de los hombres más devotos, de la historia de Roma. Tras su muerte a los 54 años de edad, fue divinizado como el dios de la guerra Quirino, honrado no sólo como uno de los tres dioses principales de Roma, sino también como la propia ciudad de Roma divinizada.
Reinado de Numa Pompilio
Tras la muerte de Rómulo, el reinado de la ciudad recayó sobre el sabino Numa Pompilio. Si bien en un principio no deseaba aceptar la dignidad real, su padre le convenció para que aceptara el cargo, para servir así a los dioses. Recordado por su sabiduría, su reinado estuvo marcado por la paz y la prosperidad.
Numa reformó el calendario romano, ajustándolo para el año solar y lunar, añadiendo además los meses de enero y febrero hasta completar los doce meses del nuevo calendario. Instituyó numerosos rituales religiosos romanos, como el de los salii, designando además un flamen maioris como sacerdote supremo de Quirino, el flamen Quirinalis. Organizó el territorio circundante de Roma en distritos, para una mejor administración, y repartió las tierras conquistadas por Rómulo entre los ciudadanos, a la vez que se le atribuye la primera organización de la ciudad en gremios.
Numa fue recordado como el más religioso de todos los reyes, por encima incluso del propio Rómulo. Bajo su reinado se erigieron templos a Vesta y Jano, se consagró un altar en el Capitolio al dios de las fronteras Terminus, y se organizaron los flamen, las vírgenes vestales de Roma y los pontífices, así como el Collegium Pontificum. La tradición cuenta que durante el gobierno de Numa un escudo de Júpiter cayó desde el cielo, con el destino de Roma escrito en él. El rey ordenó hacer once copias del mismo, que fueron reverenciadas como sagradas por los romanos.
Como hombre bondadoso y amante de la paz, Numa sembró ideas de piedad y de justicia en la mentalidad romana. Durante su reinado, las puertas del templo de Jano estuvieron siempre cerradas, como muestra de que no había emprendido ninguna guerra a lo largo de su mandato. Tras 41 años de reinado, la muerte de Numa ocurrió de forma pacífica y natural.
Reinado de Tulio Hostilio
De origen latino, Tulio Hostilio fue muy parecido a Rómulo en cuanto a su carácter guerrero, y completamente opuesto a Numa debido a su falta de atención hacia los dioses. Tulio fomentó varias guerras contra Alba Longa, Fidenas y Veyes, de forma que Roma obtuvo así nuevos territorios y mayor poder. Fue durante el reinado de Tulio cuando Alba Longa fue completamente destruida, siendo toda su población esclavizada y enviada a Roma. De esta forma, Roma se impuso a su ciudad materna como el poder hegemónico del Lacio.
Tanto deseaba Tulio nuevas guerras que incluso fomentó otro conflicto contra los sabinos, de forma que puede decirse que fue durante su reinado cuando el pueblo romano adquirió los deseos de nuevas conquistas a costa de la paz. El rey sostuvo tantas guerras que descuidó la atención a las divinidades, por lo cual, según sostiene la leyenda, una plaga se abatió sobre Roma, hallándose el propio rey entre los afectados. Cuando Tulio solicitó la ayuda de Júpiter, el dios respondió con un rayo que redujo a cenizas tanto al monarca como a su residencia.
A pesar de su naturaleza beligerante, Tulio Hostilio seleccionó a un tercer grupo de individuos que llegaron a pertenecer a la clase patricial de Roma, elegidos de entre todos aquellos que habían llegado a Roma buscando asilo y una nueva vida. También erigió un nuevo edificio para albergar al Senado, la Curia, que existió durante cinco siglos tras la muerte del rey, cuyo reinado llegó a su fin tras 31 años de duración.
Reinado de Anco Marcio
Tras la misteriosa muerte de Tulio, los romanos eligieron al sabino Anco Marcio, un personaje pacífico y religioso, para que los gobernase como nuevo rey. Era nieto de Numa Pompilio y, como su abuelo, apenas extendió los límites de Roma, luchando tan sólo en defensa de los territorios romanos cuando fue preciso. Fue quien construyó la primera prisión romana en la colina del Capitolio.
Durante su reinado se fortificó la colina Janícula, en la ribera occidental del Tíber, para así brindar mayor protección a la ciudad por ese flanco, construyéndose asimismo el primer puente sobre el río. Otras de las obras del rey fue la construcción del puerto romano de Ostia en la costa del Tirreno, así como las primeras factorías de salazón, aprovechando la ruta fluvial tradicional del comercio de sal (via salaria) que abastecía a los ganaderos sabinos. El tamaño de la ciudad se incrementó gracias a la diplomacia ejercida por Anco, que permitió la unión pacífica de varias aldeas menores en alianza con Roma. Gracias a este método, consiguió el control de los latinos, realojándolos en el Aventino, y consolidando así la clase plebeya de Roma.
Tras 25 años de reinado murió posiblemente de muerte natural, como su abuelo antes que él, siendo recordado como uno de los grandes pontífices de Roma. Fue el último de los reyes latino-sabinos de Roma.
Reinado de Tarquinio Prisco
Tarquinio Prisco fue el quinto rey de Roma, y el primero de origen etrusco, presumiblemente de ascendencia corintia. Tras emigrar a Roma, obtuvo el favor de Anco, quien lo adoptó como su hijo. Al ascender al trono, libró varias guerras contra sabinos y etruscos, doblando así el tamaño de Roma y obteniendo grandes tesoros para la ciudad.
Una de sus primeras reformas fue añadir 100 nuevos miembros al Senado procedentes de las tribus etruscas conquistadas, por lo que el número de senadores ascendió a un total de 300. Utilizó el gran botín obtenido en sus campañas militares para construir grandes monumentos en Roma. Entre estas obras destaca el gran sistema de alcantarillado de la ciudad, la Cloaca Maxima, cuyo fin fue drenar las aguas de un pequeño arroyo del Tíber que solían estancarse en los valles situados entre las colinas de Roma. En el lugar de las antiguas marismas, Prisco inició la construcción del Foro Romano. Otra de las innovaciones del rey fue la creación de los Juegos Romanos.
El más célebre de sus proyectos de construcción fue el Circo Máximo, un gran estadio que albergaba carreras de caballos, que es hasta la fecha el mayor de todos los erigidos en el mundo. Prisco continuó el Circo Máximo con la construcción de un templo-fortaleza sobre la colina del Capitolio, consagrado al dios Júpiter. Desgraciadamente, fue asesinado tras 38 años de reinado por los hijos de su predecesor, Anco Marcio, antes incluso de que el templo estuviera acabado. Su reinado es recordado además por haber introducido los símbolos militares romanos y los cargos civiles, así como por la celebración del primer triunfo.
Reinado de Servio Tulio
Tras la muerte de Prisco, su yerno Servio Tulio le sucedió en el trono, siendo el segundo rey de origen etrusco que gobernaba Roma. Como su suegro anteriormente, Servio libró varias guerras victoriosas contra los etruscos. Utilizó el botín obtenido en sus campañas para erigir las primeras murallas que cercaran las siete colinas romanas sobre el pomerium, los llamados muros servianos. También realizó cambios en la organización del ejército romano.
Alcanzó renombre por desarrollar una nueva constitución para los romanos, con mayor atención a las clases ciudadanas. Instituyó el primer censo de la historia, dividiendo a las gentes de Roma en cinco clases económicas, creando además la Asamblea centuriada. Utilizó asimismo el censo para dividir la ciudad en cuatro tribus urbanas, basadas en su ubicación espacial dentro de la ciudad, estableciendo la Asamblea tribal. Su reinado también destacó por la edificación del templo de Diana en la colina del Aventino.
Las reformas de Servio supusieron un gran cambio en la vida romana: el derecho a voto fue establecido con base en la riqueza económica, por lo cual gran parte del poder político quedó reservado a las élites romanas. Sin embargo, con el tiempo Servio favoreció gradualmente a las clases más desfavorecidas, para obtener de esta forma un mayor apoyo de entre los plebeyos, por lo cual su legislación puede definirse como insatisfactoria para la clase patricial. El largo reinado de 44 años de Servio Tulio finalizó con su asesinato en una conspiración urdida por su propia hija Tulia y su marido Tarquinio, su sucesor en el trono.
Reinado de Tarquinio el Soberbio
El séptimo y último rey de Roma fue Tarquinio el Soberbio. Hijo de Prisco y yerno de Servio, Tarquinio también era de origen etrusco. Fue durante su reinado cuando los etruscos alcanzaron la cúspide de su poder. Tarquinio usó la violencia, el asesinato y el terror para mantener el control sobre Roma como ningún rey anterior los había utilizado, derogando incluso muchas reformas constitucionales que habían establecido sus predecesores. Su mejor obra para Roma fue la finalización del templo a Júpiter, iniciado por su padre Prisco.
Tarquinio abolió y destruyó todos los santuarios y altares sabinos de la Roca Tarpeya, enfureciendo de esta forma al pueblo romano. El punto crucial de su tiránico reinado sucedió cuando permitió la violación de Lucrecia, una patricia romana, por parte de su propio hijo Sexto. Un pariente de Lucrecia, Lucio Junio Bruto (antepasado de Marco Junio Bruto), convocó al Senado, que decidió la expulsión de Tarquinio en el año 510 adC.
Tras la expulsión de Tarquinio, el Senado decidió abolir la monarquía, convirtiendo a Roma en una república en el año 509 adC. Lucio Junio Bruto y Lucio Tarquinio Colatino, sobrino de Tarquinio y viudo de Lucrecia, se convirtieron en los primeros cónsules del nuevo gobierno de Roma. Este nuevo gobierno permitiría a la larga la conquista por los romanos de casi todo el mundo mediterráneo, una forma de gobierno que sobrevivió durante casi quinientos años hasta la ascensión de Julio César y César Augusto.
Cargos públicos tras la monarquía
Para sustituir el liderazgo de los reyes, se creó expresamente un nuevo cargo con el título de cónsul. Inicialmente, el cónsul poseía todos los poderes que antaño pertenecían al rey, compartidos con otro colega consular. Sus mandatos eran anuales, y cada cónsul podía vetar las actuaciones o decisiones de su colega.
Posteriormente, los poderes de los cónsules fueron divididos, añadiendo nuevas magistraturas que acapararon distintos poderes menores de los originales del rey. Las primeras de ellas fueron las de pretor, que reunía las potestades judiciales de los cónsules, y la de censor, que poseía el poder de controlar el censo.
Nueve años después de la expulsión de Tarquinio el Soberbio, los romanos crearon la magistratura de dictador, al cual se le otorgaba la autoridad completa sobre todos los asuntos romanos, tanto civiles como militares, no existiendo apelación alguna ante sus decisiones. Este poder era tan absoluto que los romanos sólo se atrevían a designar un dictador en tiempos de extrema urgencia, y siendo su mandato de tan sólo seis meses de duración.
Los poderes religiosos del rey fueron transferidos a dos nuevos cargos, el rex sacrorum y el pontifex maximus. El primero era el más alto cargo religioso de jure de la República, siendo su única tarea la de oficiar el sacrificio anual a Júpiter, un privilegio anteriormente reservado a la figura del monarca. Sin embargo, el pontifex maximus era el cargo religioso más importante de facto, y quien poseía la mayor parte de la autoridad religiosa del rey. Tenía el poder de convocar a todas las vírgenes vestales, flamines, pontífices e incluso al rex sacrorum. Este último cargo desaparecería finalmente a principios del siglo I adC, recayendo sus escasas competencias en la figura del pontifex maximus.
La vuelta al sistema monárquico
Con la ascensión al poder de Julio César y su hijo adoptivo César Augusto se asiste a la paulatina restauración del poder real. Julio César fue elegido pontifex maximus y dictador vitalicio, lo que en la práctica le confería mayores poderes que los antiguos reyes. También usaba calzado rojo, y Marco Antonio llegó a ofrecerle una diadema públicamente, aunque la rechazó con vehemencia.
Julio César fue asesinado en los idus de marzo del 44 adC. Durante el periodo entre el 28 y el 12 adC, Augusto obtuvo los poderes tribunicios, junto a los cargos de pontifex maximus y princeps senatus, convirtiéndose en un monarca de facto. Éste fue el inicio del Principado, aunque las instituciones de la República continuaron existiendo como tales hasta el Dominado. Incluso en la era bizantina, el Emperador compartía el título de cónsul con otro cónsul.
Antigua república romana
Para los Estados de 1798-99 y 1849 consulte República Romana
Antigua Roma
Fundación de Roma
Monarquía romana
Antigua república romana
Imperio Romano
Decadencia del Imperio romano

La República (509 adC - 27 adC) fue una etapa de la antigua Roma en la cual la ciudad de Roma y sus territorios mantenían un sistema republicano de gobierno.
En circunstancias históricas poco claras, la monarquía romana fue abolida el 509 adC, y sustituida por la República. Una característica del cambio fue que la administración de la ciudad y sus distritos rurales quedó regulada en el derecho de apelar al pueblo contra cualquier decisión de un magistrado concerniente a la vida o al estatuto jurídico.
La administración ejecutiva quedó dotada de Imperium o poder omnímodo el cual tenía un origen religioso que arrancaba del propio dios Júpiter. Los magistrados dotados de imperium eran los cónsules, pretores y, eventualmente, los dictadores. Sin embargo, el imperium sólo se ejercía extra pomoerium, es decir, fuera de las murallas de Roma. En consecuencia, tenía un carácter esencialmente militar. En la ciudad en sus funciones civiles, los magistrados estaban sometidos a limitaciones legales y controles mutuos.
Tabla de contenidos
1 Reformas políticas
1.1 El sistema asambleario
1.1.1 Los plebeyos en las Curias
1.1.2 Comicios Curiales y Comicios Centuriados
1.1.3 La nueva división por tribus
1.1.4 Los plebiscitos
1.1.5 La Ley de las XII Tablas
1.1.6 Elecciones
1.1.7 Las asambleas
1.2 Las nuevas magistraturas
1.2.1 El Consulado
1.2.2 La Dictadura
1.2.3 Los censores
1.2.4 Los Cuestores
1.2.5 Los tribunos de la plebe
1.2.6 Magistraturas delegadas
1.3 El senado reformado
1.4 Sacerdotes y pontífices
2 Las reformas legales
2.1 El orden senatorial
2.2 Las leyes Licinae-sextiae
2.3 Evolución de la ley
2.3.1 Policía. Vías públicas
3 La sociedad republicana
3.1 La aristocracia
4 Economía en el periodo republicano
4.1 Los publicani
4.2 La tierra
4.3 Los campesinos y la tierra. El tributum
5 Expansión de Roma Republicana
5.1 Guerras de Roma durante la República
6 La cultura durante la República
6.1 Libros
Reformas políticas
Tras la caída de la monarquía se estableció en Roma un régimen aristocrático dirigido por unos cuarenta gentes, posiblemente antiguos auxiliares y afectos al rex etrusco.
El grupo oligárquico que arrebató el poder al rex lo organizó en beneficio propio, abundando en esta época las luchas entre los propios patricios por el poder personal. Este confuso período dio origen a la implantación de la Dictadura, y los jefes militares trataron de alcanzar el poder apoyándose unas veces en la plebe y otras en la fuerza de las armas y la invasión de Roma por pueblos enemigos. Otras veces, la pugna por el poder se efectuaría mediante la prórroga de los cargos políticos excepcionales (decemviri), encargados de redactar la Ley de las XII Tablas, Lex duodecim tabularum.
El nuevo sistema político que se instaura se llamará Respublica de Res populica, «la ley del populus» (no de la plebe que eran tan sólo una clase social).
La Respublica se opone a la res privata y al Regnum, propiedad del rex.
Dentro de la historia de la constitución de la República cabe distinguir tres etapas:
siglo VI adC
En esta etapa, el poder era detentado por los patricios, siendo conocido como el Estado Gentilicio. Bajo este tipo de gobierno, la plebe quedaba excluida del gobierno y carecía de derechos políticos. Así, el Estado Gentilicio, que es la primera etapa de la República romana, no fue un Estado Ciudadano ya que no todos los cives tenían igualdad de derechos y deberes. Este tipo de gobierno fue la causa de una lucha dramática de los plebeyos para conseguir derechos políticos. Esta lucha duró has finales del siglo IV adC.
siglo III adC
La república alcanzó su equilibrio en el siglo III adC. En este siglo tiene su origen el Estado Patricio-Plebeyo, esto es, aquel en que patricios y plebeyos gozarán por igual, de derechos políticos y ciudadanos.
Las dictaduras
La última etapa de la República se corresponde con las dictaduras de Mario, Sila y los triunviratos, que direon paso al Principado, primera etapa imperial de Roma.
Los órganos políticos del nuevo régimen son las magistraturas, el Senado y las Asambleas Comiciales.
La Magistratura es un cargo original de la República. La jefatura que ostentaba el rex fue sustituida por magistrados colegiados y temporales llamados Cónsules (en número de dos), a los que se le podía exigir responsabilidad por su tarea de gobierno. Otra característica de la magistratura es la intercessio o poder de veto que tenía un magistrado con respecto al otro.
El Senado es el segundo pilar de la constitución de la República, tenía una gran importancia en razón de que era el órgano político que exigía responsabilidades a los cónsules. Originariamente el Senado estaba formado sólo por patricios, pero a partir de la Lex Ovinia del año 312 adC se admitió a los primeros senadores plebeyos. La auctoritas del Senado daba validez a los acuerdos tomados en las asambleas populares. También el Senado resolvía los casos de interregnum, situación que acontecía cuando moría uno de los cónsules. Fue tan importante en esta época que se comparaba al Senado con una «asamblea de reyes».
Las nuevas asambleas populares llamadas Comitia Centuriata, nacieron como órgano típico de la República, por necesidades militares, en íntima conexión con la expansión de la civitas y con la llegada a Roma de un nuevo concepto de táctica militar. En la época Monárquica el ejército se integraba, sólo por miembros de las antiguas gentes. Desde época republicana el sistema de reclutamiento y de táctica será un sistema plutocrático; esto es, según la riqueza de cada habitante de la ciudad; en una primera época sólo se estimaría la riqueza inmobiliaria y la mobiliaria en la época más tardía. El armamento de cada ciudadano dependerá de la riqueza de cada uno. Los romanos se van a distribuir en una escala de grupos o clases como base para el reclutamiento. Dentro de cada clase se agrupan un determinado número de centurias de seniores y otro número igual de iuniores.
El sistema asambleario
Los plebeyos en las Curias
Una vez abolida la monarquía, las curias, formadas por patricios y plebeyos (es decir aquellos que tenían ciudadanía romana y aquellos que no la tenían, con exclusión de los esclavos y los extranjeros) mantuvieron sus atribuciones legislativas. Desde el 493 adC. la plebe, reunida en Asamblea, pudo emitir un voto regular, perdiendo importancia las Asambleas de Curia donde los patricios y plebeyos se reunían conjuntamente.
No obstante, inicialmente, los Comicios Curiales conservaron la importancia que tenían con la monarquía.
Comicios Curiales y Comicios Centuriados
Pero los Comicios Curiales perdieron atribuciones en favor de la nueva división por ciudadanos sujetos al servicio militar o Centurias. Así hubo un fraccionamiento de las funciones de los Comicios o Asambleas Curiales en favor de los Centuriados.
Los Comicios o Asambleas Curiales conservaron las siguientes funciones:
Actos formales o que interesan solo a particulares.
Recibir juramentos de fidelidad de cónsules y dictadores.
Autorizaciones para testar (Adrogación).
A las Asambleas o Comicios Centuriados correspondió:
La elección de cónsules y senadores y después también otros magistrados (si bien, algún tiempo después, la elección de cuestores, ediles y otros magistrados inferiores paso a los comicios por tribus)
La declaración de guerra y aprobación de acuerdos de paz.
La admisión o rechazo de leyes.
Las apelaciones en causas criminales.
Las votaciones en los Comicios Curiales eran igualitarias. Cada padre de familia un voto. La admisión de los plebeyos había dado la mayoría a las capas humildes. Por esto las reformas tendieron a quitar poderes a estas Asambleas en favor de los Comicios Centuriados, donde no era preponderante la influencia de la nobleza o patriciado, pero si de los ricos, y donde se votaba por centurias (cada centuria un voto); al votar las seis centurias de caballeros (de familias distinguidas) las primeras, decidían casi siempre la votación. Las centurias de caballeros y las de primera clase reunían la mayoría. Además todas las votaciones de los Comicios Centuriados debían ser refrendadas por la Asamblea de Patricios.
La entrada de los plebeyos (o sea no ciudadanos) en las Curias, les concedía algunos derechos de ciudadanía, pero no eran elegibles para funciones civiles o sacerdotales, ni tenían derecho a las tierras comunales de pastos. Se permitió a los plebeyos asumir los cargos militares, y, como luego veremos, se les reservaron puestos en el Senado, además de permitir su voto en los Comicios Curiales (voto que perdió su importancia, al perder atribuciones dichos comicios ). Pero existía aun una gran diferencia entre ciudadanos patricios y no ciudadanos plebeyos y la prohibición de matrimonios entre ambas clases se mantuvo.
La nueva división por tribus
Las cuatro primeras tribus o distritos representaban a las antiguas circunscripciones de la ciudad y alrededores. Otras dieciséis comprendían los campos o Pagos (Pagi) ocupados desde hacía tiempo por familias romanas. Y el último correspondía al distrito de Crustumerium, lugar elegido por los plebeyos para fundar una nueva ciudad.
Los votantes en las Asambleas de Tribu y los de las Asambleas por Centurias eran básicamente los mismos: todos los domiciliados en cada tribu, patricios o plebeyos, votaban por tribus, y de ellos los aptos para el servicio militar en las Centurias. Pero en las votaciones por tribus desaparecía la distinción entre grandes y pequeños propietarios, y los ricos no votaban los primeros. Además los Tribunos dirigían la Asamblea y las votaciones.
Estas Asambleas por Tribus fueron reconocidas formalmente como validas por la Ley Icilia (492 adC) aunque sus votaciones (Plebiscita = lo que agrada al pueblo) no tuvieron fuerza de Ley. Con el tiempo, sin embargo, las votaciones tribunicias acabaron adquiriendo rango de ley.
El 486 adC el cónsul patricio Espurio Casio intento un reparto de tierras, poner fin al sistema de ocupaciones, y retener una parte de las tierras con un censo en favor del Tesoro. Pero la nobleza patricia se opuso tenazmente y Casio murió, abandonándose la Ley, pero haciendo crecer la oposición de los plebeyos que desde entonces aprovecharon cualquier ocasión para incrementar el poder de los tribunos, mientras la nobleza intentaba destruir la institución.
Hacia el 481 adC se privó a uno de los cónsules (al menos) del derecho de designar sucesor para que el pueblo lo eligiera en los Comicios Centuriados. El mismo año un Tribuno llamado fue asesinado el mismo día que iba a lanzar la acusación contra los dos cónsules. Hacia el 471 adC. lo más tarde, el número de Tribunos pasó de dos a cinco, quizás en ocasión de la aprobación de la Ley Publilia que concedió la elección de los Tribunos a los Comicios Tribunados (Comitia Tributa) quitándosela a los Comicios Curiales. El 457 adC. el número de Tribunos paso de cinco a diez.
Los plebiscitos
El plebiscito fue en su origen, una decisión adoptada por la plebe en exclusiva, sin intervención de los patricios. La Asamblea estaba presidida por un plebeyo, un tribuno popular o un edil popular. Todos los votantes eran plebeyos, y la norma votada era solo para los plebeyos no obligando a nadie más. El acuerdo adoptado es solo un acuerdo (scitum) y la Asamblea no tiene el carácter de comicios sino de consejo (concilium). A diferencia de las leyes, no precisa de los auspicios previos, ni tampoco de refrendo del Senado.
La Ley de las XII Tablas
La ley de las XII Tablas (lex duodecim tabularum o duodecim tabularum leges) fue un texto legal que contenía normas para regular la convivencia del pueblo romano. También recibió el nombre de ley decenviral. Por su contenido se dice que pertenece más al derecho privado que al derecho público.
La ley se publicó al principio en doce tablas de madera y, posteriormente, en doce planchas de bronce que se expusieron en el foro. Debido a que no queda vestigio alguno de su existencia, algún autor ha llegado a sugerir que no existieron.
Su desaparición puede explicarse por el saqueo que sufrió Roma hacia el año 400 a. de C. por parte de los galos. Se cree que se destruyeron y, por algún motivo, no se reprodujeron con posterioridad. Esta última teoría parece estar apoyada por las abundantes referencias que de ellas hacen los autores antiguos.
El historiador Tito Livio dijo de ellas que eran la fuente de todo el derecho romano, tanto público como privado. Por su parte, el orador y abogado Cicerón afirmó que los niños aprendían su contenido de memoria.
Artículo principal: Ley de las XII Tablas
Elecciones
Desde mediados del Siglo V. a.C. la nobleza empezó a practicar acciones fraudulentas: para asegurar el triunfo de un patricio en una votación presentaban a varios candidatos plebeyos (dividiendo entre ellos el voto plebeyo); se impedía con coacciones u otros medios, la presentación de candidatos plebeyos populares que pudieran hacer sombra a un candidato patricio; y si todo fracasaba se anulaban los comicios por los sacerdotes, alegándose alguna infracción religiosa.
Por tanto, aunque desde el 445 adC. los plebeyos podían ser elegidos Tribunos Militares con potestad consular, y desde el 421 adC. podían ser elegidos Cuestores Militares, ningún plebeyo resulto elegido hasta pasados muchos años. El primer cuestor militar plebeyo fue elegido el 409 adC. y el primer Tribuno Militar con potestad consular fue elegido el 400 a.C.
Las asambleas
Las Asambleas ciudadanas conservan el poder pero desde el 449 adC la ley estableció idéntico valor para los Comicios Centuriados y los Tribunados, salvo en la elección de cónsules y censores, que correspondería exclusivamente a las Centurias, donde no se votaba por individuos como en las Tribus, sino según la riqueza (para votar en ambos comicios era necesario ser propietario). Las modificaciones legales de Quinto Fabio Ruliano aseguraron la preeminencia de los propietarios en las tribus (que habían pasado a ser 31 el año 241 adC), y estableció el servicio militar para los hombres libres no propietarios, a los que se permitió entrar en las centurias.
Los cargos electivos aumentaron. El 362 adC el pueblo designaba a los tribunos de una de las legiones. El 301 adC ya designaba a los de cuatro legiones.
Las nuevas magistraturas
El régimen republicano trajo consigo cambios esenciales en el ámbito político. El poder antes concentrado en la figura del rey (rex) pasó a ser ejercido por una serie de cargos llamados magistrados. Estos funcionarios eran elegidos por las asambleas en los Comicios, celebrados anualmente.
Desde el 342 adC. se prohibió la reunión en una misma persona de varios cargos curules, y el desempeño de la misma magistratura antes de diez años de haberla desempeñado por primera vez. La censura, que de hecho había pasado a ser la magistratura más importante, aunque no lo era de derecho, no podía ocuparse dos veces. Aunque estas disposiciones fueron infringidas en alguna ocasión, en general se respetaron.
El Consulado
Las funciones del antiguo monarca fueron ocupadas por dos magistrados anuales, llamados Colegas (cónsules) con iguales plenos poderes cada uno. De todas las magistraturas de la República ésta era la más importante.
Su fecha de entrada en funciones era variable, no siendo habitual la fecha de 1 de marzo (inicio del año), pues en general al concluir su mandato justo al año de su nombramiento, sus funciones se prolongaban unos días hasta la ceremonia de renuncia, formal, oficial y solemne. El cónsul, al terminar su función, estaba sometido a la ley.
Los reyes disponían del derecho de hacer cultivar sus tierras mediante prestaciones impuestas a los ciudadanos, y los no ciudadanos eran de hecho clientes de los monarcas. Estos dos derechos desaparecieron, y ya no fueron poseídos por los cónsules.
En materia judicial, en los delitos que comportaban multas fuertes o penas corporales, el rey debía juzgar al acusado, y decidía si tendría derecho a apelación y al indulto. La Ley Valeria (509 adC) obligaba a los cónsules a conceder la apelación a todo condenado con penas corporales o con la pena capital, salvo que la sentencia hubiera sido dictada por tribunales militares. Más tarde (hacia el 451 adC) la obligación se extendió a las multas fuertes.
La Dictadura
Eventualmente, siempre en casos graves, las funciones de los dos cónsules podían ser asumidas por un único magistrado, con el título de Dictador, funciones que se ejercían por un período de seis meses o hasta que cumpliera la misión extraordinaria para la que había sido nombrado, si la cumplía antes de los seis meses. Sin embargo, estos seis meses eran prorrogables una única vez durante otros seis. Un dictador ostentaba el poder de cualquiera de los cónsules, pues estos disponían de todo el poder individualmente, y aunque podían repartirse las funciones, también podían ejercerlas en su totalidad cada uno de ellos. El dictador se diferenciaba en que no tenía el contrapoder que representa un magistrado con idénticas funciones. Sin embargo, estaba habitualmente asistido por un magister equitum, o jefe de la caballería, al que no podía revocar el dictador.
Los Cónsules eran patricios. Si algún cónsul se enfrentaba a su clase, los sacerdotes (también patricios) podían crearle muchas dificultades, además de que su magistratura podía ser suspendida nombrándose a un dictador. Por otra parte, su corto periodo de magistratura, al final de la cual volvía a ser un simple ciudadano que debía obedecer a los nuevos magistrados, le impedían de hecho cualquier decisión contraria a su clase. Pero para más seguridad se estableció la costumbre de que las decisiones de los Cónsules debían ser refrendadas por el Senado, permitiendo a este controlar todos los tratados políticos, la administración, la división de tierras públicas y en general todos los actos que trascendían más de un año; incluso el Tesoro Público no puede ser tocado por el cónsul, o en su caso por el dictador, sin permiso del Senado. La administración de las arcas del Estado fue confiada a dos funcionarios permanentes (Cuestores), nombrados por los cónsules pero sujetos a las órdenes del Senado.
El consulado fue perdiendo atribuciones en favor de otras magistraturas menores, cuyos titulares eran elegidos en las Asambleas (incluso el nombramiento de Dictador paso al Senado). Las tres funciones principales del Estado se dividieron: un cónsul tenía el poder ejecutivo, otro el militar, y el pretor el poder judicial. Además los cónsules se dividían la autoridad en los territorios sometidos o provincias (de común acuerdo o por suertes).
La multiplicación de magistraturas dividía el Imperium, o sea el poder uno e indivisible que otrora tuvieron los reyes y que al principio de la República conservaron los cónsules. Cuando en casos excepcionales era designado un Dictador, solamente lo era para solventar una dificultad específica (conflictos religiosos, legales, militares, etc... pero no todos a la vez).
Los censores
Cada cuatro años correspondía a los cónsules fijar los presupuestos, hacer las listas de los ciudadanos y la distribución de los Impuestos.
El años 435 adC (319 ab urbe condita) los Comicios Centuriados, a propuesta de la nobleza patricia de su seno, eligió unos nuevos magistrados, llamados censores, que ejercían su cargo por un máximo de dieciocho meses. Ello derivaba de la Ley Ovinia que, además reconocía el derecho a ser senador a los que habían desempañado una magistratura curul (Cónsules, dictadores, censores, pretores y ediles curules, es decir todos los que podían sentarse en una silla curul, silla que acompañaba al magistrado).
La Censura se convirtió pronto en una magistratura apetecible. A sus funciones presupuestarias, de listas y distribución de impuestos se agregó el derecho de proveer las plazas vacantes en el Senado y en el orden ecuestre, equites o revocar los senadores existentes (precisando para cualquiera de estos actos el acuerdo de ambos censores). Como la modificación de la composición del Senado se establecía cada cinco años, con motivo del censo, la duración mínima del cargo era de un lustro. De hecho, la gran cantidad de magistraturas curules hacía que buena parte de los Senadores ocuparan su cargo por haber ejercido tales funciones, o ejerciendo magistraturas no curules (Ediles del Pueblo, Tribunos del Pueblo y Cuestores).
Las facultades de los censores fueron extendiéndose. A sus responsabilidades iniciales sobre el censo (listas de ciudadanos) y presupuesto, se añadió el nombramiento de las vacantes del Senado. Más tarde adquirieron aun nuevas atribuciones: los impuestos sobre el lujo, los castigos por hechos censurables o escandalosos (privación de derechos u honores políticos) y hasta la sanción del descuido en el cultivo de un campo.
La Censura duraba en esta época cinco años, pero los sucesores de cada censor podían renovar o aceptar sus normas (o bien anularlas). Ello colocó la magistratura en la escala más alta de consideración social.
Los Cuestores
En el año 421 adC existían cuatro Cuestores, todos ellos patricios: dos de ellos (Quaestores) ejercían por delegación de los Cónsules la administración del Tesoro Público; otros dos (Quaestores Militum) eran encargados de la caja militar, siendo nombrados por los Comicios Tribunados a propuesta de los tribunos de la plebe (pero de entre los patricios). La nobleza intento transferir el nombramiento de los Cuestores encargados del Tesoro Público, de los Cónsules a los Comicios Centuriados, pero fracaso y su nombramiento recayó en los Comicios por Tribus, que designaban también a los Cuestores Militares. A su vez éstos dejaron de corresponder en exclusiva a los patricios, y desde entonces para el cargo de Cuestor del Ejército pudo ser elegido un plebeyo.
Los tribunos de la plebe
Los tribunos de la plebe, que en principio no eran magistrados, alcanzaron la consideración de tales ya desde poco después de su creación. Más tarde obtuvieron el derecho de asistir a las reuniones del Senado sin voto, y posteriormente el derecho de convocarlo y presentar mociones y hacer votar Senadoconsultos. Con ello adquirió una posición entre la aristocracia gobernante que le alejaba de sus primitivas funciones de auxilio a la plebe, que nominalmente conservaba pero que de hecho no ejercía. Llegado a este punto el tribunado no tenía sentido ni misión pero no fue abolido para no herir la sensibilidad de las capas humildes.
Magistraturas delegadas
En los casos de guerra los cónsules podían delegar el mando del ejército en un lugarteniente que ostentaba sus funciones como Legado (Legatus).
En la administración de la ciudad los cónsules tenían prohibido delegar ciertas funciones, mientras que para otras estaban obligados a designarlos. Así los cónsules debían delegar los juicios civiles, los asuntos criminales, la administración del Tesoro (confiada a dos Cuestores) y la administración de los archivos públicos.
En cambio en el ejército era frecuente la designación de delegados: Procónsules (Pro-consule), Propretores (Pro-praetore) y Procuestores (Pro-quaestore).
Los cónsules “aconsejaban” en la elección del sucesor, suponiéndose que de hecho imponían a su candidato. No obstante la elección formal correspondía a las Asambleas Curiales.
El senado reformado
El Senado varió su composición. Inicialmente estaba formado por trescientos miembros de la nobleza (todos los senadores, salvo caso excepcional eran patricios), pero ahora se reservaron ciento sesenta y cuatro plazas a los plebeyos o nuevos admitidos (Conscripti). Esta distinción se mantuvo al menos en los formalismos, de tal forma que la alocución para dirigirse a la Cámara era Patres et conscripti aun mucho después de que tales diferencias dejaran de ser importantes.
Los senadores eran consuetudinariamente vitalicios, pero la costumbre derivó en ley para los patricios. Como el Senado representaba a la nobleza patricia y había en él miembros plebeyos, se relegó a estos dentro del Senado a un papel secundario. Si alguno se oponía, en las revisiones cuadrienales de senadores que efectuaban los cónsules, eran o podían ser eliminados; además los plebeyos que entraban en el Senado, no era en general por méritos, sino por riqueza, y sus intereses de clase eran coincidentes con los de la nobleza patricia. Se distinguían entre los Senadores dos grupos: los provenientes del ejercicio de magistraturas; y los que no las habían desempeñado (Pedarii).
El nombramiento de los Senadores correspondía desde el inicio de la República, a los cónsules o dictadores. Más tarde, ésta fue una atribución específica de los censores.
Al Senado correspondía el refrendar todas las propuestas importantes políticas o administrativas de los cónsules y otros magistrados que hubieran obtenido el voto afirmativo de los Comicios Asamblearios correspondientes. Cuando el acto debía ser ejecutado como parte de los deberes del magistrado no precisaba refrendo senatorial. Aunque al principio las decisiones del Senado fueron llamadas Consulis senatusque sententia, más tarde los dictámenes del Senado dejaron de ser consultivos y adquirieron fuerza, siendo llamados Senatus consultum y Senatus sententia. El cónsul debía obedecer al Senado, pues en caso contrario podía ser privado de fondos, se podía nombrar un dictador, y otras medidas que daban preeminencia al Senado sobre los altos magistrados.
Correspondía al Senado decidir sobre los siguientes asuntos:
Religiosos.
Elección de magistrados extraordinarios.
Resolución de conflictos entre magistrados.
Cuestiones de policía.
Algunos casos criminales que comportaban pena capital, cuando el acusado era perdonado, o era conmutada su sentencia, o bien era liberado.
Cuestiones militares.
Cuestiones financieras.
Negociaciones con Estados extranjeros y firma de tratados después de la paz. El Senado debía aprobar los cambios territoriales pactados por los cónsules u otros magistrados con el enemigo.
El Senado era convocado por cualquiera de los magistrados que podían consultarle (principalmente Dictadores, Cónsules, Prefectos de la ciudad, Pretores, Tribunos de la plebe y después Tribunos con potestad consular). El convocante presidía la reunión.
La convocatoria se hacía bien públicamente por pregones (praecones) o por edictos, o bien por un aviso a cada senador (era obligatorio que tuvieran residencia en Roma). A veces en una reunión se convocaba la siguiente. Los que no asistían sin justa causa (la asistencia era obligatoria) podían ser sancionados con multa. Las reuniones se celebraban en edificios públi-cos, generalmente en el Capitolio (Curia Calabra), el Comitium (Curia Hostilia luego Curia Julia) o el Templo de Júpiter Capitolino. Los Senadores permanecían sentados y el presidente ocupaba un lugar central sobre una silla elevada.
Las reuniones no podían coincidir con la celebración de comicios y duraban de sol a sol. Las votaciones debían celebrarse antes del ocaso.
La sesión se abría con unos sacrificios religiosos consultando los auspicios. Los asuntos a tratar eran determinados por la presidencia, pero los religiosos tenían preferencia.
Sacerdotes y pontífices
El nombramiento de los sacerdotes, antigua función de la monarquía, correspondió desde el inicio de la República al Colegio de los Pontífices (que tuvo también la jurisdicción sobre las sacerdotisas de Vesta). El Colegio también designaba al Pontifex Maximus, un Pontífice Supremo que tomaba ciertas medidas domésticas y disciplinarias que convenía fueran adoptadas por una sola persona.
Las reformas legales
El orden senatorial
La designación de las vacantes del Senado, designadas primero por los cónsules, pasó a los censores. Su funcionamiento fue regulado por la Ley Ovinia.
Las promociones al Orden Senatorial (Ordo Senatorius) quedaron abiertas a todos los ciudadanos que hubieran sido antes Edil Curul, Pretor o Cónsul (los cónsules ya tenían derecho a ser Senadores con voto). El censor estaba obligado a incluir en la lista de nuevos senadores a los cónsules que habían dejado el cargo, salvo que por precepto legal pudieran proclamar su exclusión motivada. Pero como los ciudadanos que podían ocupar un puesto en el Senado no eran suficientes para cubrir las bajas que se producían por fallecimiento o exclusión, y el número de senadores no podía bajar de trescientos, los censores podían elegir libremente entre aquellos que no habían ejercido una magistratura de las citadas, si bien los designados debían haberse distinguido por su valor, haber matado a un jefe enemigo o salvar a un ciudadano romano; a estos senadores se les llamaba Subalternos (Senatores Pedarii), y tenían derecho a voto pero no participaban en la discusión.
El Senado era el que dominaba en materia de legislación, de elección y de gobierno.
Los proyectos de ley eran sometidos previamente al Senado. El Senado, al disponer del poder ejecutivo, podía poner o no en ejecución un plebiscito votado. Incluso pudo legislar sin que las leyes fueran ratificadas por la Asamblea en “los casos urgentes”, sin perjuicio de ulterior ratificación, que a menudo ya no era solicitada.
El Senado se adjudico la designación de Dictador (cuyo nombramiento correspondía antes a los Cónsules), y asumió también la prorroga de cargos (el cónsul cesante que no se encontraba en Roma en el momento del cese, seguía en funciones como procónsul; lo mismo ocurría con los pretores que continuaban como propretores) lo que llevó en la práctica a una reelección encubierta (desde el 307 adC., un Senadoconsulto bastaba para prorrogar una magistratura). Además, en las elecciones, la aristocracia apoyaba a los candidatos del Senado. El Senado decidía sobre la guerra, la paz, las alianzas, la fundación de colonias, las asignaciones de tierras públicas, los trabajos públicos, el sistema de rentas, la asignación de departamentos a los magistrados, el contingente del ejército, el presupuesto de los departamentos, etc... Los cuestores no podían hacer pago alguno sin un senadoconsulto (con algunas excepciones para los cónsules).
Las leyes Licinae-sextiae
Evolución de la ley
Las leyes fueron evolucionando y así vemos que el ladrón sorprendido in fragranti podía librarse de una condena pagando el doble de lo robado.
La Ley Petalia modificó también el procedimiento ejecutivo contra los deudores.
La disposición intervivos siguió ilimitada, y el consentimiento popular para los actos mortis causa (testamento) fue suprimido.
Si el padre de familia efectuaba tres ventas sucesivas, sin efectuar ninguna compra, el hijo podía emanciparse si tal era su deseo. De ello derivó la emancipación legal concedida por el padre a un hijo, sin necesidad de la causa que inicialmente debía motivarla.
El matrimonio civil fue consagrado y se estableció un impuesto para los solteros.
El establecimiento de un magistrado especial de Policía (cuyo ámbito de actuación se extendió pronto a toda Italia) llamado Edil, traspaso a este la potestad sobre litigios relativos a compras y ventas en mercados públicos (de productos, ganado, esclavos...). Su jurisdicción se extendía también a otras cuestiones de orden que podían ser sancionadas con multas.
Para las clases más bajas, y para ciertos delitos menores, existían los Triunviri o Jueces Nocturnos (Tres viri nocturni) cuyas competencias fueron aumentando, y pasaron a ser elegidos en los Comicios tribunados desde el 289 a.C.
Para las causas civiles menores en las ciudades sujetas (civites sine suffragio) se establecieron unos magistrados llamados Jueces Menores, cuya competencia se extendió después a toda Italia.
Los magistrados definían el punto del derecho (ius) pero su aplicación (judicium) correspondía a otro ciudadano. Pero los juicios lentos y complicados se limitaban a los casos destacados, y para esclavos y gentes de clase social baja se aplicaba un procedimiento más corto.
Policía. Vías públicas
El control de policía se acrecienta: alcantarillado, empedrado, limpieza pública, edificios ruinosos, animales dañinos, circulación de carros (solo permitida de noche), comunicaciones, abastecimiento de los mercados, control de calidad de mercancías, control de monedas y pesos, baños públicos, tabernas y casas “sospechosas”, son sus ámbitos de actuación. La red de vías públicas (caminos), acueductos y fortalezas se desarrolla.
La sociedad republicana
La aristocracia
De la alianza entre la antigua aristocracia patricia (los ricos entre los antiguos ciudadanos) y la aristocracia plebeya (los ricos entre los ciudadanos nuevos) surgió un nuevo gobierno aristocrático de la nobleza romana, frente al cual se situaban la mayoría de los plebeyos (de pequeña fortuna o pobres) y algunos patricios empobrecidos.
Economía en el periodo republicano
Los publicani
El Estado empezó pronto a ceder los impuestos indirectos, gastos y operaciones complicadas a los llamados Publicani (Capitalistas o Negociantes), que por una suma liquida prefijada, realizaban la administración por su propia cuenta. A este sistema accedían los ricos y los enriquecidos, sin distinción de origen patricio o plebeyo, que ofrecen seguridad al Estado. Los Publicani constituyeron una clase que con el tiempo fue incrementándose.
La tierra
Los campesinos y la tierra. El tributum
Como los repartos de tierra se hicieron por motivos políticos, controlaron el descontento y evitaron el estallido social, pero no impidieron el empobrecimiento progresivo de los campesinos medios o pequeños.
La guerra con Veyes (406-396 adC.) y el incendio de Roma por los Galos (390 adC.) aceleraron el empobrecimiento durante medio siglo.
Desde el 406 adC ya no basto con movilizar a los soldados en verano sino que hubieron de permanecer en armas también en invierno. Las Asambleas Centuriadas parecían decididas a rechazar nuevas guerras. Para solventar los problemas derivados de esta situación, el Senado decidió el pago de una cantidad (sueldo, derivado de solidus) a los soldados, con cargo a las rentas públicas indirectas y al producto de los dominios estatales, cesando de costear al ejército las tribus, las cuales solo pagaban la tasa (Tributum) cuando existía insuficiencia de fondos en el Erario, considerándose como un empréstito forzoso reembolsable después. Pero como los dominios estatales eran poco rentables y el Tesoro no disponía de fondos para el pago del sueldo, la recaudación del Tributo se generalizó, y golpeó las débiles economías de los campesinos medios y pequeños, que, junto a la carga de entregar brazos al Ejército, debía pagar unas cantidades o prestaciones que, aun siendo recuperables, de momento lo dejaban sumido en la miseria.
Expansión de Roma Republicana
Una vez liberada del dominio etrusco, Roma se encontró en una difícil situación: con conflictos internos, y rodeada de enemigos, debió ceder y perder las conquistas obtenidas bajo la monarquía. Para empeorarlo, por esa época, una invasión gala procedente del norte de Italia asoló la región. Tras recuperarse, los romanos iniciaron campañas de expansión que los llevaron a guerras contra latinos, sabinos, etruscos y umbros. Tras aceptar el ofrecimiento de los campanos de Capua, se instalaron en Campania. Las numerosas confederaciones de los pueblos itálicos fueron derrotadas una y otra vez hasta que sólo la Magna Grecia resistía a los romanos. Finalmente, y a pesar de la intervención de Pirro, Tarento y el resto de las ciudades griegas fueron conquistadas.
La expansión romana los llevó a enfrentarse a los cartagineses por Sicilia, que conquistaron tras la Primera Guerra Púnica. La debilidad cartaginesa tras esta permitió a los romanos tomar también Córcega y Cerdeña; a partir de ese momento Roma se conviertió en una potencia del Mediterráneo, que llegaría a dominar durante siglos.
Guerras de Roma durante la República
Guerras Latinas
Guerras Samnitas
Guerras Púnicas
Guerras Macedónicas
Guerra de las Galias
Guerras Sertorianas
Guerras Latinas
Serie de enfrentamientos que tuvieron lugar en la Antigüedad en la península itálica. Los contendientes fueron la ciudad de Roma, instaurada en República, contra los pueblos itálicos del Lacio (latino-faliscos) debido al interés de Roma por someterlos. Fueron principalmente dos los enfrentamientos entre latinos y romanos, muy separados en el tiempo y ambos conflictos muy breves.
Primera Guerra Latina
La Primera Guerra Latina tuvo lugar entre el 498 y el 493 adC. Tras anteriores campañas contra los etruscos, los romanos intentaron consolidar su dominio en el Lacio. La guerra concluyó con el reconocimiento de la autonomía de las ciudades latinas por parte de Roma, si bien las ciudades habían de prestar ayuda en caso de amenaza externa, y Roma se reservaba el mando militar de esta alianza en ese mencionado caso. También se acordaron tanto el establecimiento de relaciones comerciales como la autorización de matrimonios mixtos.
Segunda Guerra Latina
La Segunda Guerra Latina tuvo lugar entre el 340 y el 338 adC. Roma se alió con los samnitas (tras ser rivales durante la anterior Primera Guerra Samnita) para sofocar la rebelión de la renovada Liga latina. Tras la derrota latina en la batalla de Sinuesa (340 adC), la Liga latina se disolvió y sus ciudades se integraron a la República romana mediante estatutos específicos para cada una. Los romanos y los samnitas extendieron el conflicto hacia el Sur, donde habitaban los volscos, a los que se enfrentaron para someterlos y repartirse sus territorios. Tras una decisiva batalla naval en 338 adC los volscos fueron sometidos por el cónsul romano Cayo Menio. Las proas de los barcos apresados pasaron desde ese momento a adornar las tribunas de los oradores en el Foro romano.
Guerras Samnitas
Las Guerras Samnitas fueron un serie de enfrentamientos habidos principalmente entre el pueblo itálico de los samnitas frente a la incipiente República romana durante la Antigüedad. En el intervalo entre el 343 y el 290 adC hubo entre ambos pueblos tres guerras, que concluyeron con el completo sometimiento de los samnitas al poderío romano.
Primera Guerra Samnita
La Primera Guerra Samnita tuvo lugar entre el 343 y el 341 adC. Tras el sometimiento de los auruncos por Roma, la guerra estalló por la alianza de Roma con la ciudad de Capua, alianza que los samnitas vieron como una amenaza directa. La guerra terminó con una paz de compromiso en la cual los samnitas reconocieron la adhesión de Capua a Roma y los romanos, la alianza de los sidicinos con los samnitas.
Segunda Guerra Samnita
La Segunda Guerra Samnita tuvo lugar entre el 327 y el 304 adC. Tras la Segunda Guerra Latina, en la cual los samnitas apoyaron a Roma, tanto el apoyo que ésta brindó a la ciudad de Nápoles, amenazada por los samnitas, como la fortificación de Fregellae, en la zona fronteriza entre ambos pueblos (328 adC), fueron considerados por los samnitas como casus belli.
Se distinguen dos fases en el enfrentamiento: una primera fase (327-321 adC) en la cual los romanos trataron de cercar el territorio samnita. Sin embargo, en 321 adC los samnitas cercaron al ejército romano en las Horcas Caudinas, permitiendo su retirada en condiciones humillantes, y suponiendo el fin de la contienda hasta ese momento. En 316 adC Roma reanudó las hostilidades, pero fue de nuevo derrotada en la batalla de Lautulae (315 adC). Su siguiente estrategia fue la construcción de la Vía Apia que la comunicaba con Capua, fundando colonias a lo largo de su recorrido para encerrar a los samnitas dentro de su territorio.
En 310 adC los romanos vencieron a los etruscos (aliados samnitas desde el 311 adC) junto al Lago Vatimon, a orillas del Tíber. Tras un avance sobre la Apulia, los romanos tomaron Boviano, la capital samnita.
El fin de la guerra en 304 adC supuso el sometimiento de la Campania por Roma, y la renuncia a toda expansión por parte de la Liga samnita.
Tercera Guerra Samnita
La Tercera Guerra Samnita tuvo lugar entre el 298 y el 290 adC. Los samnitas organizaron una coalición antirromana con los etruscos, sabinos, lucanos, umbros y celtas del Norte de Italia. Roma obtuvo victorias por separado frente a todos ellos y reocupó Boviano (298 adC). Las tropas samnitas huyeron hacia el Norte en pos de etruscos y celtas, y en 295 adC la alianza luchó contra los romanos en la batalla de Sentino, en la que fueron derrotados.
Tras firmar la paz con los etruscos, Roma fundó la colonia Venusia en Apulia para frenar a los samnitas, quien finalmente se rindieron en 290 adC. Desde ese momento, los samnitas se vieran obligados a ceder a Roma tropas auxiliares en caso de contienda, siendo así paulatinamente asimilados por la cultura romana.
Guerras Púnicas
Guerras Púnicas (246 adC a 146 adC)
Primera - Segunda - Tercera

Las Guerras Púnicas enfrentaron entre los años 264 adC y 146 adC a dos de las potencias del Mediterráneo: Roma y Cartago. Romanos y cartagineses (púnicos) se enfrentaron en tres etapas, hasta la destrucción total de estos últimos.
La Primera Guerra Púnica (264 adC-241 adC) fue una guerra en Sicilia en una primera etapa, para luego convertirse en una guerra eminentemente naval.
La Guerra de los mercenarios fue una guerra poco conocida.
La Segunda Guerra Púnica (218 adC-202 adC) es la más conocida, por producirse durante ella la expedición militar de Aníbal contra Roma cruzando los Alpes.
La Tercera Guerra Púnica (149 adC-146 adC) significó la destrucción completa de la ciudad de Cartago.hola velfront
Primera Guerra Púnica
Roma y Cartago, la otra potencia del Mediterráneo occidental, siempre habían mantenido tratados y relaciones amistosas, y de hecho ambas unieron sus fuerzas cuando Pirro de Epiro desembarcó en el sur de Italia en el año 278 adC Sin embargo, los intereses cartagineses en la Magna Grecia (sur de Italia y Sicilia) y el deseo expansionista romano los llevaron a una inevitable colisión que se tradujo en tres enfrentamientos armados llamados las Guerras Púnicas, y que se desarrollaron del 264 adC al 146 adC.
Tabla de contenidos
1 Comienzo de la guerra
2 La campaña naval
3 El desastre de la invasión de África
4 Guerra de desgaste
5 Consecuencias de la guerra
6 Enlaces externos
Comienzo de la guerra
En el año 264 adC los romanos aprovechan la petición de ayuda de los Mamertinos de Messana para intervenir en el complicado escenario de Sicilia. En ese momento la isla está dividida en dos esferas de influencia: la parte oeste y central, dominada por Cartago, y la parte oriental, de ascendencia e influencia griega. Los griegos están capitaneados por la ciudad-estado de Siracusa, que acaba de nombrar rey a Hierón II.
Tras la muerte de Agatocles, los Mamertinos --su guardia de élite mercenaria-- se habían dedicado al saqueo y pillaje de las ciudades griegas. Pero fueron derrotados y arrinconados en Messana por el capaz Hierón. Sitiada la ciudad por los ejércitos siracusanos, los Mamertinos recuerdan su origen campanio y solicitan la ayuda de Roma. Ésta se siente encantada de que se le proporcione un casus belli para intervenir. Al conocer su intención, a su vez, un asustado Hierón establece una alianza militar con su antaño enemiga Cartago.
Roma fuerza la situación a pesar del intento de Cartago por evitar el conflicto. En una operación relámpago, y burlando a la poderosa flota cartaginesa, los romanos desembarcan en el 264 adC cerca de Messana al mando del cónsul Apio Claudio Caudex y rompen el asedio al que cartagineses y siracusanos han sometido a la ciudad. Las legiones avanzan entonces hacia la propia Siracusa, aunque un exceso de confianza casi les lleva a la derrota.
Sin embargo, al año siguiente, una vez los nuevos cónsules reestablecen la habitual estrategia romana de avance lento pero seguro, es la propia ciudad de Siracusa la que queda sitiada por los ejércitos romanos. Hierón se ve obligado a llegar a un acuerdo de paz y aliarse con los romanos, a los que servirá a partir de entonces como base de operaciones y suministros en la isla. Sus buenas relaciones con Roma le permitirán mantener una relativa independencia del reino más allá de la guerra hasta su muerte en el 216 adC
Los cartagineses mientras tanto se fortifican en la ciudad de Agrigento a la que pretenden convertir en un bastión infranqueable. Pero bastan 6 meses para que en el año 262 adC los ejércitos romanos logren rendirla y destruirla. De esta manera Roma se asegura también el sur de la isla.
Los cartagineses no están aún dispuestos a rendirse y, entendiendo la superioridad de sus enemigos en tierra, comienzan una campaña de hostigamiento con rápidas incursiones desde el mar. Además su flota asegura el aprovisionamiento e impide un efectivo asedio de Lilibeo, el gran baluarte cartaginés en el extremo oeste de la isla.
La campaña naval
Los romanos llegaron a la conclusión de que la única manera de batir a su enemigo era privarle de su ventaja en el mar. Pero Roma, cuya historia militar ha transcurrido siempre en suelo italiano, carecía de flota y de experiencia naval. Por el contrario los cartagineses, descendientes de los navegantes fenicios, dominaban todo el Mediterráneo occidental y poseían la mejor flota de la época. Con estos precedentes, la decisión romana de combatir en el mar resulta inaudita incluso hoy en día.
No obstante, los romanos se emplearon a fondo en su empeño. En el 261 adC consiguen botar de sus improvisados astilleros más de un centenar de quinquirremes: eran las naves más modernas de la época, con una gran maniobrabilidad fruto de sus cinco filas de remos.
Los historiadores romanos relatan que tal construcción fue posible gracias a la captura de una nave cartaginesa encallada. La nave pudo ser capturada antes de que sus tripulantes tuvieran tiempo de incendiarla, lo que permitió a los ingenieros romanos estudiarla y copiarla pieza por pieza. Lo más probable es que contaran en su esfuerzo naval con la ayuda y experiencia de algunas ciudades marítimas aliadas, en especial griegos, que sí contaban con larga tradición naval.
Los romanos eran conscientes de su inferioridad e inexperiencia, así que decidieron convertir las batallas navales en combates terrestres, donde eran superiores. Para ello idearon un sistema: la nave romana, próxima a la enemiga dejaba caer un puente móvil, que quedaba firmemente anclado gracias a unos garfios de hierro llamados corvus (cuervos) situados en su parte inferior. Una vez las dos naves quedaban unidas, los legionarios romanos abordaban el barco cartaginés y vencían a su débil infantería.
De esta ingeniosa forma, la flota romana del cónsul Cayo Duilio Nepote sorprendió y venció a la flota cartaginesa en Milas (Milazzo), en el año 260 adC, en lo que fue la primera victoria naval de la historia romana. Sin embargo, a pesar del golpe, la victoria no fue decisiva, ya que la flota cartaginense conservó su capacidad para abastecer sus enclaves sicilianos de Panormo (Palermo) y Lilibeo, mientras que la inexperiencia naval romana provocaba frecuentes naufragios y pérdidas.
El desastre de la invasión de África
Llegados a un punto muerto, los romanos deciden cambiar nuevamente de estrategia y optan por seguir el ejemplo de Agatocles. Éste, en el 310 adC, cuando Siracusa se hallaba en puertas de ser conquistada por un poderoso ejército cartaginés, embarcó junto con un pequeño ejército griego rumbo a las costas africanas. Su irrupción en los alrededores de Cartago produjo tal pánico en la indefensa ciudad que, llamados sus ejércitos de vuelta, lograron forzar un precipitado ataque púnico sobre Siracusa que terminó en una severa derrota.
A pesar de los más de 50 años transcurridos, Cartago sigue tan carente de tropas que la defiendan como en tiempos de Agatocles, confiada en el bloqueo marítimo de su flota. Los romanos, sabedores de la situación, preparan una invasión que obligue a los cartagineses a aceptar la paz. Todo se prepara con sumo cuidado hasta que en el 256 adC una enorme flota de 330 trirremes con un enorme ejército romano a bordo, al mando del cónsul Marco Atilio Régulo, parte de la costa adriática. Tras bordear el sudeste y sur de la península itálica se encuentran con una flota cartaginesa aun mayor en las proximidades del cabo Ecnomo. En esta segunda batalla naval la victoria vuelve a caer del lado romano. El camino está expedito para la invasión.
Las fuerzas de Régulo desembarcan en África y pronto se hacen dueñas de toda la región, poniendo sitio a la propia Cartago. Los púnicos, desesperados, piden la paz como habían previsto los romanos. Pero las exigencias de Régulo son tales que los cartagineses prefieren morir luchando. Para entrenar a sus tropas han contratado a un afamado líder militar, el espartano Jantipo, que instará a los cartagineses a la lucha.
Tras conseguir ser nombrado general en el 255 adC, Jantipo lanza su ataque contra los desprevenidos sitiadores. Una buena parte del ejército romano había sido trasladado de vuelta a Sicilia para reforzar las operaciones allí, pero aun así, Régulo decide luchar en vez de retirarse. En la batalla de los llanos del Bagradas, Jantipo utiliza inteligentemente los cien elefantes de los que dispone, consiguiendo abrir grandes brechas entre los legionarios, que sufren una importante derrota. Para mayor deshonor, el propio Atilio Régulo es capturado.
El desastre no acaba ahí: el Senado romano reacciona inmediatamente enviando una flota en auxilio de los supervivientes. A pesar de que ésta consigue romper el bloqueo, en la vuelta una tormenta la destruye, pereciendo los restos del derrotado ejército. Una vez más la inexperiencia romana en el mar se paga a un alto precio.
Guerra de desgaste
La desgracia parece haberse cebado con los italianos, lo que anima a los cartagineses a un ataque en toda regla en Sicilia, transportando incluso elefantes a la isla. Por desgracia para los intereses púnicos, Jantipo ha huido por temor a ser asesinado. Los gobernantes habían decidido que tal era la manera de ahorrarse la recompensa por su victoria. No iba a ser la primera vez que su mezquindad abortara sus posibilidades en la guerra contra Roma.
Privados de la dirección de Jantipo, los púnicos son nuevamente derrotados por unos desesperados romanos. Éstos han sido capaces de reconstruir la flota perdida en el increíble tiempo de tres meses, y con su ayuda toman Panormo. Hasta se atreven a dejarse ver en las costas africanas, pero a su regreso a Roma otra tormenta vuelve a acabar con una flota romana.
La única respuesta de Roma ante estas constantes pérdidas es construir más y más barcos, lo que conlleva unos enormes gastos. Sólo su alto sentido patriótico les permite mantener el esfuerzo militar. Pero las fuerzas romanas no son las únicas que están agotadas. Los cartagineses sufren una parálisis en su economía fruto de la interrupción del comercio que es su principal actividad y fuente de riqueza.
Así en el 250 adC los púnicos vuelven a solicitar la paz, y para ello mandan una embajada a Roma, a la que acompaña el ex-cónsul prisionero Régulo. Este se ha comprometido a volver a Cartago para ser ejecutado si la embajada fracasa, pero, tomada la palabra en el Senado romano, aboga por la continuación de la guerra hasta la completa aniquilación de Cartago. Sorprendidos ante este acto de patriotismo, los senadores deciden continuar la guerra. Régulo cumple la palabra dada y vuelve a Cartago donde es asesinado, no sin antes ser cruelmente torturado según las versiones griegas y romanas.
Una nueva flota es fletada por Roma, al mando de Publio Claudio Pulcro, hermano de Claudio Caudex. Igual de precipitado que su hermano mayor, abandona el asedio a Lilibeo para atacar por sorpresa a la flota cartaginesa que se encontraba 32 km al norte, en Drépano. Según la tradición romana, al realizar los augurios con los pollos sagrados éstos se negaron a comer, lo cual era un signo desfavorable del sentido de la próxima batalla. Sin embargo, Claudio Pulcro despreció el mal augurio y arrojó los pollos sagrados al mar diciendo «Pues si no quieren comer, que beban».
Sea por la desmoralización de las supersticiosas tropas romanas, sea por la poca pericia del almirante romano que fue descubierto por la flota cartaginesa antes de poder caer por sorpresa, el caso es que Drépano se convirtió en una sonora derrota de los romanos. Vuelto a Roma, Claudio Pulcro fue juzgado por alta traición y terminó suicidándose.
No sólo en el mar las cosas volvían a ponerse favorables a los cartagineses. En tierra había surgido entre ellos un líder con la suficiente capacidad para liderarlos: Amílcar Barca. Hasta el momento el último vástago de la familia más eminente de Cartago había sido demasiado joven para ostentar el mando, pero nombrado jefe de los ejércitos sicilianos en el 248 adC su cualidades tácticas y estratégicas pronto se hicieron sentir. La propia costa italiana sufre el ataque de la flota púnica durante dos años, devolviendo así la moneda a la estrategia que Régulo había iniciado. Amílcar recupera además Panormo en un ataque por sorpresa, y hostiga continuamente y sin descanso a las fuerzas romanas de Sicilia mediante rápidas incursiones.
Roma resiste y no cede durante estos amargos años. Sus propios habitantes entregan las riquezas con las que va a ser financiada una nueva flota. Encomendada al cónsul Cayo Lutacio Cátulo, éste se enfrenta en la primavera del 241 adC contra la flota cartaginesa frente a las islas Egadas.
La victoria se convierte en decisiva, pues no sólo acaba con los suministros de Lilibeo, sino también con las tropas de refresco destinadas a Amílcar. Este se ve obligado a hacer la paz con Cátulo y abandonar Sicilia, dando así fin a 23 años de guerra ininterrumpida.
Consecuencias de la guerra
El tratado de paz comprendía no sólo el abandono de cualquier pretensión púnica sobre Sicilia, sino también la entrega de los prisioneros de guerra y el abono de una fuerte indemnización de 200 talentos de plata en 20 años. La propia Cartago salía intacta territorial y políticamente del conflicto, pero éste marcó definitivamente su declive.
Si Cartago se encontraba al borde del desastre, no mucho mejor estaba Roma después de un conflicto extenuante y que a la larga resultaba insostenible. Probablemente ello persuadió a los belicosos romanos de continuar la guerra. Sin embargo, sus beneficios fueron notables. Sicilia se convirtió en la primera provincia romana de lo que sería su Imperio (excepto durante un tiempo el pequeño reino oriental de Hierón II). Aun más, recogieron el cetro de Cartago como potencia marítima dominante, lo que le permitió, por ejemplo, hacerse con Malta o Córcega.
El derrotado general Hannón sería ajusticiado según la costumbre cartaginesa. Pero un nuevo problema surge en el ejército púnico. La mayoría de estas tropas eran mercenarias (muchas de origen griego), pero los gobernantes de Cartago se niegan a pagarles. Se inicia una revuelta de los mercenarios, que asedian la propia Cartago, y que le costará a Amílcar tres años sofocarla.
Mientras tanto, algunos mercenarios rebeldes de la isla de Cerdeña entregan la isla a Roma, que envía una fuerza de ocupación. Los cartagineses protestan porque ello suponía una violación del tratado de paz recientemente alcanzado. Fríamente, Roma le declara la guerra, pero se ofrece a anularla si se le entrega no sólo Cerdeña, sino también Córcega. Los púnicos, impotentes, tienen que ceder, y ambas islas se convierten en el 238 adC en nuevas posesiones romanas.
Por el contrario, este tipo de muestra de desprecio y prepotencia será lo que mantendrán viva la llama del odio de los púnicos hacia Roma, personificadas en la familia de los Barca. Odio que desembocará años más tarde en la Segunda Guerra Púnica.
Segunda Guerra Púnica
Es posible que, a causa de ello, haya lagunas de contenido o deficiencias de formato. Por favor, antes de realizar correcciones mayores o reescrituras, contacta con ellos en su página de usuario o la página de discusión del artículo para poder coordinar la redacción.
La Segunda Guerra Púnica es el más conocido de los enfrentamientos bélicos acaecidos en el marco de las Guerras Púnicas entre las dos potencias que entonces dominaban el Mediterráneo occidental: Roma y Cartago. La contienda se suele datar desde el año 219 adC, fecha de la declaración de guerra de Roma tras la destrucción de Sagunto, hasta el 201 adC en el que Aníbal y Escipión acordaron las condiciones de la rendición de Cartago.
Tabla de contenidos
[1 Antecedentes de la guerra
2 La Guerra en Italia
3 Sicilia
4 El curso de la guerra cambia: Hispania e Italia
5 Invasión romana de África
6 El fin de la guerra
7 Enlaces externos
Antecedentes de la guerra
Tras la guerra de desgaste que había supuesto la Primera Guerra Púnica ambos contendientes habían quedado exhaustos. Pero la peor parte se la habían llevado los púnicos, que no sólo habían sufrido amplias pérdidas económicas fruto de la interrupción de su comercio marítimo, sino que habían tenido que aceptar unas costosas condiciones de rendición. Junto a ello, además de tener que renunciar a cualquier aspiración sobre Sicilia, tuvieron que pagar a sus enemigos una indemnización de 3.200 talentos de plata.
En esta decisión de rendición fue clave la presión de los grandes oligarcas cartagineses (a cuya cabeza se encontraba Hannón el Grande), que ante todo deseaban el fin de la guerra para reanudar sus actividades comerciales. Otras importantes figuras púnicas, en cambio, consideraban que la rendición había sido prematura, especialmente teniendo en cuenta que Cartago nunca había sabido explotar su superioridad naval, y que la conducción de la guerra había mejorado ostensiblemente desde que el estratega Amílcar Barca había asumido el mando de las operaciones en Sicilia. Además, consideraban abusivas y deshonrosas las condiciones del armisticio impuestas por Roma.
Para agravar la ya enrarecida situación, los oligarcas, que dominaban el senado cartaginés, se negaron a pagar a las tropas mercenarias que habían vuelto desde Sicilia, y que estaban estacionadas alrededor de la ciudad. La nueva torpeza costó el asedio no sólo de Cartago sino la toma de otros enclaves púnicos, como Útica, y sólo una magnífica campaña de Amílcar consiguió acabar con los mercenarios rebeldes y con los libio-fenicios del interior que se habían sumado a la revuelta.
Cartago necesitaba una gran solución para mejorar su debilitada economía, tras recibir un duro golpe con la pérdida de Sicilia sus finanzas se debilitaron. La solución la traería Amílcar Barca y sus seguidores que organizaron una expedición militar para obtener las riquezas de la península Ibérica. Los pueblos de la zona meridional de Hispania fueron sometidos por Amílcar. Tras su muerte, su yerno Asdrúbal toma el mando. Asdrúbal establece alianzas con las tribus del este de la Península Ibérica gracias a sus habilidades diplomáticas. Funda Cartago Nova (actual Cartagena)y sitúa la frontera con la colonia griega de Masilia en el río Ebro. Fue asesinado en el 221 a.C. tras el cual se nombra a Aníbal Barca caudillo cartaginés.
Es posible que, a causa de ello, haya lagunas de contenido o deficiencias de formato. Por favor, antes de realizar correcciones mayores o reescrituras, contacta con ellos en su página de usuario o la página de discusión del artículo para poder coordinar la redacción.
La Guerra en Italia
Aníbal cambia la política de Asdrúbal. Reabre las hostilidades con los romanos conquistando en el 219 la ciudad de Sagunto que era aliada de Roma pero estaba en los límites de influencia cartaginesa. Este es el inicio de la segunda guerra Púnica. Los cartagineses no podían enfrentarse a los romanos por mar dada la superioridad naval de estos últimos. Sabiendo esto parte desde Hispania hasta Italia atravesando los Alpes Aníbal condujo un ejército de 70.000 norteafricanos e íberos a través del sur de Francia (la Galia Narbonense) y cruzó los Alpes en invierno. Su invasión de Italia se produjo por sorpresa. No había construido una flota y se creía imposible que pudiera cruzar la cordillera. Ciertamente, las bajas fueron importantes, que afectaron también a sus elefantes de guerra, de los que sólo sobrevivieron tres. Sin embargo, en primavera llegó al norte de Italia con un ejército de 26.000 efectivos, desbandando a la tribu de los taurinii y tomando sin lucha su capital, Turín.
Los romanos, al mando de Publio Cornelio Escipión, intentaron atacarle cuando aún no estaba preparado, pero un destacamento de jinetes númidas al mando de Maharbal les rechazó en una escaramuza a orillas del río Ticino. Escipión, que había resultado herido en el enfrentamiento, salvándose gracias al valor de su hijo de 17 años (el futuro Escipión el Africano), se retiró a Piacenza, defendiendo el paso del río Po en aquella altura. Aníbal atravesó el río aguas arriba de Piacenza, dirigiéndose a su encuentro, y ofreciendo batalla a los romanos al llegar a la ciudad. Escipión, comprendiendo la superioridad de la caballería cartaginesa, rechazó la batalla y, sorprendido por la defección de un contingente galo aliado, decidió retirarse de madrugada al otro lado del río Trebia, esperando la llegada del segundo ejército consular, al mando de Tiberio Sempronio Longo. Este impuso su criterio de entablar combate de forma inminente con el ejército púnico, desoyendo los prudentes consejos de Escipión contra esa medida.
Aníbal dispuso un cuerpo de jinetes que cruzaron el río Trebia y atrajeron la atención del ejército romano, el cual, habiendo atravesado el río helado en pleno, sin haberse desayunado y de forma temeraria, se encontraron de frente con el ejército púnico, seco y presto para la batalla. Ésta fue la batalla del Trebia, en donde sólo 10.000 romanos pudieron escapar (de un ejército de 40.000 hombres), mientras que las bajas de Aníbal fueron escasas.
Los romanos se retiraron, dejando a Aníbal el control del norte de Italia. El apoyo de las tribus galas y ciudades italianas no fue el esperado, y muchos terratenientes romanos quemaron sus hogares para evitar el saqueo (dando lugar indirectamente al latifundismo posterior). A pesar de esta resistencia, Aníbal fue capaz de reforzar su ejército hasta contar con 50.000 soldados.
Al año siguiente los romanos eligieron cónsul a Gayo Flaminio, esperando que pudiera derrotar al cartaginés. Flaminio planeó una emboscada en Arretio. Sin embargo, Aníbal recibió informes del ataque y superó al ejército emboscado, atravesando una región pantanosa durante cuatro días y tres noches, en una odisea que le costó dos de sus elefantes y la visión en uno de sus ojos, pero que le garantizaba una marcha directa hacia Roma. El cónsul, sorprendido por completo, se vio obligado a perseguirle, y el emboscador se convirtió en emboscado en el Lago Trasimeno, donde las tropas romanas fueron cercadas y destrozadas, pereciendo el mismo Flaminio a manos de un galo cuya tribu había sido sometida por el romano años atrás.
A pesar de la victoria y las peticiones de sus generales, Aníbal no procedió al asedio de Roma, dado que, aparte de que carecía de equipamiento de sitio adecuado y no poseía una base de aprovisionamiento en Italia central, contaba con debilitar la fuerza de resistencia de Roma mediante destruir vez tras vez lo mejor de su ejército. Por lo tanto, se dirigió hacia el sur de Italia con la esperanza de incitar una rebelión entre las ciudades griegas del sur, lo que le permitiría contar con mayores recursos económicos para vencer a los romanos.
Mientras tanto, el veterano Fabio Máximo había sido nombrado dictador romano, y decidió que lo mejor sería evitar nuevas batallas campales, debido a la superioridad de la caballería cartaginesa. En lugar de ello, intentó cortar la línea de suministros de Aníbal, devastando los campos de cultivo y hostigando a su ejército. Estas operaciones son ahora conocidas como tácticas fabianas, y le valieron el sobrenombre de Cunctator (ralentizador). Estas tácticas no contaban con gran apoyo popular, que deseaba un final rápido a la guerra, por lo que cuando el comandante de la caballería, Minucio, consiguió una pequeña victoria sobre los cartagineses, fue nombrado dictador al igual que Fabio. Sin embargo, la consiguiente división de las fuerzas romanas hizo posible que Aníbal consiguiese una victoria total sobre Minucio, cuyo ejército hubiese sido completamente destruido si Fabio no lo hubiera socorrido. Esto puso en evidencia que las fuerzas romanas no debían debilitarse mediante ser divididas, y que el sistema de la dictadura no era en sí la solución al problema. Así que al año siguiente fue reemplazado por los cónsules Emilio Paulo y Terencio Varrón con esas intenciones.
Ambos cónsules reclutaron al mayor ejército romano de la historia, que se enfrentó al de Aníbal en la batalla de Cannas (216 adC). Los romanos excedían en número a los cartagineses por 36,000 hombres (en total eran 80,000 infantes y 6,000 jinetes, según Polibio); los cartagineses, en número de 50,000, eran superiores en caballería (10,000 efectivos.)Aníbal, en el transcurso de la batalla de Cannas permitió al centro de sus tropas retirarse, doblándose en forma de U, y aprovechando que su caballería, superior a la romana, obligó a esta última a retirarse de manera desordenada, fue capaz de rodear a las legiones y aniquilarlas por completo. Sólo escaparon 16.000 romanos. En esa batalla el cónsul Emilio Paulo (abuelo del futuro destructor de Cartago, Escipión Emiliano, perdió la vida, mientras que Terencio Varrón huyó con los restos del ejército romano derrotado.
Esta batalla le valió a Aníbal algo del apoyo que necesitaba. Los tres años siguientes se unieron a su causa las ciudades de Capua, Siracusa (en Sicilia) y Tarento. También le valió la alianza del rey Filipo V de Macedonia el 217 adC, lo que dio comienzo a la Primera Guerra Macedónica. La flota macedónica era, sin embargo, demasiado débil para oponerse a la romana, por lo que no pudo facilitarle apoyo directo en Italia.
En Roma, después de tantos desastres, cundió el pánico. Ya no había familia en la que alguien no hubiese muerto en combate. Se pensó que Aníbal atacaría inmediatamente la ciudad, por lo que se tomaron severas medidas para la defensa, entre ellas el reclutamiento general de todos los hombres de más de 17 años de edad aptos para las armas, así como la compra de 8,000 esclavos jóvenes por parte del estado, con el fin de formar 2 legiones, y el uso de las armas custodiadas como trofeos de guerra. Para evitar que Aníbal se enterara de estas disposiciones, se prohibió la salida de la ciudad a los civiles. Gracias a estas medidas, la moral del pueblo fue sensiblemente elevada.
Roma había empezado a comprender la sabiduría de las tácticas de Fabio, que fue reelegido cónsul el 215 adC y el 214 adC. Otra lección de las duras derrotas sufridas fue que los romanos debían deponer sus diferencias políticas a fin de enfrentarse unidos con un enemigo que procuraba su total destrucción. Durante el resto de la guerra en Italia, Roma empleó "tácticas fabianas", dividiendo su ejército, de 25 legiones inexpertas, en pequeñas fuerzas situadas en localizaciones vitales, y evitando los intentos cartagineses de atraerlas a batallas campales. Desde el año 211 Roma empieza a resurgir de sus cenizas.
Sicilia
En el año 212 a.C. los siracusanos, después de la muerte de su rey Hierón, decidieron romper el tratado de alianza con Roma y ponerse de parte de Cartago. Los cartagineses prometieron a Siracusa darle el dominio de toda Sicilia a cambio de su ayuda para vencer a Roma. Esto provocó que los romanos les declararan la guerra, enviando al cónsul Claudio Marcelo con 4 legiones incompletas y la flota para tomar por asalto Siracusa. En esta ciudad vivía el gran matemático y físico Arquímedes, quien construyó máquinas de guerra que sembraron el pánico entre el ejército y la flota romanos. Sobresale entre estas máquinas una que podía arrojar un ancla con un cabestrante, de modo que cuando el ancla se clavaba en la nave era retirada con violencia por medio del cabestrante, alzando la nave y provocando su hundimiento.
Marcelo tuvo que desistir del asalto y pasar al sitio. El ejército cartaginés llegó a ayudar a la ciudad, estableciendo su campamento cerca del romano, al tiempo que la flota entró al puerto y llevó provisiones a los siracusanos. La situación se decidió cuando se desató una epidemia provocada por las exhalaciones de los pantanos que rodeaban Siracusa, las que provocaron la muerte de casi todo el ejército cartaginés (entre los romanos la peste fue más benigna.)
Al llegar la primavera del 211 a.C. la flota cartaginesa decidió llevar ayuda a Siracusa pero, habiéndosele acercado la flota romana, el comandante cartaginés decidió retirarse, lo que provocó la rendición de la ciudad. Los romanos procedieron entonces a saquearla, llevándose innumerables tesoros artísticos y monetarios. Arquímedes, quien había sido requerido por Marcelo para conocerle, al hacer caso omiso de la orden, fue asesinado por un soldado romano desconocido. De esta manera los romanos restablecieron y ampliaron su dominio en Sicilia, lo que les permitió contar con una ingente fuente de aprovisionamiento de granos, decisiva para levantar la moral del pueblo.
El curso de la guerra cambia: Hispania e Italia
En Hispania los hermanos Escipión (Publio y Cneo) habían conseguido importantes logros, distrayendo a un gran número de tropas cartaginesas y poniendo en peligro el dominio cartaginés en ese país, pero el hermano de Aníbal, Asdrúbal, finalmente los derrotó por separado y les dio muerte. Roma comprendió que era necesario desalojar a los cartagineses de España para evitar una nueva invasión cartaginesa, por lo que envió a Publio Cornelio Escipión, el futuro Escipión el Africano, quien tenía ya 25 años de edad. Éste, aprovechando que los cartagineses estaban diseminados por toda la zona sudoriental de España, toma Cartago Nova (actual Cartagena)en una audaz y brillante maniobra estratégica, y derrota en Baecula a Asdrúbal quien, con los restos de su ejército, se dirigió a Italia sobre los pasos de su hermano Aníbal, a fin de reunirse con él (ver más adelante.)
Mientras tanto en Italia los romanos, que durante toda la guerra contaron con el apoyo de las ciudades del centro del país, decidieron revertir el curso de la guerra, para lo que enviaron un gran ejército a sitiar la ciudad de Capua, segunda ciudad de Italia en importancia. Aníbal obligó a los romanos a levantar el sitio, pero no pudo permanecer en la ciudad por falta de abastos. Los romanos, una vez Aníbal se hubo retirado, volvieron a sitiar la ciudad, rodeando completamente a la misma con un doble foso. Todos los ataques de Aníbal fueron rechazados, por lo que éste, a fin de obligarlos a levantar el sitio, marchó sobre Roma. Llegó a las puertas de la ciudad, pero las potentes fortificaciones y la presencia en ella de 4 legiones le hicieron desistir de su ataque. Además, las legiones que sitiaban Capua no se movieron de su puesto. Aníbal, por lo tanto, se vio obligado a dejar la ciudad a merced de los romanos, quienes la tomaron y redujeron a esclavitud a parte de su población.
La caída de Capua facilitó a los romanos la reconquista de las principales ciudades de Italia meridional controladas por los cartagineses, entre ellas Tarento, en la que Fabio Máximo redujo a esclavitud a 30,000 habitantes.
Al salir Asdrúbal de España, envió mensajes a Aníbal en los que le expresaba su deseo de reunirse con él en la zona de Umbría, en Italia central. Sin embargo, los correos cayeron en manos del cónsul romano Claudio Nerón, quien se encontraba en el sur de Italia enfrentando al cartaginés. En el norte de Italia se encontraba el cónsul Livio Salinator, con 25,000 hombres. Asdrúbal contaba con 30,000, por lo que Nerón decidió llevarse a los 15,000 hombres más selectos de su ejército para reunirse con Livio. De esa manera, los romanos sumaron 40,000 hombres, que derrotaron totalmente a Asdrúbal en la Batalla del Metauro, donde este último perdió la vida. Aníbal, enterado de la muerte de su hermano cuando los romanos le arrojaron su cabeza, comprendió que no era posible recibir más ayuda desde España, viendo reducido su sector de operaciones. En cambio, para los romanos esta victoria motivó un entusiasmo incontenible, que les permitió continuar la guerra con renovada energía y decisión a fin de ganarla.
Una vez que Asdrúbal salió hacia Italia, Escipión atrajo a sus filas a las diversas tribus españolas. Esto le permitió derrotar vez tras vez a los cartagineses, hasta que en el 206 a.C. los expulsó de Hispania tras la Batalla de Ilipa. El hermano menor de Aníbal, Magón, una vez fuera de Hispania, se dirigió a las islas Baleares (aún bajo el control de Cartago), y los romanos se apoderaron de las últimas ciudades españolas bajo el control cartaginés. Sin embargo, Magón trató de ayudar a su hermano desembarcando en la Italia septentrional, pero los romanos le derrotaron, infligiéndole heridas graves que le condujeron a la muerte meses después.
Invasión romana de África
Al año siguiente Escipión, elegido cónsul, decidió atacar directamente a Cartago, aprovechando la superioridad naval romana. Una vez desembarcado en África sin oposición de la flota cartaginesa, los romanos encontraron un aliado que a la postre resulta decisivo: Masinissa, rey nominal de Numidia Oriental, despojado de su trono por su archirrival, Sifax, rey de Numidia Occidental, aliado de Cartago. Escipión pone sitio a Utica, ciudad ubicada en la costa mediterránea de África, pero la llegada de los ejércitos unidos de Sifax y Cartago lo obligan a retirarse. Escipión decide entrar en negociaciones de paz, pero con el secreto fin de averiguar todo lo necesario para atacar por sorpresa a sus enemigos. Los romanos llevaron a cabo su ataque y causaron ingentes pérdidas a los cartagineses y los númidas, quienes reunieron sus últimas reservas para enfrentar a Escipión. La consiguiente Batalla de los Campos Magnos culminó con la completa victoria romana, expulsando a Sifax del trono de Numidia y obligando a Cartago a entablar negociaciones de paz. Aníbal fue llamado para que regresara de Italia.
Cartago y Roma acuerdan que la paz se restablecerá mediante la pérdida de Cartago de cualquier posesión no africana, entrega de toda la flota de guerra con excepción de unas cuantas naves y el pago de un tributo, así como el reconocimiento de Masinissa como rey independiente de Numidia. Sin embargo, al llegar las tropas cartaginesas de Aníbal y Magón a África, se decidió romper el acuerdo mediante la a gresión a unas naves romanas que buscaron refugio de una tormenta cerca de Túnez. La guerra volvió a empezar, pero la situación era ahora muy diferente.
Escipión desembarcó en África y se puso en contacto con Masinisa, quien le proporcionó 4,000 jinetes y 6,000 infantes. Aníbal, informado de su llegada, movilizó a su ejército, pero antes de entrar en batalla trató de negociar con Escipión. No habiendo acuerdos, se dispusieron a la lucha en Zama.
En esta ocasión los romanos eran superiores en caballería, aunque Aníbal trató de contrarrestar esta desventaja formando al frente de sus ejércitos a 80 elefantes de batalla. Sin embargo, la estrategia romana neutralizó la efectividad de los elefantes, espantando con el sonido de trompetas a algunos (que se arrojaron sobre su propias filas) y no poniendo obstáculos en su paso a través de sus filas a los que sí avanzaron, al tiempo que les infligían heridas graves. Al mismo tiempo, la caballería romana obligó a huir a la cartaginesa. La infantería cartaginesa tuvo que luchar encarnizadamente para resistir la presión de los romanos, lo que produjo un virtual empate, situación que fue decidida cuando los jinetes romanos regresaron de la persecución de la caballería cartaginesa y la atacaron por la retaguardia. Esta batalla, la Batalla de Zama, fue la primera gran derrota de Aníbal en su carrera militar.
El fin de la guerra
El propio Aníbal decide llevar a cabo las negociaciones de paz con Roma, pues comprende que es inútil seguir resistiendo. Las duras condiciones impuestas por Roma son: pérdidas de todas las posesiones de Cartago ubicadas fuera del continente africano; prohibición de declarar nuevas guerras sin el permiso del pueblo romano; obligación de entregar toda la flota militar; reconocimiento de Masinissa como rey de Numidia y aceptación de las fronteras entre Numidia y Cartago que éste determinase; pago de 10,000 talentos de plata (aproximadamente 260,000 kg) en 50 años; mantenimiento de las tropas romanas de ocupación en África durante tres meses; entrega de 100 rehenes escogidos por Escipión, como garantía del cumplimiento del tratado.
Aníbal aceptó las condiciones, a fin que los romanos le dejaran en paz mientras ayudaba a Cartago a reconstituir su poderío. El tratado fue ratificado por ambos senados, el cartaginés y el romano, en el año 201 a.C. Al conocer el fin de la guerra, los romanos celebraron una gran fiesta triunfal y a Escipión se le empezó a llamar El Africano.
Tan duras condiciones, aunque dejaban a Cartago como un estado independiente, lo redujeron a una posición de segundo plano en la escena internacional, lo que cortó de raíz cualquier intento de Aníbal y de otros por recuperar su antigua gloria.

Tercera Guerra Púnica

Último conflicto militar entre Roma y Cartago, desarrollado entre los años 149 a 146 a.C., que se saldó con la completa destrucción de la ciudad y la venta de los supervivientes como esclavos, desapareciendo para siempre el estado cartaginés, cuyos territorios fueron absorbidos por Roma.
Tabla de contenidos
[ocultar]
1 Causas de la guerra
2 Inicio de la guerra
3 El estancamiento romano frente a Cartago
4 Escipión Emiliano toma el mando
5 La toma de Cartago
6 La muerte de Cartago
7 Cartago resurge de sus cenizas
Causas de la guerra
Los romanos nunca perdonaron a Cartago por haber llegado tan cerca de Roma.
Tras la segunda guerra púnica, el tratado de paz consiguiente establecía que los cartagineses no podían tener una flota armada, ni tampoco hacer la guerra sin permiso de Roma. Por eso, cuando Catón el Viejo visitó Cartago en el año 152 a.C., creyó que iba a encontrar una diminuta y mísera ciudad situada en una península africana: nada más lejos que la realidad. Los cartagineses, no pudiendo emplear su dinero en guerras, y con una enorme capacidad comercial que les hacía convertir lo que tocaban el oro, habían hecho de su urbe una ciudad esplendorosa, sobre todo comparándolo con el inmenso barrio de chabolas que era Roma en esta época de su historia. Ante esta situación, Catón volvió a Roma bramando contra Cartago, diciendo que si dejaban que ésta se recuperase, volvería a entablar una guerra contra Roma, y que por tanto, y por razones de seguridad, Cartago debía ser destruida. Esta frase (Ceterum censeo Carthaginem esse delendam), constituyó el final de todos sus discursos, versasen sobre lo que versasen, durante los tres años que precedieron al inicio de la guerra. Uno de sus discursos más espectaculares fue el que dio en el Senado con un higo en la mano, procedente de Cartago según él (aunque muy probablemente fuera de su propia huerta, eso sí, de una higuera cartaginesa), argumentando que este higo representaba el inmenso poder civil, a la par que militar, de la ciudad de Cartago. Sin embargo, el inicio de la guerra se dilató repetidamente, debido entre otras cosas a la oposición del bando de los Escipiones, que consideraban que si el único gran enemigo de Roma era destruido, los romanos caerían en un relajamiento de costumbres que les conduciría a su propia decadencia.
No obstante, parece que las razones que tuvieron los romanos para destruir a Cartago no fueron tanto de rencor ancestral, cuanto económicas. El comercio cartaginés por todo el Mediterráneo hacía la competencia, con sus productos agrícolas (los famosos higos, el vino, etc), a los ricos latifundistas de Campania (Italia), y este competidor comercial les estaba arrebatando pingües beneficios. Por tanto, la aristocracia latifundista apoyó la idea de Catón, y ésta finalmente fue aprobada en cuanto se encontró una excusa adecuada para iniciar la contienda. Sin embargo, Catón murió poco antes o poco después de que se iniciara el conflicto que tanto había deseado.
Inicio de la guerra
Durante esta época, Masinissa, rey de Numidia (antigua sierva de Cartago, y vecina suya), y con el permiso de los romanos, realizaba continuos ataques a los territorios pertenecientes a los púnicos. Los cartagineses no podían defenderse, ya que (como hemos mencionado), necesitaban el permiso de Roma para hacerlo, y los latinos hacían siempre la vista gorda. Llegó un momento sin embargo, en que las humillaciones fueron tan fuertes, que el pueblo cartaginés depuso al partido prorromano que administraba la ciudad, y colocó al frente a unos dirigentes partidarios de responder a las provocaciones de los númidas. Respondieron entonces al asalto de Horóscopa enviando un ejército al mando de Asdrúbal, el cual fue desastrosamente derrotado. De esta manera, los romanos encontraron el casus belli adecuado para iniciar la guerra: los cartagineses iniciaron una guerra sin autorización del pueblo romano.
Habiendo tomado conciencia de lo que eso significaba, los cartagineses condenaron a muerte a Asdrúbal y a los principales miembros del partido militar, y se enviaron dos embajadas para tratar de solucionar la situación. Sin embargo, Roma no aceptó las excusas cartaginesas, y declaró la guerra. En consecuencia, el gobierno cartaginés, en un intento de salvar la ciudad de su destrucción, decidió rendirse incondicionalmente.
En respuesta, el senado romano declaró que garantizaría a los cartagineses la libertad, la tierra, la propiedad y la existencia del estado, a cambio de la entrega de 300 rehenes elegidos entre los hijos de los dirigentes gubernamentales cartagineses, y a condición que se cumplieran las decisiones de los cónsules una vez se hubiesen asentado éstos en suelo africano. Como resultado, los rehenes fueron inmediatamente entregados.
Cuando los romanos llegaron a Útica, ciudad africana sobre la costa del Mediterráneo (que ya se había rendido) exigieron la entrega de todos los pertrechos militares, orden que fue obedecida sin discusión. Pero no contentos con esto, los romanos transmitieron la orden terminante de destruir la ciudad de Cartago. Se dio a sus habitantes la libertad de escoger un sitio para una nueva ciudad donde ellos quisieran, siempre que la distancia del mar no fuese inferior a 80 estadios (15.4 km) Eso significaba el fin de Cartago como potencia marítima y comercial, quedando relegada a las actividades agrícolas.
Esta decisión carente de humanidad fue airadamente rechazada por la población cartaginesa, quienes asesinaron a todos los que de una u otra manera estuvieron involucrados en la entrega de Cartago a Roma. Aunque desarmada, Cartago estaba rodeada por excelentes fortificaciones que permitirían su defensa a los mismos ciudadanos aun con inferioridad numérica y de equipo con relación a los romanos. Con el fin de ganar tiempo para fabricar armas, los cartagineses enviaron una embajada a los cónsules romanos con el pretexto de un armisticio a fin de negociar con el senado romano. El armisticio fue rechazado, pero inexplicablemente los romanos no procedieron a asaltar de inmediato la ciudad.
Gracias a esto, los cartagineses pudieron prepararse para resistir el sitio, fabricando armas día y noche, construyendo máquinas de guerra (cuyas cuerdas se prepararon con cabellos de mujeres, quienes los donaban para tal fin) reforzando las murallas de la ciudad y amontonando provisiones en enorme cantidad. Asdrúbal, que después de su condena a muerte consiguió escapar y formar un ejército propio que ocupaba casi todo el territorio cartaginés, fue amnistiado y se le imploró que ayudara a la ciudad en ese momento de angustia, lo cual aceptó de inmediato. Increíblemente los romanos no sospecharon nada de estas acciones, pues cuando por fin se decidieron a asaltar la ciudad, se encontraron con la muy desagradable sorpresa de que ésta estaba completamente lista para defenderse.
El estancamiento romano frente a Cartago
Los primeros dos años de sitio significaron un fracaso total para los romanos. Para ellos, tomar la ciudad les parecía imposible, pues contaba con enormes recursos, sólidas fortificaciones y un gran ejército que impedía su aislamiento total. Tan incapaces se mostraron los romanos en las acciones militares que ni siquieran lograron paralizar la actividad comercial y militar marítima de los cartagineses. Como el sitio se prolongaba, los comandantes romanos decidieron permitir la entrada en su campamento de "elementos de distracción": prostitutas, comerciantes, y personas similares, lo que provocó un relajamiento catastrófico de la disciplina militar.
Mientras tanto, los círculos dirigentes romanos, avergonzados de la injustificable prolongación del sitio contra la ciudad, en el año 147 a.C. decidieron, aun en contra de los criterios legales vigentes, nombrar cónsul y comandante supremo del ejército romano en África al nieto adoptivo de Escipión el Africano, Publio Cornelio Escipión Emiliano, considerado el oficial más capaz de todo el ejército romano. Su capacidad había quedado demostrada al dar solución a situaciones críticas del ejército durante el sitio de la ciudad africana, así como haber logrado resolver el muy difícil problema de dividir el poder entre los tres herederos del rey númida Masinissa, quien le requirió para tal fin. Además, se decía de él que solamente un descendiente del gran Escipión el Africano podría derrotar a Cartago.
Escipión Emiliano toma el mando
Escipión Emiliano se dirigió a África con refuerzos. Una vez llegado allí, depuró el ejército de todas las gentuzas que contribuían al relajamiento de la disciplina. Al ser restaurada ésta, reanudó el adiestramiento de los soldados en la guerra, lo que le permitió enfrentarse al numéricamente superior ejército de Asdrúbal en una gran batalla en la que los cartagineses perdieron 85.000 hombres. Esto permitió a Escipión rodear completamente la ciudad por tierra. La flota romana incursionó masivamente en el golfo de Túnez, impidiendo la salida de las naves cartaginesas. Por primera vez en el curso de la guerra, Cartago, durante el invierno del año 147 a.C., estaba completamente aislada del mundo exterior, lo que provocó la rápida disminución de sus reservas alimenticias, contribuyendo esto al brote y propagación de enfermedades que hicieron estragos entre la población de la ciudad.
La toma de Cartago
Al llegar la primavera del año 146 a.C. la población estaba tan debilitada por el hambre y las enfermedades que los romanos decidieron que era el momento de asaltar la ciudad. Los romanos penetraron por el puerto atravesando parte de las murallas y también aprovecharon una grieta hecha en esta por uno de sus arietes. Además, con escalas y construyendo una torre de asalto en la muralla, consiguieron entrar pese a la fuerte resistencia de los ciudadanos.
Tras entrar en la ciudad, los romanos fueron recibidos por una verdadera lluvia de lanzas, piedras, flechas, espadas e incluso tejas que lanzaban desde los tejados de sus casas. Los romanos tuvieron que detener su marcha y con tablones, pasaron de vivienda en vivienda acabando con los habitantes de la ciudad, la mayoría de los cuales lucharon hasta la muerte. La lucha continuó y los ciudadanos iban cayendo uno tras otro. Durante seis días con sus noches los romanos y los cartagineses entablaron una gran batalla urbana, cuyo resultado claramente favorecía a los primeros. El objetivo de las legiones era tomar completamente la ciudad, finalizando con la captura de la ciudadela fortificada de Byrsa, ubicada sobre la cima de una colina escarpada, en el corazón de la ciudad, punto a donde se dirigían los defensores en su continuo retroceder ante los romanos, quienes avanzaban demoliendo muros, abriéndose camino a través de montañas de ruinas o pasando por los techos de las casas y los edificios. Las tropas de Escipión arrancaron las placas de oro de los templos sumando todo esto a una gran destrucción.
Los últimos supervivientes de la batalla de Cartago, unos 50.000, se refugiaron en el templo de Eshmún (Esculapio para los romanos), situado en Byrsa, junto a su necrópolis sagrada. Allí, la mayor parte de los púnicos rogaron a Escipión que tuviera clemencia con ellos, incluso Asdrúbal, quien había logrado escapar tras la destrucción de su ejército y dirigía la defensa de la ciudad. Escipión prometió respetarles la vida. Sólo quedaron en el templo los desertores romanos (cerca de un millar) que tras ver la gran traición de su general, se suicidaron, y también la mujer de Asdrúbal, que vestida con una túnica de gala, insultó a su marido y se dirigió a los romanos diciéndoles: "vosotros que nos habéis destruido a fuego, a fuego también seréis destruidos" y dicho esto besó a sus hijos y se lanzó a las llamas del fuego (hay versiones que dicen que acuchilló a sus hijos y los lanzó consigo al fuego.) Esta escena fue similar a la de la reina Elisa o Dido en los principios de Cartago. Los desertores también se sacrificaron en la misma pira. Una vez esto ocurrió, el flemático Escipión Emiliano comenzó a llorar, y gritó en griego una frase de la Ilíada, referida a la destrucción de Troya: "Día vendrá en que perezca la sagrada Ilión, Príamo y el pueblo de Príamo, el de la buena lanza de fresno". Polibio le preguntó por qué mencionaba esta cita, y Escipión le confesó que temía que algún día estas palabras, aplicables ahora a Cartago, pudieran también utilizarse para hablar del destino de Roma.
La muerte de Cartago
Los pocos supervivientes (cincuenta mil), fueron en su mayor parte vendidos como esclavos y la ciudad fue saqueada. Tras su toma, una comisión del senado romano se presentó en Cartago para decidir qué hacer con ella. Según los indicios, una parte del senado (incluido el propio Escipión) deseaba conservar la ciudad a fin de repoblarla con colonos romanos, pero la mayoría del senado decidió que debía ser destruida, tal como Catón el Viejo lo deseaba (aunque no pudo ver su sueño hecho realidad, pues murió tres años antes.) Así que Escipión ordenó demoler sistemáticamente la ciudad y allanarla por completo, maldiciendo el sitio en el que se encontraba, y trazando después sobre él surcos con el arado...
La leyenda dice que, aparte de la total destrucción de la ciudad, sus campos fueron sembrados de sal, para que no volviera a crecer nada fértil. No obstante, la mayor parte de los arqueólogos que allí han trabajado creen que se trata de una mera exageración, y que no hubo ni mucho menos una destrucción sistemática de los restos de la ciudad púnica, adonde incluso se dirigió Mario en un momento de exilio, haciendo una especie de visita turística, para reflexionar sobre la futilidad de las cosas humanas. Sin embargo, contra esto se puede alegar que es harto motivo de reflexión para cualquier persona visitar una llanura pelada y rocosa donde se sabe que antiguamente surgía una gran ciudad. Muchos arqueólogos que cavan en ruinas de ciudades antiguas y deshabitadas experimentan esta clase de sentimientos.
La historia fue contada por Polibio, fuente principal en la que se basó el relato de Apiano sobre esta guerra. En ella, entre otros, participó Tiberio Sempronio Graco, que por entonces sólo contaba con quince años. Unos 20 años más tarde, su hermano Cayo Sempronio Graco, tribuno de la plebe trató de establecer una colonia en Cartago (llamada Junonia, en honor de la diosa romana Juno), aunque ésta no llegó a fructificar.
Lo que sí es seguro es que las ciudades que apoyaron a Cartago durante toda la guerra fueron destruidas. En cambio, las ciudades que se rindieron sin condiciones (como Utica) recibieron la libertad. El territorio cartaginés se convirtió en provincia romana con el nombre de África, y abasteció de trigo a la república primero y después al Imperio.
Cartago resurge de sus cenizas
Cartago fue reconstruida por el emperador romano Octaviano Augusto, siguiendo una idea de su padre adoptivo Julio César, que le vino de un sueño. En el siglo II hubo incluso un emperador, Septimio Severo, que procedía de las cercanías de Cartago (específicamente de Leptis Magna, y hablaba el latín con un fuerte acento púnico. Cartago, que durante el Imperio fue una de las ciudades más esplendorosas del mundo romano, sobrevivió hasta el siglo VII, cuando fue destruida por la invasión árabe del norte de África. Actualmente, Cartago es un suburbio residencial de la ciudad de Túnez, capital de la república norteafricana del mismo nombre.
Fuentes adecuadas para estudiar más a fondo esta guerra y sus protagonistas:
Las páginas web, www.biografíayvidas.com, e www.historialago.com.
Libros:
Cartago: una ciudad, dos leyendas, de Carlos G. Wagner.
Cartago, de Serge Lancel
Cartago contra Roma. Las guerras púnicas, de Mira Guardiola.
Las guerras púnicas, de Adrian Goldsworthy.
Guerras Macedónicas
Las Guerras Macedónicas enfrentaron a Filipo V de Macedonia con Roma en el período comprendido entre los siglos III y II adC.
Tabla de contenidos
1 Preludio
2 Primera Guerra Macedónica
3 Segunda Guerra Macedónica
4 Tercera Guerra Macedónica
Preludio
A finales del siglo III adC, Macedonia era aún la gran potencia dominante en el Mediterráneo Oriental. Su ejército, descendiente directo de aquél de Alejandro Magno, aún era temido, al igual que su estilo de combate, que enfatizaba las armas combinadas pero cargaba mucha mayor responsabilidad sobre el poder de la falange que nunca hiciera (o hubiera hecho) Alejandro. Mientras Roma trabajaba la movilidad y flexibilidad, la falange macedonia se hacía más rígida que nunca.
Primera Guerra Macedónica
Durante la Segunda Guerra Púnica, Filipo se alió con Cartago. Aunque este acuerdo no conllevó a ninguna batalla campal entre Roma y Macedonia, fue conocido históricamente como Primera Guerra Macedónica. Tras escaramuzas de pequeña importancia, se negoció una paz inestable que permitía a Roma concentrar sus energías en derrotar a Cartago. La leyenda dice que Filipo envió varios miles de hombres a Aníbal en Zama, pero no existen documentos fiables que respalden esta historia.
Segunda Guerra Macedónica
En el año 200 adC, siendo ya Roma la potencia dominante de Italia y el Mediterráneo Occidental, Rodas y Pérgamo le pidieron ayuda contra las continuas agresiones macedónicas en los Dardanelos y Egipto. La atención de Roma se volvió hacia el Egeo y sus antiguas rencillas con Filipo.
Roma exigió a Macedonia su retirada completa de Grecia. Filipo accedió en parte, pero quiso mantener el control sobre las ciudades de Demetrio, en Tesalia;Calcis, en Eubea; y Corinto, en Aquea; a las que el rey conocía como "Grilletes de Grecia".
Una delegación griega fue enviada a Roma, para darle al Senado una lección de geografía helena. Las negociaciones terminaron en un callejón sin salida. Sin embargo, como resultado, el Senado envió al cónsul Tito Quincio Flaminio, al mando de dos legiones más 6.000 infantes y 300 jinetes aliados para expulsar a Filipo de Grecia. Comenzaba la Segunda Guerra Macedónica.
Tras una serie de combates en todo el territorio griego, los ejércitos de Filipo y Flaminio se encontraron en la batalla de Cinoscéfalos. El rey macedonio fue derrotado, debiendo firmar un tratado de paz por el que abandonaba sus pretensiones sobre Grecia. Al mismo tiempo, un segundo ejército macedonio era derrotado por Atalo I, rey de Pérgamo, en Asia Menor.
Tercera Guerra Macedónica
Filipo V mantenía la tradición macedonia de enseñoreamiento sobre los griegos, heredada de Filipo II y lejandro Magno. Aunque los romanos en la guerra anterior lo habían derrotado y separado políticamente de Grecia, nunca renunció a la idea de deshacerse de la influencia de Roma sobre su "patio trasero".
Por ello, una vez que logró poner las cosas en orden en su país, elaboró una estrategia para mantener a los romanos ocupados mientras él se apoderaba nuevamente de Grecia. Esta estrategia consistía en conquistar los territorios al sur del Danubio y concertar tratados de alianza con las tribus bárbaras transdanubianas, con el fin de lanzar a éstas contra Italia. Esta última parte no pudo realizarla, pues murió en el 179 ADC.
Su hijo y heredero al trono, Perseo, no continuó la política de su padre, quien veía a los griegos como poco más que esclavos. Al contrario, Perseo buscó la alianza y la amistad de muchas ciudades estado griegos y reinos helenísticos, logrando como resultado que Prusias II de Bitinia, Seleuco IV de Siria (su suegro), Rodas, Bastarnia, Iliria, Etolia y otros más fuesen sus amigos. En los 20 años posteriores a la segunda guerra macedónica, el odio hacia Roma en Grecia se había incrementado notablemente, pues el pesado yugo que los romanos imponían indirectamente a través de la oligarquía reinante había resultado en el empobrecimiento generalizado de la población.
Aprovechando esto Perseo inició una política demagógica, invitando a quienes fueran perseguidos por política o por deudas a refugiarse en Macedonia, donde les serían reconocidos sus derechos y bienes. Pero el resultado de ellos fue contraproducente, pues las clases poseedores, al ver sus intereses en peligro, volvieron sus ojos a Roma con el fin de conseguir ayuda para deshacerse de Perseo.
Eumenes II de Pérgamo fue uno de los más ardientes impulsores de la guerra: logró llegar al senado y presentar muchas quejas contra Perseo; como resultado, Roma declaró la guerra a Macedonia. Sin embargo, las operaciones militares no iniciaron de inmediato, pues los romanos no estaban preparados para la guerra. De regreso a Pérgamo, Eumenes II fue víctima de un atentado en la isla de Delfos, organizado por Perseo.
Perseo, por su parte, aun sabiendo que Roma estaba oficialmente en guerra con él, pero no lo había atacado aún, asumió una postura defensiva, que al final le acarreó la ruina. Decidió no ocupar con sus tropas los puntos estratégicos más importantes de Grecia, lo que le habría dado una sustancial ventaja inicial, y dio tiempo a los romanos a preparar cuidadosamente la guerra.
Sin embargo, no todo era ventaja para los romanos. Aunque por su cobarde actitud la mayor parte de sus amigos y aliados se habían alejado de él, al iniciarse las operaciones militares (171 ADC), los macedonios lograron derrotar en Tesalia a la caballería e infantería ligera romanas. Esto provocó que los antiguos amigos y aliados se unieran a él, pero Perseo, temeroso de la reacción romana, evacuó sus fuerzas de Grecia y se retiró a Macedonia, renunciando a una guerra ofensiva.
Durante los dos años siguientes la guerra fue pasivamente conducida por Roma y por Macedonia; sin embargo, esta última desplegó una gran actividad diplomática que brindó algunos resultados por el resurgimiento de la flota macedonia en el mar Egeo y por la aparente incapacidad de Roma de dar fin a la guerra. Esto generó entre los rodios el deseo de actuar como intermediarios para finalizar la guerra, dado que su comercio estaba fuertemente contraído a causa de ésta. Sin embargo, notando el senado romano la actitud de los griegos hacia Roma, y viendo el peligro que esto representaba, decidió poner fin a la guerra victoriosamente al precio que fuese.
En el 169 se nombró cónsul a un noble sin fortuna, Lucio Emilio Paulo, hijo del cónsul del mismo nombre muerto en Cannas durante la Segunda Guerra Púnica, padre biológico de Publio Cornelio Escipión Emiliano. Emilio Paulo contaba con muchos años de experiencia militar adquirida en las guerras de Liguria y España, y era famoso por su intachable honestidad. Llegado al teatro de operaciones, rápidamente restauró la disciplina que se había relajado y logró penetrar en Macedonia hasta la ciudad de Pydna, donde estaba Perseo y su ejército. Allí se desarrollaría la famosa batalla de Pydna, cuyo resultado fue la destrucción para siempre de la monarquía macedonia.
El primer choque entre romanos y macedonios fue tan fuerte que las vanguardias romanas fueron destrozadas y las legiones se empezaron a retirar a las alturas que rodeaban el campamento romano. Inmediatamente las falanges macedonias se abrieron para dar persecusión a los romanos. Emilio Paulo se aprovechó de esta cicunstancia, y lanzó a las reservas a los costados y la retaguardia de las falanges, terminando por romper totalmente su formación, y los legionarios perseguidos dieron la vuelta y cercaron a los macedonios. La caballería macedonia, al ver la derrota de la infantería, optó por retirarse del campo de batalla.
Todo el enfrentamiento terminó en menos de una hora, con el resultado de 20,000 macedonios muertos y 11,000 prisioneros. Las pérdidas romanas fueron muy inferiores. Perseo, al ver su derrota, sólo se preocupó por la salvación de sus tesoros (era avaro como ningún otro), y fue el primero en huir del campo de batalla.
Perseo huyó con su oro (unos 6,000 talentos) a Samotracia, en cuyo santuario confiaba en encontrar un refugio seguro. Pero los romanos, que no respetaban santuarios de ninguna clase, lo obligaron a rendirse con sus tesoros y sus dos hijos, y fue confinado en Italia, donde murió algunos años después. Su hijo mayor, Filipo (y técnicamente heredero del trono de Macedonia) murió dos años después que el padre, mientras que el más joven se convirtió en un simple escribano.
Como resultado de la guerra, Macedonia fue dividida en cuatro repúblicas nominalmente independientes, cuyos habitantes no podían tener relaciones diplomáticas, comerciales ni matrimoniales entre ellos. Macedonia tenía prohibido comerciar con madera, materiales de construcción, metales preciosos ni sal con quien fuese. Las fortalezas fueron desmanteladas y lka población desarmada. La monarquía macedonia fue destruida para siempre.
El empobrecimiento resultante y el recuerdo de la libertad y la gloria antiguas de Macedonia hizo que 20 años después, al presentarse un impostor que se hacía pasar por el fallecido hijo de Perseo, Filipo, los macedonios se rebeleran contra Roma, rebelión cuyo resultado final fue la transformación de Macedonia en una provincia romana y la consiguiente pérdida completa de la independencia del país, independencia que sería recuperada por una parte del mismo hasta la década de 1990 DC.
Guerra de las Galias
La Guerra de las Galias fue una serie de ocho campañas anuales (del 58 al 51 a.C), llevadas a cabo por las legiones romanas comandadas por Julio César contra los pueblos galos, y que permitieron a la República Romana anexar todo el territorio de la Galia y partes de Germania.
En el 58 a.C., y después de un difícil año como cónsul, Julio César recibió poderes proconsulares para gobernar la Galia Transalpina (actual sur de Francia) e Iliria (costa de Dalmacia) durante 5 años. En lugar de realizar un mandato rutinario, comenzó una serie de campañas bélicas que se extendieron hasta el 51 a.C. Entre sus legados se encontraban sus primos Lucio Julio César y Marco Antonio, Tito Labieno y Quinto Tulio Cicerón (hermano menor de Cicerón).
César emprendió la guerra contra varios pueblos, derrotando a los helvecios (en la actual Suiza) en el 58 a.C., a la Confederación Belga y a los nervios en el 57 a.C., y a los vénetos en el 56 a.C. El 26 de agosto del 55 a.C. intentó la invasión de Britania , y en el 52 a.C. derrotó a una unión de las tribus galas dirigida por Vercingétorix en la batalla de Alesia. El general romano registró la narración de estas campañas en su libro De Bello Gallico (Comentarios sobre la guerra de las Galias).
Según Plutarco, los resultados de la guerra completa fueron 800 ciudades conquistadas, 300 tribus sometidas, un millón de prisioneros vendidos como esclavos y otro tres millones muertos en batalla. Los historiadores antiguos son conocidos por exageraciones de este tipo, pero ciertamente la conquista de la Galia por parte de Julio César fue la mayor gesta militar desde las campañas de Alejandro Magno.
Guerras Sertorianas
Se conocen como Guerras Sertorianas las que se produjeron el año 83 a.c. en la entoces denomida Hispania. Las tropas de Cayo Mario junto con las del gobernador de la Hispania Citerior, Quinto Sertorio, desafiaron, con éxito, el poder de Roma.
En el año 83 adC. Quinto Sertorio, partidario de los populares y antiguo colega de Cayo Mario, había sido nombrado propretor de la Hispania Citerior. Rápidamente Sertorio logró una gran popularidad a través de ciertas reformas sociales que conseguirían mejorar la vida de los hispanos, y cuando en Roma apareció Sila y su cruel dictadura él se proclamó defensor del partido popular, usando Hispania como base desde donde luchar contra los opresores.
Esta actitud le convertiría en objetivo número uno a eliminar por los optimates, quienes empezaron por proscribirlo de la República, lo cual sería la causa de un largo periodo de luchas en Hispania entre los partidarios de Sila y Sertorio, lo que provocó el fuerte aumento de tropas romanas en la península. Durante este conflicto los responsables de las legiones enviadas por Roma realizarían diversas emisiones militares, pero no así Sertorio.
Éste permaneció fuera de Hispania hasta el año 80 adC, pero poco después se convertiría en director de las incursiones de los lusitanos contra Roma y así logró apoderarse de un amplio territorio peninsular. Ante esta respuesta de Sertorio, Sila decide nombrar a Quinto Cecilio Metelo procónsul de la Hispania Ulterior donde llegó con dos legiones en torno al año 79 adC: aproximadamente en esta época funda Castra Caecilia (Cáceres) y Metellinum (Medellín, Badajoz), ampliando la futura Vía de la Plata. Al principio Metelo consiguió algunas victorias pero pronto Sertorio, mejor conocedor de esas agrestes tierras y habiendo aprendido de los pueblos celtíberos y lusitanos la táctica de la guerrilla, impuso su autoridad y consiguió dominar la mayor parte del territorio estableciendo la capital "de la nueva Roma" en Osca, la íbera Bolscan, actual Huesca.
En el año 77 adC Metelo realizó una emisión de denarios a su nombre, con la inscripción Q(uintus) C(æcilius) M(etellus) P(ius) I(mperator) o simplemente IMPER, con una cabeza de Pietas (piedad) en el anverso aludiendo a su cognomen, «pío».
Después de tanto batallar contra el hábil y escurridizo Sertorio, las legiones de Metelo merecían un descanso y el Senado se lo concedió retirando a Metelo y poniendo en su lugar al joven y prestigioso militar Pompeyo. Seguirán años de intenso conflicto hasta que las tropas consulares adquieren gran ventaja sobre las de Sertorio, el cual es asesinado en Osca el año 72 adC.
La cultura durante la República
Libros
Los registros oficiales se recopilaban en unos libros llamados Fasti (Fastos) y en los Liber Annalis (del año, de donde Anales). Cada ciudad latina poseía, por su parte, su propio registro oficial.
Imperio Romano
Este artículo se refiere al Imperio Romano hasta su disolución en Occidente, no a su continuación en Oriente conocida como Imperio Bizantino.
Imperium RomanumImperio Romano

Máxima extensión del Imperio Romano (año 117).
Lema:Senatus Populusque Romanus
Animal simbólico:Águila
Idioma oficial
Latín, Griego
Capital
Roma, Pobl. 502.995 (Año 400)
Capital
Roma y Constantinopla
Forma de Gobierno
Monarquía, República, Autocracia
Jefe de Estado
Emperador romano
Jefe de Gobierno
Cónsul
Cuerpo legislativo
Senado romano
Area
5 900 000 km²
Población
Entre 55 y 120 millones
Divisa
Denario, Sestercio, Solido bizantino

El Imperio Romano fue una etapa de la civilización romana en la Antigüedad clásica caracterizada por una forma de gobierno autocrática. El nacimiento del imperio viene precedido por la expansión de su capital, Roma, que extendió su control en torno al Mar Mediterráneo. Bajo la etapa imperial los dominios de Roma siguieron aumentando, llegando a su máxima extensión durante el reinado de Trajano, abarcando desde el Océano Atlántico al oeste hasta las orillas del Mar Negro, el Mar Rojo y el Golfo Pérsico al este, y desde el desierto del Sahara al sur hasta las tierras boscosas a orillas de los ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. Su superficie máxima estimada sería de unos 6´14 millones de km².
El término es la traducción de la expresión latina Imperium Romanum, que no significa otra cosa que el dominio de Roma sobre dicho territorio. Polibio fue uno de los primeros cronistas en documentar la expansión de Roma aún como República. Durante casi tres siglos antes de César Augusto, Roma había adquirido numerosos dominios en forma de provincias directamente bajo administración senatorial o bajo gestión consular, y también mediante pactos de adhesión como protectorados de estados aliados. Su principal competidora en aquella época fue la ciudad púnica de Cartago cuya expansión rivalizaba con la de Roma y por ello fue la primera gran víctima de la República. Las Guerras Púnicas obligaron a Roma a salir de sus fronteras naturales, la península Itálica, y poco a poco adquirió nuevos dominios que debía administrar, como Sicilia, Cerdeña, Córcega, Hispania, Iliria, etc.
Los dominios de Roma se hicieron tan extensos que pronto fueron difícilmente gobernables por un Senado incapaz de moverse de la capital ni de tomar decisiones con rapidez. Asimismo, un ejército creciente reveló la importancia que tenía poseer la autoridad sobre las tropas, de cara a obtener réditos políticos. Así fue como surgieron personajes ambiciosos cuyo objetivo principal fue el poder. Este fue el caso de Julio César, quien no sólo amplió los dominios de Roma conquistando la Galia, sino que desafió por vez primera la autoridad del Senado romano.
El Imperio Romano como sistema político surgió tras las guerras civiles que siguieron a la muerte de Julio César, en los momentos finales de la República romana. Él fue, de hecho, el primer hombre que se alzó como mandatario absoluto en Roma, haciéndose nombrar Dictator (dictador). Tal osadía no agradó a los miembros del Senado romano, que conspiraron contra él asesinándole durante los Idus de marzo en las mismas escalinatas del Senado, restableciendo así la república, pero su retorno sería efímero. El precedente no pasó desapercibido para el joven hijo adoptivo de César, Octavio Augusto, quien sería enviado años más tarde a combatir contra la ambiciosa alianza de Marco Antonio y Cleopatra.
A su regreso victorioso, la implantación del sistema político imperial sobre un imperio territorial que de hecho ya existía, resulta inevitable, aun manteniendo las formas republicanas. Augusto aseguró el poder imperial con importantes reformas y una unidad política y cultural (civilización grecorromana) centrada en los países mediterráneos, que mantendrían su vigencia hasta la llegada de Diocleciano, quien trató de salvar un imperio que caía hacia el abismo. Fue éste último quien, por primera vez, dividió el imperio para facilitar su gestión. El imperio se volvió a unir y a separar en diversas ocasiones siguiendo el ritmo de guerras civiles, usurpadores y repartos entre herederos al trono hasta que, a la muerte de Teodosio I el Grande, quedó definitivamente dividido.
Finalmente en 476 el hérulo Odoacro depuso al último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo. El senado envía las insignias a Constantinopla, la capital de Oriente, formalizándose así la capitulación del imperio de Occidente. El imperio oriental proseguiría varios siglos más bajo el nombre de Imperio Bizantino, hasta que en 1453 Constantinopla cayó bajo el poder otomano.
El legado de Roma fue inmenso, tanto es así que varios fueron los intentos de restauración del imperio, al menos en su denominación. Destaca el intento de Justiniano I, por medio de sus generales Narsés y Belisario, el de Carlomagno así como el del propio Sacro Imperio Romano Germánico, pero ninguno llegó jamás a reunificar todos los territorios del Mediterráneo como una vez lograra la Roma de tiempos clásicos.
Con el colapso del Imperio de Occidente finaliza oficialmente la Edad Antigua dando inicio la Edad Media.
Antigua Roma
Fundación de Roma
Monarquía romana
Antigua república romana
Imperio Romano
Decadencia del Imperio romano

Tabla de contenidos
1 El Imperio de Augusto (31 adC-14 dC)
2 Dinastía Julio-Claudia: los sucesores de Augusto (14-69 dC)
3 Dinastía flavia (69-96 dC)
4 Los emperadores adoptivos
4.1 Los cinco emperadores buenos (96-180 dC)
4.1.1 La sucesión: ¿por qué Cómodo?
5 Dinastía de los Severos (193-235 dC)
6 La Decadencia
7 Un imperio urbano
8 Economía
9 Sociedad
10 Religión
10.1 Las fiestas religiosas
11 Enlaces externos


El Imperio de Augusto (31 adC-14 dC)
Octaviano, más conocido como Augusto, aprendió de la caída de Julio César y evitó sus errores.
Con la victoria de Octavio sobre Marco Antonio, la República se anexionó de facto las ricas tierras de Egipto, aunque la nueva posesión no fue incluida dentro del sistema regular de gobierno de las provincias, ya que fue convertida en una propiedad personal del emperador, y como tal, legable a sus sucesores. A su regreso a Roma el poder de Octavio es enorme, tanto como lo es la influencia sobre sus legiones.
En el año 27 adC se estableció una ficción de normalidad política en Roma, otorgándosele a Augusto, por parte del Senado, el título de Imperator Caesar Augustus (emperador César Augusto). El título de emperador, que significa «vencedor en la batalla» le convertía en comandante de todos los ejércitos. Aseguró su poder manteniendo un frágil equilibrio entre la apariencia republicana y la realidad de una monarquía dinástica con aspecto constitucional (Principado), en cuanto compartía sus funciones con el Senado, pero de hecho el poder del princeps era completo. Por ello, formalmente nunca aceptó el poder absoluto aunque de hecho lo ejerció, asegurando su poder con varios puestos importantes de la república y manteniendo el comando sobre varias legiones. Tras su muerte Octaviano fue consagrado como hijo del Divus (divino) Julio César, lo cual le convertiría, a su muerte, en dios.
En el plano militar Augusto estabilizó las fronteras del Imperio Romano en lo que el consideraba debían ser sus límites máximos de extensión en el norte. El limes Elba-Danubio. Así mismo, finalizó la conquista de Hispania doblegando las últimas tribus celtibéras y particularmente a los cántabras que aun se mantenían rebeldes. Esta sangrienta lucha final sería conocida como las Guerras Cántabras. Tan difícil fue la tarea que Augusto se trasladó personalmente con toda su corte a la península ibérica estableciendo Tarraco como capital provisional imperial periodo este en el cual la urbe experimentó un gran crecimiento urbanístico. Hacia el 17 adC Hispania al completo pasa a dominio romano quedando el territorio organizado en tres provincias: Lusitania, Tarraconensis y Baetica.
En el norte Augusto también obtuvo grandes victorias adquiriendo para el Imperio Germania Magna cuyos limes se extendían a lo largo del Río Elba. Pero esta situación no duraría mucho. Augusto confió la dirección de la provincia a un inexperto gobernador Publio Quintilio Varo. Su ineptitud y su poco entendimiento de las culturas locales, nada acostumbradas a plegarse frente a un conquistador incrementaron los recelos de los lugareños. Así fue como el 9 adC una rebelión protagonizada por Arminio aniquiló las tres legiones de Varo en una brutal emboscada conocida como la batalla del bosque de Teutoburgo. La reacción romana permitió evacuar no sin problemas el resto cuerpos militares acantonados en Germania. Augusto escandalizado ante el desastre militar exclamaría ¡Quintilio Varo devuélveme mis legiones!. Finalmente y, a pesar de los deseos iniciales de Augusto, las legiones se retiraron a defender el frente del Rin. Así el sistema de limes nórdico se mantendría estable hasta el colapso del Imperio en la menos firme frontera Rin-Danubio. Augusto recomendó a su sucesor Tiberio que no tratara de extender más allá sus fronteras.
Dinastía Julio-Claudia: los sucesores de Augusto (14-69 dC)
Los sucesores de Augusto no demostraron ser especialmente dotados, evidenciando las debilidades de un sistema dinástico hereditario. Tiberio, Calígula y Nerón fueron especialmente despóticos, dejándose llevar incluso por excesos de locura que pusieron a prueba la fortaleza del sistema consolidado bajo la sabia administración de Octavio.
Tan solo Claudio, emperador después de Calígula, fue la excepción. A pesar de su apariencia torpe, puesto que cojeaba, tenía un tic y era tartamudo, fue uno de los emperadores más competentes que tuvo Roma. Pero a Claudio le pudieron los amores, y todo hace pensar que murió envenenado a manos de su tercera esposa, Agripina quien puso a su hijo Nerón como sucesor. Nerón acabó rebelándose contra la ambición de su propia madre, mandándola matar. Sus locuras terminaron por ser su perdición, por lo que no resulta extraño que en el 68 perdiera el control de varias legiones, y ya sin apoyo alguno y con un Senado deseoso de nombrar a un sustituto, el emperador tuviera que acabar suicidándose.
Dinastía flavia (69-96 dC)
El imperio entró en una breve anarquía, en la que en un mismo año (69) hubo cuatro emperadores romanos, conociéndose como el año de los cuatro emperadores. Tuvo que ser un general, Vespasiano, quien pusiera fin al caos. Su mandato se reveló positivo para el Imperio y salvo las rebeliones de Judea y Germania, que aplastó sin miramientos, pocos problemas graves tuvo que afrontar. La sucesión al trono así mismo parecía asegurada dado que tenía dos hijos Tito y Domiciano. Y es que la idea de un sistema imperial dinástico había calado fuerte en la sociedad romana con los Julio-Claudios, aunque hubiera proporcionado emperadores tan nefastos como Calígula o Nerón.
Sin embargo, las nueva línea dinástica no tardó en mostrar sus debilidades. Tito, con una brillante carrera militar en la guerra judía, y convertido en Prefecto del Pretorio por su padre, se enamoró de una princesa judía, que como esposa de emperador era absolutamente inaceptable para Roma y los romanos, y además empezó a manifestar caprichos que conducían a la tiranía. Por su parte, Domiciano, durante la guerra civl del 69, pese a su juventud, había intentado realizar su propia política personal al margen de su padre. Al inicio del reinado de Tito este hubo de enfrentarse a su escasa popularidad hasta la inauguración del Anfiteatro Flavio, el Coliseo. Tito apenas si tuvo tiempo de dejar impronta en el Imperio pues murió poco después dejando como único recuerdo la fastuosa inauguración de los mayores juegos conocidos hasta la fecha en el mayor anfiteatro construido por Roma. A su muerte le sucedió Domiciano quien resultó ser igual o peor que los déspotas que le habían precedido. Sus actucaciones en política exterior fueron desiguales; aplastó a los germanos, pero compró la paz con los dacios; en política interior, acosó al senado, a los cristianos, a su propia familia y acabó comportándose como un tirano paranoico temiendo conspiraciones por todas partes. Incluso se hizo llamar en palacio dominus et deus. De nuevo, el sistema se impuso por encima del tirano que fue asesinado en un complot contra él, en el que la Guardia Pretoriana, nuevamente tuvo un papel principal.
Los emperadores adoptivos
Con la muerte de Domiciano empieza la era más grande del imperio, el mayor periodo de estabilidad política y buena administración como nunca tuvo ni volvería a tener. Por primera vez al Senado Romano se le da la potestad de elegir sucesor y elige a Nerva el año 96.
Los cinco emperadores buenos (96-180 dC)
Se inicia así el periodo de los Emperadores Antoninos conocidos como los cinco emperadores buenos ya que se suceden cinco emperadores consecutivos que resultan muy positivos en el gobierno de las extensas posesiones imperiales, así como en todas las campañas militares en las que participa Roma, resultando siempre triunfante en aplastantes victorias que llevan al Imperio al cenit de su extensión bajo el mandato de Trajano en el 117, el segundo de los cinco emperadores.
Nerva era un anciano perteneciente a la nobleza senatorial italiana y sería el último emperador italiano de familia y de nacimiento. Su mayor mérito fue elegir al mejor sucesor posible, Marco Ulpio Trajano. Trajano era un patricio afincado en la Bética y ascendió al trono en el 98 por recomendación de Nerva. Con él, el Imperio Romano consiguió su mayor extensión con las nuevas adquisiciones de la Dacia, Arabia, Mesopotamia, Asiria y Armenia. El imperio llegó a abarcar desde Gran Bretaña al Desierto del Sahara y desde la Península Ibérica al río Éufrates.
Con los llamados emperadores antoninos se instauró, por vez primera, la tradición de nombrar al sucesor más dotado sin priorizar la razón hereditaria. Adriano fue el afortunado sucesor de Trajano, quien se encargó de consolidar las conquistas de éste renunciando a los ambiciosos planes de conquista de su predecesor. Devolvió Mesopotamia a los partos y afianzó la Dacia y la Britania romanas, en esta última con la construcción del famoso muro de Adriano al que da nombre. Durante el reinado de los antoninos se volvió a tener en cuenta la voz del Senado como en tiempos de Augusto, obedeciendo sus recomendaciones en la mayoría de ocasiones sin que por ello mermase el poder de los emperadores en el desempeño de sus funciones. Bajo los sucesores de Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio, se produjeron ya los primeros ataques importantes sobre las fronteras romanas sobre todo por parte de los germanos, especialmente los cuados y marcomanos (ver Guerras Marcomanas) y los partos. Antonino avanzó varias guarniciones britanas a un nuevo frente en el que edificó el llamado Muro de Antonino esperando que los caledonios y pictos atrapados entre los dos muros aceptaran, poco a poco, romanizarse. Pero los pictos no dejaron de acosar a las guarniciones romanas, por lo que a la llegada de Marco Aurelio al trono se procedió al repliegue de todas las guarniciones hasta la más estable y segura frontera del muro de Adriano.
Durante esta época se producen también los primeros y únicos contactos directos entre Roma y China con el envío de una embajada romana a oriente a la que hacen referencia las crónicas chinas de la dinastía Han. El creciente contacto entre el lejano oriente y occidente, ya sea a través de la ruta de la seda o de las tribus de las estepas, facilita también el transporte de nuevas enfermedades que pronto empezarán a suponer un problema para Roma. Entre el 168 y el 180 la peste antonina azotará el Imperio con virulencia llegando a provocar en Roma picos de mortalidad de hasta 2.000 defunciones diarias. El propio Marco Aurelio perecerá finalmente víctima de la propia peste en medio de su campaña del Danubio contra los Marcomanos.
La sucesión: ¿por qué Cómodo?
Por alguna razón que se desconoce, el emperador filósofo Marco Aurelio rompió la sabia tradición instaurada con Nerva y dio la sucesión a su propio hijo, Cómodo, esperando que este concluyera su ambiciosa operación de castigo con la que pretendía incorporar dos nuevas provincias al imperio, Marcomania y Sarmatia. Pero Cómodo, muy al contrario, ofreció rápidamente la paz a los germanos, quienes la aceptaron enseguida. Las fuerzas bárbaras estaban prácticamente agotadas por la presión romana, que los estaba llevando hasta el límite. Este fue un balón de oxígeno que años más tarde se revelaría como un grave error estratégico, habiéndose echado a perder una nueva oportunidad de exterminar totalmente a la amenaza germana. Las Guerras Marcomanas finalizan pues abruptamente con la muerte de Marco Aurelio, no sin mostrar ante los bárbaros el mayor despliegue bélico y el mayor contingente militar listo para el combate desde tiempos de Augusto. Los germanos tardarían mucho tiempo en recuperarse y en volverse a rebelar contra Roma.
Los emperadores antoninos que le precedieron no tuvieron nunca un sucesor directo disponible por lo que siempre se vieron obligados a adoptar a alguien para asegurar la estabilidad imperial tras su muerte. A pesar de todo siempre trataron de guardar el poder entre miembros de su familia o cercanos a ella siempre que fue posible.
Cómodo (180-192 dC), de quien los historiadores dan un imagen de tirano y poco competente, se revela como nefasto y despreocupado de los problemas del pueblo y en las fronteras, ocupándose más por divertirse con los juegos, orgías y todo tipo de pasatiempos bélicos y obscenos. La situación de dejadez imperial agrava el malestar en la corte hasta que el emperador es finalmente asesinado.
Dinastía de los Severos (193-235 dC)
Artículo principal: Dinastía de los Severos
Tras un breve periodo anárquico Septimio Severo, militar no perteneciente a la aristocracia romana, consigue establecer una nueva dinastía el año 193. Alejandro Severo es el último emperador de esta línea hereditaria, dando paso a la tercera anarquía (la primera fue el año de los cuatro emperadores y la segunda la que precedió a los Severos). A partir de ahora se suceden en el trono varios emperadores que llegan al poder gracias a haber subido en el escalafón militar por méritos sin ser necesariamente de procedencia noble. El primer emperador de esta nueva era es Maximino el Tracio, hijo de campesinos y procedente de una zona de la actual Bulgaria.
La Decadencia
Tras el asesinato de Alejandro Severo, por sus tropas en el año 235, se inicó una etpa de crisis.
Tanto en Italia como en las provincias irán surgiendo poderes efímeros sin fundamento legal, mientras que la vida económica se verá marcada por la incertidumbre de la producción, la dificultad de los transportes, la ruina de la moneda, etc.
A principio del siglo V, las tribus germánicas, empujadas hacia el Oeste por la presión de los pueblos hunos, procedentes de las estepas asiáticas, penetraron en el Imperio Romano. Las fronteras cedieron por falta de soldados que las defendiesen y el ejército no pudo impedir que Roma fuese saqueada por visigodos y vándalos. Cada uno de estos pueblos se instaló en una región del imperio, donde fundaron reinos independientes. Uno de los más importantes fue el que derivaría a la postre en el Sacro Imperio Romano Germánico.
El emperador de Roma ya no controlaba el Imperio, de tal manera que en el año 476, un jefe bárbaro, Odoacro, destituyó a Rómulo Augústulo, un niño de 10 años que fue el último emperador Romano de Occidente y envió las insignias imperiales a Zenón, emperador Romano de Oriente.
Un imperio urbano
Las ciudades romanas eran el centro de la cultura, la política y la economía de la época. Base del sistema judicial, administrativo y fiscal eran también muy importantes para el comercio y a su vez albergaban diferentes acontecimientos culturales. Es importante destacar que Roma fue, a diferencia de otros, un imperio fundamentalmente urbano.
Las ciudades romanas estaban comunicadas por amplias calzadas que permitían el rápido desplazamiento de los ejércitos y las caravanas de mercaderes, así como los correos. Las ciudades nuevas se fundaban partiendo siempre de una estructura básica de red ortogonal con dos calles princiaples, el cardo y el decumano que se cruzaban en el centro económico y social de la ciudad, el foro alrededor del cual se erigían templos, monumentos y edificios públicos. También en él se disponían la mayoría de las tiendas y puestos comerciales convirtiendo el foro en punto de paso obligado para todo aquel que visitase la ciudad. Así mismo un cuidado sistema de alcantarillado garantizaba una buena salubridad e higiene de la ciudad romana.
Curiosamente, este riguroso ordenamiento urbanístico, ejemplo del orden romano, nunca se aplicó en la propia Roma, ciudad que surgió mucho antes que el imperio y que ya tenía una estructura un tanto desordenada. El advenimiento del auge del poder imperial motivó su rápido crecimiento con la llegada de multitud de nuevos inmigrantes a la ciudad en busca de fortuna. Roma nunca fue capaz de digerir bien su grandeza acentuándose más aún el caos y la desorganización. La capital construía hacia lo alto, el escaso espacio propició la especulación inmobiliaria y muchas veces se construyó mal y deprisa siendo frecuentes los derrumbes por bloques de pisos de mala calidad. Famosos eran también los atascos de carros en las intrincadas callejuelas romanas. La fortuna sin embargo quiso que la capital imperial se incendiara el año 64 dC, durante el mandato de Nerón. La reconstrucción de los diferentes barrios se realizó conforme a un plan maestro diseñado a base de calles rectas y anchas y grandes parques lo que permitió aumentar muchísimo las condiciones higiénicas de la ciudad.
Por lo demás toda ciudad romana trataba de gozar de las mismas comodidades que la capital y los emperadores gustosos favorecían la propagación del modo de vida romano sabedores de que era la mejor carta de romanización de las futuras generaciones acomodadas que jamás desearían volver al tiempo en que sus antepasados se rebelaban contra Roma. Por ello, allí donde fuera preciso se construían teatros, termas, anfiteatros y circos para el entretenimiento y el ocio de los ciudadanos. También muchas ciudades intelectuales gozaban de prestigiosas bibliotecas y centros de estudio, así fue en Atenas por ejemplo ciudad que siempre presumió de su presuntuosa condición de ser la cuna de la filosofía y el pensamiento racional.
Para traer agua desde todos los rincones se construían acueductos si era preciso, el agua llegaba a veces con tal presión que era necesario construir abundantes fuentes por todas partes lo que aun aumentaba más el encanto de dichas ciudades que aun construidas en tierras secas recibían la llegada de las bien planificadas canalizaciones romanas.
Las casas típicas eran las insulae (isla). Solían estar hechas de adobe normalmente de unos tres o cuatro pisos aunque en Roma o en otras ciudades de gran densidad se llegaban a construir verdaderos rascacielos cuya solidez muchas veces fue más que dudosa. La gente rica y de dinero, patricios de buena familia o ricos comerciantes plebeyos que habían hecho fortuna se alojaban en casa de una sola planta con patio interior (impluvium) recubierto de mosaicos llamadas domus.
En honor a las victorias se construían columnas, arcos de triunfo, estatuas ecuestres y placas conmemorativas que solían hacer siempre referencia al emperador reinante y sus gloriosas victorias conseguidas en pos de la salvaguarda de la pax romana de la que gozaban inconscientes los ciudadanos de la urbe. Era un motivo que se recordaba constantemente para dar sentido a la recaudación imperial, sin dinero no hay ejército, sin ejército no hay seguridad y sin seguridad no hay ciudades ni comercio. Algo que quedaría patente a finales del bajo imperio.
Con la llegada de la crisis del siglo tercero y, particularmente, ya en el tardío imperio cristiano la seguridad de la que disfrutaron durante tiempo las ciudades romanas había desaparecido. Y muchas de ellas, sobre todo las más fronterizas con los limes acechados por los pueblos germanos se vieron obligadas a amurallarse y recluirse en fortificaciones sacrificando calidad de vida por seguridad. Fue un paso hacia atrás que se materializaría con la desaparición del imperio de occidente, la ruralización, el fin de las actividades comerciales y el surgimiento de los castillos medievales.
Economía
La economía del Imperio Romano era la propia de un imperio esclavista: los esclavos trabajaban obviamente de forma gratuita, lo cual producía una enorme riqueza. Las diferentes ciudades y provincias estaban conectadas por una red de comunicaciones, vías y puertos, que fomentaban el comercio notablemente.
Aunque la vida se centraba en las ciudades, la mayoría de los habitantes vivían en el campo, donde cultivaban la tierra y cuidaban el ganado. Los cultivos más importantes eran el trigo, la viña y los olivos, también árboles frutales, hortalizas, legumbres y lino. Los romanos mejoraron las técnicas agrícolas introduciendo el arado romano, molinos más eficaces, como el grano, el prensado de aceite, técnicas de regadío y el uso de abono.
Desde el punto de vista económico, la base agrícola varía bastante según las zonas.
· En el Valle del Po predominaba el pequeño campesinado que convivía con los grandes dominios. El cultivo de cereales, cultivo idóneo para la zona, tiende a desaparecer.
· El Ager Galicus y el Picenum es una tierra de pequeños campesinos surgidos de la distribución de tierras por el Estado.
· Etruria y Umbría son tierras de ciudades, cuya organización dificulta el progreso del campesinado.
· En el Lacio, País Marso y País de los Sabélicos la situación es similar a la de la propia Roma.
· En Italia del Sur las ciudades están arruinadas y existe poco campesinado.
· En el Samnio hay una despoblación notable y las ciudades están también arruinadas.
· En Campania y Apulia las antiguas ciudades han quedado arruinadas, y los repartos de tierras, en general no prosperaran. En parte de Campania las tierras eran Ager Publicus y solo se dejaban a su ocupante a título de arrendatario por tiempo limitado.
· En el Brucio y Lucania el poblamiento es débil y la agricultura apenas progresa.
Sociedad
La sociedad romana se configura de dos clases sociales que tenían la ciudadanía romana: una aristocracia de propietarios (patricii, patricios) y una clase popular que luchaba por conseguir derechos (plebs, plebeyos). Como ya se ha dicho anteriormente, la economía estaba basada en el sistema de producción esclavista, donde la mayoría de los esclavos eran prisioneros de guerra. Existían mercados de esclavos donde se comerciaba con ellos como si fuesen simples mercancías.
Así pues la sociedad romana estaba dividida en:
· Patricios: la clase dominante que poseía todos los privilegios tanto fiscales, como judiciales, políticos y también culturales (es decir, eran más cultos).
· Plebeyos: eran el pueblo que no gozaba de todos los derechos ni privilegios.
· Esclavos: no tenían derechos y eran posesión de sus amos. El esclavismo era toda una institución social en Roma. No fue un esclavismo de raza, como sí lo sería siglos después. En Roma cualquiera podía ser esclavo; la fuente de esclavos provenía sobre todo de pueblos conquistados, pero también de delincuentes u otra gente que fuera degradada a esa clase social por algún motivo. En realidad el esclavismo no era más que la clase social más baja. Y como toda clase, también era posible ascender a veces comprando la propia libertad, o simplemente por el deseo expreso del amo que se formalizaba con el acto de manumisión, un privilegio exclusivo de todo propetario que convertía al esclavo en liberto (ex esclavo liberado).
Religión
La religión de los romanos era politeísta (adoraban un gran número de dioses). Los más venerados eran Júpiter, Minerva y Juno. En honor a ellos se construyeron templos y se ofrecieron sacrificios de animales. El emperador era adorado como un dios y en todo el Imperio se practicaba el culto imperial.
También veneraban, en casa, a los dioses protectores del hogar y de la familia; en cada casa había un altar dedicado a esos dioses. Además, los romanos eran muy supersticiosos y, antes de tomar una decisión consultaban la voluntad de los dioses, expresada por medio de los oráculos.
Las fiestas religiosas
El calendario religioso romano reflejaba la hospitalidad de Roma ante los cultos y divinidades de los territorios conquistados. Originalmente eran pocas las festividades religiosas romanas. Algunas de las más antiguas sobrevivieron hasta el final del imperio pagano, preservando la memoria de la fertilidad y los ritos propiciatorios de un primitivo pueblo agrícola. A pesar de eso, se introdujeron nuevas fiestas que señalaron la asimilación de los nuevos dioses. Llegaron a incorporarse tantas fiestas que los días festivos eran más numerosos que los laborales. Las más importantes eran las fiestas lupercales, saturnales, equiria y de los juegos seculares.
Tiempo después, terminadas las persecuciones contra los cristianos, el cristianismo se convirtió en la religión oficial del imperio, con el emperador Constantino que toleró las dos religiones, ya que según la leyenda, antes de una gran batalla vio una cruz en el cielo, bajo la cual una inscripción decía «bajo éste símbolo vencerás». Al día siguiente grabó en los escudos de todos sus soldados la cruz y obtuvo una gran victoria, si bien sólo se bautizó unos días antes de su muerte. Algunas festividades cristianas que se celebran actualmente se basan en las festividades que ya se celebraban en tiempos romanos, sólo que cristianizadas para hacerlas compatibles con la nueva religión. Incluso, en países de cultura cristiana, se mantienen algunas completamente paganas como el carnaval.
Decadencia del Imperio romano
Este artículo explica la historiografía de la decadencia del Imperio Romano. Para referirse al libro, consulte Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano. Para referirse a la película, consulte La caída del Imperio Romano (película).
Antigua Roma
Fundación de Roma
Monarquía romana
Antigua república romana
Imperio Romano
Decadencia del Imperio romano

La Decadencia del Imperio Romano, también llamado la Caída del Imperio Romano, es un término histórico que describe el colapso del Imperio Romano de Occidente
La fecha tradicional de la caída del imperio romano es el 4 de septiembre del 476, cuando Rómulo Augusto, el Emperor del Imperio romano de occidente, fue depuesto por Odoacro. Muchos historiadores cuestionan esta fecha, haciendo notar que el Imperio romano de oriente ha continuado hasta la caída de Constantinopla el 29 de mayo del 1453. Algunas otras fechas notables son la muerte de Teodosio I en el 395, esa fue la última vez última que el Imperio Romano estuvo unificado, la travesía del Rin en el 406 contra de las tribus germánicas, después del retiro de las legiones para defender Italia contra Alarico I, y la muerte de Estilicón en el 408, seguida por la desintegración de las legiones occidentales. Muchos eruditos sostienen que en vez de una “caída simplista”, los cambios pueden se describan más exactamente como transformación compleja[1]. En un cierto plazo muchas teorías se han propuesto del porqué cayó el imperio, o si se cayó realmente.
Tabla de contenidos
1 Trasfondo
2 La crisis del Siglo III
2.1 Causas de la Crisis
3 Diocleciano y Constantino
3.1 El reinado de Diocleciano
3.2 El reinado de Constantino
3.2.1 Política interior
3.2.2 Las leyes de Constantino
3.2.3 Reforma militar
3.2.4 Acciones militares
3.2.5 Constantinopla
3.2.6 Reforma monetaria e iconografía
4 El Cristianismo como religión oficial
5 El colonato
6 Invasiones bárbaras
6.1 Los Germanos
6.2 Los Hunos
7 La caída del Imperio Romano
8 Referencias
8.1 Notas
8.2 Enlaces externos
8.3 Bibliografía
Trasfondo
Tras los siglos dorados del Imperio Romano (periodo denominado Paz romana, siglos I-II), comenzó un deterioro en las instituciones del imperio, particularmente la del propio Emperador. Fue así como tras las malas administraciones de la Dinastía de los Severos, en particular la de Heliogábalo, y tras la muerte del último de ellos, Alejandro Severo, el imperio cayó en un estado de ingobernabilidad al cual se le denomina Anarquía del siglo III. Entre 238-285 pasaron 19 emperadores, los cuales fueron incapaces de tomar las riendas del gobierno y actuar de forma concorde con el Senado, terminaron por situar a Roma en una verdadera crisis institucional. Durante este mismo periodo comenzó la llamada "invasión pacífica", en la cual varias tribus bárbaras se situaron, en un principio, en los limes del imperio debido a la falta de disciplina por parte del ejército, además de la ingobernabilidad producida en el poder central, incapaz de actuar en contra de esta situación.
Por otro lado, las guerras civiles arruinaron al imperio, el desorden interno no sólo acabó con la industria y el comercio, sino que debilitó a tal punto las defensas de las fronteras imperiales, que privadas de la vigilancia de antaño, se convirtieron en puertas francas por donde penetraron impunemente las tribus bárbaras. Las más audaces fueron los pueblos germánicos, Francos y Godos, que arremetieron contra el imperio, atravesando la frontera de los Ríos Rin y Danubio.
La crisis del Siglo III
Tras el asesinato de Alejandro Severo, por sus tropas en el año 235, se inició una etapa de crisis.
Tanto en Italia como en las provincias irán surgiendo poderes efímeros sin fundamento legal, mientras que la vida económica se verá marcada por la incertidumbre de la producción, la dificultad de los transportes, la ruina de la moneda, etc.
De este período se han diferenciado dos subperíodos. El primero es el de la Anarquía militar(235-268). Los ejércitos provinciales y la guardia pretoriana se revelaron con frecuencia, ya para deponer a los emperadores o para elevar a sus comandante a la dignidad imperial.
Así las fronteras del imperio estuvieron desprotegidas provocando invasiones de pueblos bárbaros. El hambre, las epidemias y la inseguridad se apoderaron del imperio, que poco a poco se fue ruralizando.
El descontrol es tal que varias provincias de occidente y oriente se escinden para formar el Imperio Galo y el Reino de Palmira respectivamente, en un intento de hacer frente con sus propios medios a los peligros exteriores que amenazan el Imperio.
El segundo periodo es conocido como el de los emperadores ilirios (268-284). Tras los años anteriores de anarquía militar, en que la seguridad y la unidad del imperio se había visto gravemente comprometida, diferentes emperadores de origen ilírico y danubiano lograron reunificar el Imperio y sentar las bases para restablecer la situación.
Con el nombramiento de Diocleciano y el establecimiento primero de la Diarquía y después de la Tetrarquía, se da por superada la crisis del siglo III.
Causas de la Crisis
Varios factores explican la crisis del siglo III. Por un lado, la gran extensión del Imperio había vuelto muy lentas y difícil las comunicaciones. Además, como los ejércitos de las provincias fronterizas incorporaban gente del lugar y se establecían fuertes vínculos de lealtad entre tropas y sus comandantes, que, contando con esa fuente de poder, aspiraban a ser emperador del Imperio.
Por otro lado, el fin de la expansión romana desencadenó una crisis económica. El Estado ya no pudo contar con las riquezas obtenidas por las conquistas militares, y para mantener el aparato burocrático y pagar a los ejércitos, debió aumentar los impuestos. Además, Roma compraba artículos de lujo al oriente y solo vendía granos y otros alimentos, así el imperio occidental tuvo una balanza comercial negativa.
Diocleciano y Constantino
El reinado de Diocleciano
Diocleciano puso en marcha uno de los programas reformadores más importante de la historia romana, consiguiendo la restauración del Imperio. Reprimió definitivamente el movimiento revolucionario del siglo III (del cual la última expresión fue la rebelión en Roma del senador y filósofo Flavio Mártico en el año 297), al transformar el Estado en una monarquía absolutista basada en la esclavitud, la servidumbre de los campesinos libres, y en la burocracia y el ejército, tomando como referencia las monarquías orientales, instalando la capital en Nicomedia.
Permitió la recuperación de la agricultura, el comercio y la artesanía; puso en marcha una necesaria reforma administrativa, dividiendo el Imperio en 96 provincias que se reunían en 12 diócesis; realizó la reforma militar e importantes cambios fiscales y monetarios; revitalizó la antigua religión romana y llevó a cabo la más dura persecución de los cristianos realizada hasta el momento.
Pero la gran aportación de Diocleciano será la instauración de la tetrarquía al dividir el Imperio en cuatro partes dirigidas por dos augustos y dos césares. Diocleciano, como augusto de Oriente quedó con el gobierno de Tracia, Asia y Egipto; el cesar Galerio de la península balcánica, excepto Tracia; el augusto de occidente, Maximiano, de Italia, Hispania y África, y el césar Constancio Cloro de la Galia y Britania. Cada augusto debía renunciar al poder a los 20 años para cederlo al césar quien ocuparía el cargo de augusto y nombraría un nuevo césar. De esta manera se garantizaba el orden de sucesión y se eliminaban las usurpaciones.
Por lo tanto, el 1 de mayo del año 305 los augustos Diocleciano y Maximiano dimitían y se dedicaban a la vida privada. Diocleciano se estableció en el palacio que se había construido en Spalatum (actual Split)en la Dalmacia, rechazando las invitaciones de Maximiano para intervenir en la grave crisis manifestada tras su retirada, que conducía a la guerra entre sus sucesores.
El reinado de Constantino
Política interior
Constantino fue conocido por su falta de piedad para con sus enemigos políticos, ejecutando al Emperador Romano oriental Licinio, su cuñado, por estrangulación en 325, a pesar de que había prometido públicamente no ejecutarle antes de su rendición en 324. En 326, Constantino ejecutó también a su hijo mayor, Crispus y unos meses después a su segunda esposa Fausta (Crispus era el único hijo que tuvo con su primera esposa Minervina). Corrieron rumores sobre una presunta relación entre hijastro y madrastra que supuestamente podría haber sido la causa de la ira de Constantino, sin embargo, estos rumores sólo se encuentran documentados por los historiadores Zósimo (siglo V) y Johanner Zonaras (siglo XII) y sus fuentes no han sido establecidas. Otra de las teorías sobre la muerte de Crispus fue que Fausta estaba envidiosa ya que el hijo de Constantino no era hijo de ella y era un gran comandante militar y posible sucesor del imperio, y falsamente le dijo al emperador que su hijo no respetaba el cristianismo. Luego Constantino se arrepintió y vivió atormentado por la muerte de Crispus hasta que fue bautizado, ya que le prometieron que esta ceremonia lavaría sus pecados.
Las leyes de Constantino
Las leyes de Constantino mejoraron en muchas facetas las de sus predecesores, aunque también son un reflejo de una época más violenta. Algunos ejemplos de estas leyes son:
Por primera vez, las niñas no podían ser secuestradas.
Se ordenó la pena de muerte para todos aquellos que abusaran de la recaudación de impuestos recaudando más de lo autorizado.
No se permitía mantener a los prisioneros en completa oscuridad, sino que era obligatorio que pudieran ver la luz del día.
A un hombre condenado se le podía llevar a morir a la arena, pero no podía ser marcado en la cara, sino que debía serlo en los pies.
Los padres que permitieran que sus hijas fueran seducidas serían quemados introduciéndoles plomo fundido por la garganta.
Los juegos de gladiadores fueron eliminados en 325, aunque esta prohibición tuvo poco efecto.
El propietario de un esclavo tenía sus derechos limitados, aunque aun podía golpear a éste o matarlo.
La crucifixión fue abolida por razones de piedad cristiana, aunque el castigo fue sustituido por la horca para mostrar que existía la ley romana y la justicia.
La pascua podía ser celebrada públicamente.
El domingo fue declarado día de descanso, en el cual los mercados permanecerían cerrados, así como las oficinas públicas (excepto para el propósito de la liberación de esclavos). No había restricciones para el trabajo en las granjas.
Reforma militar
Constantino continuó la reforma introducida por Diocleciano que separaba el poder civil y militar (Ferrill 1986). Como resultado, generales y gobernadores detentaban menos poder que durante la anarquía militar. Criterios tanto económicos como de seguridad llevaron a la modificación de la Gran Estrategia del Imperio Romano durante la primera época del siglo IV. Constantino convirtió el viejo sistema de frontera fortificada en un sistema de defensa elástica en profundidad con la formación de una gran reserva central (comitanenses) en detrimento de las tropas de frontera (limitanei y ripenses) y el fortalecimiento de la caballería. El mando del nuevo ejército móvil era compartido por dos mariscales de campo.
Constantino disolvió la Guardia pretoriana y en su lugar estableció las Schola Palatinae; cuerpos de caballería de élite, principalmente de origen germánico. Por otra parte el tamaño de la legión se redujo a 1.000 soldados.
Esta cambio en la estrategia, criticada por historiadores como Zósimo y Edward Gibbon y defendida por otros como Mommsen, permaneció hasta la caída del Imperio Romano de Occidente.
Acciones militares
Su victoria en 312 sobre Majencio en la batalla del Puente Milvio le convirtió en gobernante de todo el Imperio Romano de Occidente. Gradualmente fue consolidando su superioridad militar sobre sus rivales de la ya desmenuzada tetrarquía.
En 320, Licinio, emperador de la parte oriental del Imperio, renegó de la libertad de culto promulgada en el Edicto de Milán en 313 e inició una nueva persecución de los cristianos. Esto suponía una clara contradicción, ya que su esposa Constancia, hermanastra de Constantino, era una influyente cristiana. Esto derivó en una disputa con Constantino en el oeste, que tuvo su clímax en la gran guerra civil de 324. Los ejércitos implicados fueron tan grandes que no se tiene constancia en Europa de una movilización similar al menos hasta el siglo XIV. Licinio, ayudado por mercenarios godos, representaba el pasado y la antigua fe del paganismo. Constantino y sus francos marcharon bajo el estandarte cristiano del Labarum, y ambos bandos concibieron el enfrentamiento como una lucha entre religiones. Supuestamente rebasados en número, aunque enaltecidos por su celo religioso, el ejército de Constantino resultó finalmente victorioso, primero en la batalla de Adrianópolis en 324 y más tarde su hijo Crispus dio el golpe de gracia a Licinio en la batalla naval de Crisópolis. Ahora era el único emperador de un Imperio Romano reunificado.
Constantinopla
Artículo principal: Constantinopla
Esta batalla representó el final de la vieja Roma y el inicio del Imperio Oriental como centro del saber, de la prosperidad y de la preservación de la cultura. Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio, cuyo nombre procedía de los colonos que la fundaron en el 667 adC. precedentes de la «polis» griega de Megara bajo el mando de Byzas. Constantino renombró la ciudad, poniéndole el nombre de «Nueva Roma» (Nova Roma), otorgando a ésta un senado y oficiales civiles de forma similar a la antigua Roma, y bajo la protección de la supuesta Vera Cruz, la vara de Moisés y otras reliquias sagradas. Las imágenes de los viejos dioses fueron reemplazadas o asimiladas con la nueva simbología cristiana. sobre el lugar donde se levantaba el templo de Afrodita se construyó la nueva Basílica de los Apóstoles. Varias generaciones más tarde se difundió una historia sobre la visión divina que llevó a Constantino a reconstruir la ciudad, según la cual un ángel que nadie más podía ver le condujo en un circuito a través de los nuevos muros. Tras su muerte, la ciudad volvió a cambiar su nombre por el de Constantinopla, «la Ciudad de Constantino», y se convirtió de forma gradual en la capital del Imperio. (MacMullen 1969)
Constantino pasaría también a la historia por las leyes que convirtieron los oficios de carnicero y panadero en hereditarios, y más importante aun, por convertir a los colonos de las granjas en siervos, sentando las bases de la sociedad feudal europea de la Edad Media.
Reforma monetaria e iconografía
A lo largo de su reinado, Constantino introdujo un importante número de cambios en el sistema monetario (Sear 1988). El tradicional áureo dio paso a una nueva moneda, el sólido de 4,50 gramos, como moneda estándar del Imperio Romano. Otras nuevas monedas de oro fueron el semis o medio sólido y el scripulum (3/8 de sólido). En cuanto a las monedas de plata, introdujo el miliarense (de 7,50 a 8,50 gramos) con un valor e 1/18 de sólido y la siliqua con un valor de 1/24 de sólido. El follis, moneda de bronce con baño de plata sufrió varias reducciones de tamaño; se desconoce el nombre de las nuevas monedas resultantes y se ha adoptado para ellas un nombre en código en función de su tamaño:
Denominación
Tamaño
Æ 1
a partir de 25 milímetros de diámetro
Æ 2
a partir de 21 milímetros de diámetro
Æ 3
a partir de 17 milímetros de diámetro
Æ 4
menos de 17 milímetros de diámetro
Las monedas acuñadas por los emperadores revelan con frecuencia su iconografía personal. Durante la primera parte del gobierno de Constantino, las representaciones de Marte y posteriormente de Apolo como Dios Sol aparecen de forma constante en el reverso de las monedas. Marte había sido asociado con la tetrarquía, y Constantino quiso con este simbolismo enfatizar la legitimidad de su gobierno. Tras la ruptura con el viejo colega de su padre Maximiano en 309-310, Constantino comenzó a reclamar su legitima descendencia del emperador del siglo III Claudio Aurelio Marco Gótico, el héroe de la batalla de Naissus (septiembre de 268). La Historia Augusta del siglo IV dice que la abuela paterna fue hija de Crispus, siendo este Crispus hermano tanto de Claudio II como de Quintilo. Sin embargo, los historiadores sospechar que todo pueda formar parte de una «fabricación genealógica» para favorecer a Constantino.
Gótico había pedido la divina protección del invicto Apolo-Sol. A mediados de 310, dos años antes de su victoria en el puente Milvio, Constantino experimentó una visión en la cual Apolo se le apareció con presagios de victoria. Tras este hecho, el reverso de sus monedas estuvieron dominados durante muchos años con la leyenda «compañero, el Sol inconquistable» (SOLI INVICTO COMITI). La descripción representa a Apolo con un halo solar al modo del Dios griego Helios y con el mundo en sus manos. en 320, Constantino aparece él mismo con un halo. También existen monedas mostrando a Apolo conduciendo el carro del Sol sobre un escudo que Constantino sostiene y en otras de 312 se muestra el símbolo cristiano del Lábaro sobre la armadura de Constantino.
Los grandes ojos abiertos y fijos son una constante en la iconografía de Constantino, aunque no era un símbolo específicamente cristiano. esta iconografía muestra cómo las imágenes oficiales cambiaban desde las convenciones imperiales de los retratos realistas hacia representaciones más esquemáticas: el Emperador como Emperador, no simplemente como Constantino, con su amplia y característica barbilla. Esos grandes ojos abiertos y fijos se harían aún más grandes a medida que progresara el siglo IV.
El Cristianismo como religión oficial
Durante el gobierno de Diocleciano, se había perseguido a los grupos religiosos disidentes, con el objeto de consolidar el poder imperial.Constantino I, revirtió esa política con la promulgación del Edicto de Milán, que permitía la libertad de cultos. Este edicto fue el primer paso para el reconocimiento del cristianismo
El emperador Constantino I fue, como los emperadores antes que él, el sacerdote superior de la religión Mitraica. Sin embargo, también estaba interesado en crear unidad para facilitar el gobierno, y para hacer esto se involucró en la disputa entre grupos cristianos sobre el arrianismo, invocando el Primer Concilio de Nicea, este concilio produjo el Credo Niceno.
Constantino mitigó algunas diferencias entre el cristianismo ortodoxo y su principal competidor, la religión oficial del Sol Invictus. Por ejemplo, cambió la celebración del nacimiento de Jesús al 25 de diciembre, debido a que esta era la fecha de celebración del nacimiento de Mitras y Baco, así como la fecha de los festivales del solsticio de invierno tales como la Saturnalia. Además, Constantino instituyó el uso de símbolo Chi-Rho (Crismón), representativo del cristianismo, aunque según algunos estudiosos esto servía para propósitos cristianos y no cristianos simultáneamente.
La leyenda popular dice que Constantino I era cristiano, sin embargo, nunca repudió su posición de alto sacerdote de Mitras Sol Invicus públicamente, y su única "conversión" conocida fue moribundo en su cama (como se dijo luego por Padres de la Iglesia posteriores), lo cual es imposible de verificar. Sin embargo, no era inusual para la gente del siglo cuarto el evitar convertirse completamente al cristianismo hasta muy avanzada su vida, por la fuerza de las advertencias en contra de que continuaran en pecado después de haberse convertido y por las consecuencias espirituales que aquello traía.
Las intervenciones de Constantino en el Concilio de Nicea, en 325, fueron de imponer la unidad de acción en el cristianismo, condenar la herejía del arrianismo, para que la religión fuera fuerte y unida, y oficializar el cristianismo que a partir de allí usaría toda la estructura del estado romano y acompañaría al emperador siempre en sus decisiones.
Constantino hizo del cristianismo un instrumento de poder en el cual se irían apoyando cada vez más los emperadores romanos, siguiendo su ejemplo.
La oposición de Juliano duró por poco, emperadores como Constantino II repelieron las acciones de Julian e incentivaron el crecimiento del cristianismo. Este estado de cosas fue finalmente forzado por una serie de decretos (como el Edicto de Tesalónica) por el emperador Niceno Teodosio I, comenzando en febrero de 381, y continuando por su reinado.
El colonato
El Colonato era un arrendatario que cultivaba una parcela y debía entregar al propietario parte de la cosecha.
El Imperio romano, en el siglo III d.c., inició una inexorable pérdida de autoridad como eje central del imperio, dado que las provincias iban adquiriendo una mayor autonomía, lo cual tenia su origen en el tamaño del propio imperio, grande y de difícil conducción.
Esta situación condujo a la paralización de muchas de las actividades comerciales, además de una parálisis en las conquistas, lo primero conllevaba que, muchas ciudades no pudieran recaudar impuestos por las actividades comerciales, y lo segundo, que al no haber conquistas, desaparecía una de las principales fuentes de ingreso del estado romano.
En medio de esta situación, muchos propietarios comenzaron a liberar a sus esclavos, a los cuales se les entregaba un pedazo de tierra, junto con lo necesario para su explotación, lo cual pagaban mediante elevados tributos al dueño de la tierra, quien se erigía como un pequeño soberano, al tener control sobre grandes extensiones de tierra.
En esa situación estaban los sometidos a la institución del colonato, la cual, como se asegura, hizo su aparición en la época del bajo imperio, toda vez que previamente, en el período clásico, la palabra colonus se empleaba exclusivamente para designar, bien al propietario cultivador del suelo de Roma o de las colonias, ora al arrendatario del predio o tierra de otro.
Pero en el bajo imperio, seguramente a consecuencia de la miseria y debilidad romanas, el vocablo colono pasó a ser comprensivo de la persona natural o física que quedaba atada a perpetuidad a la tierra de otro para cultivarla a cambio de un censo en dinero o en especie. De ahí que se sostenga que el colono era individuo humano de condición mixta, entre la esclavitud y la libertad.
Se llegaba ser colono, bien por nacimiento, cuando los padres, o la madre solamente, eran poseedores de esa calidad, dado que se trataba de cuestión hereditaria; bien por convención o acuerdo de voluntades; o bien por prescripción de 30 años.
Llegaban a ser enteramente libres los colonos, por manumisión, por promoción al episcopado y cuando vivían como libres por espacio de treinta años. Eran los colonos, en realidad, esclavos de la tierra, esto es, servi terrae, porque no podían abandonarla a voluntad, ni tampoco podían ser separados de ella sin su consentimiento. Debían, eso sí, cultivar el terreno y pagar al propietario renta en dinero o en especie, lo que no los convertía en esclavos del tal propietario, por lo que entonces pudieron contar con patrimonio propio, obligarse y contraer nupcias; pero para enajenar los bienes que llegaran a adquirir, debía mediar la anuencia del dueño del terreno dado en colonato.
El dueño de la tierra tenia el derecho de patronatos, es decir, la facultad que tenía el patrono sobre el colono, quien debía trabajar la tierra del patrono a perpetuidad y, en caso de venderse esta, someterse a la potestad del nuevo propietario.
Invasiones bárbaras
Al norte del imperio, más allá del río Rin, vivían diferentes pueblos a los que los romanos conocían con el nombre de Germánicos. Se trataba de diferentes comunidades (vándalos, suevos, burgundios, alamanes, francos etc...) que a menudo rivalizaban entre sí. Vivían de la agricultura, la ganadería y la metalurgia.
Entre las causas que se han invocado para el comienzo de la invasión germánica (no suficientemente explicadas) están: el empeoramiento del clima en el norte, la explosión demográfica de los pueblos bárbaros, el nomadismo de estos, y la presión de los pueblos asiáticos, hunos sobre todo (que llegaron a invadir el Imperio). Entre las causas de su triunfo están: la superioridad militar, el establecimiento anterior de población germánica y la crisis de las instituciones políticas romanas.
Los Germanos
La crisis se apoderó de forma irreversible de Occidente cuando los visigodos bajo el mando de Alarico I se dirigieron hacia Italia en el año 402. En un primer momento, el general romano de origen vándalo Estilicón, una de las últimas grandes figuras militares de Occidente, logró pararle los pies en la Batalla de Pollentia. Para desgracia de los romanos, las tropas ya no abundaban tanto como antes y Estilicón sólo pudo reunir hombres suficientes retirando buena parte de los que vigilaban la frontera del río Rin. A resultas de ello, en las navidades del 406 los vándalos, suevos, francos y en menor medida los gépidos, alanos, sármatas y hérulos, cruzaron de forma masiva el río helado y se extendieron como una plaga por toda la Galia y luego por Hispania, saqueando todas las ciudades a su paso. Poco después Alarico volvió a amenazar a Roma exigiendo el pago de importantes tributos, mientras en Britania un nuevo usurpador se coronaba a sí mismo como Constancio III. Estilicón se había mostrado incapaz de atajar la crisis y fue ejecutado en 408.
Las tropas romanas abandonaron Britania mientras era invadida por nuevos contingentes bárbaros con el fin de apaciguar la situación en la Galia, pero poco pudieron hacer. En todo el Imperio la autoridad romana se desmoronaba, y sólo las sucesivas capitales de Milán y Ravena contaban con fuerzas suficientes. Con este cuadro, a Alarico le fue fácil chantajear a la abandonada ciudad de Roma asediándola sucesivamente en 408 y 409, retirándose cuando obtenía el oro convenido con el Senado. Pero el último año no se le pudieron entregar las 4000 piezas exigidas y ordenó saquear la ciudad en 410. Tal hecho fue visto por los propios romanos como el fin de una Era y un ultraje inimaginable, pues la ciudad que había conquistado el mundo caía ahora presa de los bárbaros. Alarico se dirigió luego a Nápoles con intención de embarcar y saquear África, pero murió por el camino. Sorprendentemente, Gala Placidia, hermana del inútil emperador Honorio (refugiado en Ravena) que había sido capturada en Roma, consiguió convencer a los visigodos para que firmasen la paz y se aliaran con los romanos. Selló esta alianza casándose con el nuevo rey visigodo, Ataúlfo, al cual se le cedió la Aquitania en 412 con el fin de que restableciera la autoridad romana sobre la Galia, y lo consiguió tras largas guerras con otros pueblos bárbaros. Posteriormente, los godos recibirían también el encargo de restablecer el orden sobre Hispania, lo que consiguieron con una pequeña consecuencia: al expulsar a los vándalos de Hispania en 429, éstos se dirigieron a África y la arrasaron, tomando Cartago. Allí se apoderaron de lo que quedaba de la flota romana y aprendieron el arte de navegar, extendiendo su nuevo imperio marítimo sin problemas por Córcega, Cerdeña, parte de Sicilia y las Baleares. Saquearon también muchas ciudades, incluida de nuevo Roma en 455. Los romanos perdían el dominio de los mares y su principal reserva de cereales, la del Norte de África.
Los Hunos
Reducido a la Galia, Italia y parte de Hispania, el decadente Imperio vivió una nueva amenaza, peor todavía que las de los pueblos germánicos. Con la llegada de los hunos de Atila en 451, los romanos conocieron la destrucción total, los saqueos sistemáticos y el genocidio de poblaciones enteras. El ejército huno sólo pudo ser expulsado de la Galia gracias al genio militar del último gran general romano, Aecio, que aliado con los visigodos de Teodorico, los francos y los alanos, logró derrotar en la Batalla de los Campos Cataláunicos a los hunos y sus vasallos ostrogodos. Sin embargo, Atila se recuperó e invadió Italia en 452, deteniéndose sólo ante las puertas de Roma cuando el papa San León I Magno se entrevistó con él. Dos años más tarde, la envidia y los celos movieron al emperador Valentiniano III a deshacerse de su mejor general, Aecio, condenando al Imperio para siempre.
La caída del Imperio Romano
A principio del siglo V, las tribus germánicas, empujadas hacia el Oeste por la presión de los pueblos hunos, procedentes de las estepas asiáticas, penetraron en el Imperio Romano. Las fronteras cedieron por falta de soldados que las defendiesen y el ejército no pudo impedir que Roma fuese saqueada por visigodos y vándalos. Cada uno de estos pueblos se instaló en una región del imperio, donde fundaron reinos independientes. Uno de los más importantes fue el que derivaría a la postre en el Sacro Imperio Romano Germánico.
El emperador de Roma ya no controlaba el Imperio, de tal manera que en el año 476, un jefe bárbaro, Odoacro, destituyó a Rómulo Augústulo, un niño de 10 años que fue el último emperador Romano de Occidente y envió las insignias imperiales a Zenón, emperador Romano de Oriente.
Referencias
Ejército de la Roma Antigua
En la evolución del ejército romano se pueden distinguir tres grades periodos: Monarquía, Republica e Imperio. Posteriormente evoluciono en el ejército bizantino.
Tabla de contenidos
[1 Monarquía
1.1 Servicio militar
1.2 Legión
1.2.1 Unidades
1.2.2 Armamento
1.3 Inicios de la Marina Romana
2 República
2.1 Servicio militar
2.2 Legión
2.2.1 Mandos
2.2.2 Unidades
2.2.3 Armamento
2.2.4 Marcha y campamentos
2.3 El combate
2.4 El triunfo
2.5 Botín de guerra
2.6 Honor y títulos
3 Modificaciones a finales del Siglo II adC. y en el Siglo I adC.
3.1 La crisis del ejército republicano
3.2 Las reformas de Mario
3.3 Primera reforma:Reclutamiento
3.4 Segunda reforma: Estructura militar
3.5 Tercera reforma: Jubilación
3.6 Impacto de las reformas de Mario
4 Imperio
4.1 Servicio militar
4.2 Legión
4.2.1 Mandos
4.3 Auxiliares
4.4 Marina
4.5 Veteranos
5 Guardia pretoriana
6 Enlaces externos
Monarquía
Servicio militar
El servicio afectaba a los ciudadanos entre diecisiete y sesenta años. Hasta los cuarenta y cinco participaban en las campañas, y los mayores defendían las ciudades y formaban la reserva. Por lo general las clases altas no intentaban rehuir el servicio militar, ya que su cumplimiento era imprescindible para poder acceder a las magistraturas del Estado y hacer carrera política (el cursus honorum).
La organización política básica en aquella época era la gens. La leva obligaba a cada gens a proporcionar un cierto número de hombres armados más otros hombres de apoyo. El requisito básico era ser ciudadano romano (infantería o caballería pesadas) o bien ciudadano de algún pueblo bajo domino romano (velites y caballería ligera), lo que contribuía a que el ejército tuviese una moral elevada y un gran fervor patriótico. No se tenían en cuenta otros factores como la religión o el color de la piel. Por el contrario, lo habitual entre los pueblos y civilizaciones de la época era un ejército formado por mercenarios profesionales sin importar su origen.
La leva sólo era obligatoria en tiempos de guerra, pero las continuas guerras en las que Roma se veía implicada hacían que en la práctica la leva siempre estuviese en vigor. Aunque los soldados percibían una paga (no muy elevada) sus campos de cultivo quedaban desatendidos, lo que inevitablemente les causaba pérdidas si la campaña se alargaba.
Con el tiempo los criterios de sangre noble se fueron relajando. A mediados del siglo VI adC el rey Servio Tulio puso la riqueza personal por delante del criterio de sangre en relación a los derechos y deberes de los ciudadanos. Entre estos derechos y deberes se encontraba el ejército. Servio Tulio dividió Roma en treinta tribus, y agrupó a los ciudadanos en cinco clases sociales, subdivididas en un total de ciento noventa y tres centurias.
Legión
En los primeros tiempos no había distinción entre ejército y legión, Roma disponía de una sola legión de hasta tres mil infantes y trescientos caballeros. Sin embargo las guerras en aquella época eran escaramuzas limitadas que acababan con el invierno, y es dudoso que alguna vez se llegara a reunir el ejército al completo. Ni siquiera era un cuerpo permanente, se reclutaba y licenciaba según las necesidades.
Los trescientos caballeros (centuriae flexuntes o centuriae celeres) formaban la caballería del ejército de la Antigua Roma. Estaban bajo el mando de tres tribunos de la Caballería (Tribuni Celerum) y el jefe supremo de la Caballería era el Magister Equitum.
La aristocracia al principio y las clases ricas posteriormente ocupaban la primera línea como muestra de su liderazgo del pueblo, y también porque podía pagarse el mejor equipamiento, con lo que sus unidades eran muy eficaces y bien armadas. Muy pocos miembros de las clases más bajas podían costeárselo con su paga de soldado.
Con el crecimiento de la población de Roma y las mayores necesidades militares el número de legiones aumentó primero a dos y posteriormente a cuatro.
El mando supremo de la caballería correspondía a un Magister Equitum, y el de la caballería de cada legión a los Tribunos de la Caballería.
El mando supremo de los infantes correspondía inicialmente al rey y después a los Cónsules o Dictadores (o a los Legatus). El mando de los infantes de cada legión correspondía a los Tribunos de la Milicia.
Los infantes fueron divididos en cinco clases según su armamento (en función de la riqueza personal) siendo las tres primeras llamadas hoplitas (por la armadura) y las otras dos Velites (auxiliares).
Unidades
En los primeros momentos el ejército era simplemente una agregación de unidades indiferenciadas inspirada en la falange etrusca. Esta, a su vez, se creó por la influencia de las unidades de hoplitas de la Magna Grecia con las que habían entrado en contacto.
El tamaño de la legión pasó de unos tres mil hombres a más de cuatro mil, pudiendo llegar hasta los cinco mil. También hubo una mayor especialización de los soldados, pero tácticamente no se produjeron cambios y se mantuvo la estructura básica de la falange hoplita.
Armamento
Como cada soldado debía pagarse el equipo, éste dependía de a cuál de las cinco clases establecidas por Servio Tulio pertenecía el hombre. La mejor armada era la primera clase:
Escudo: circular.
Cuerpo: corseles de cuero, pectorales de bronce, grebas.
Yelmo: casco cónico de bronce.
Armas: gladius (espada corta), pilum (jabalina).
Las demás clases llevaban progresivamente menor equipamiento, de acuerdo con el poder adquisitvo. La segunda clase carecía de coraza y el escudo era oval, la tercera carecía además de grebas, la cuarta sólo tenía pilum y gladius y la quinta eran honderos (arrojaban piedras).
Inicios de la Marina Romana
Artículo principal: Armada romana
En el año 311 adC se instituyó la figura de los almirantes (Duoviri navales) para dirigir la pequeña armada romana, formada por unos pocos navíos (galeras sobre todo) y por los contingentes marítimos de las ciudades aliadas que poseían marina (como Nápoles).
El 267 adC se instituyeron los cuatro cuestores de la marina (Classici quoestores), con sedes respectivas en cuatro puertos: Ostia, Cales (en Campania), Ariminium (Rimini), y otra sede cuyo nombre y situación no es conocido.
República
Servicio militar
Con el paso del tiempo el sistema militar iba sufriendo pequeños ajustes. Con el incremento de población la curia acabó desplazando a la gens. Las curias procedían de antiguas organizaciones principalmente económicas y comerciales, pero también religiosas y judiciales. Paulatinamente las curias se fueron transformando en simples organizaciones territoriales que fueron aprovechadas como unidades de leva.
El adiestramiento se iniciaba con un entrenamiento físico realizado con el equipo puesto (unos treinta kilos) e incluía marchas y carreras de obstáculos. Posteriormente la instrucción militar incluía la práctica de movimientos aplicables en las guerras y el manejo de armas.
Legión
A comienzos de la etapa republicana la legión se organizó con una estructura mucho más formal y estricta. Como las guerras eran más frecuentes y habían dejado de ser simples escaramuzas, las batallas requerían más planificación.
A medida que las campañas aumentaban en duración se hacía evidente que la situación de una ciudadanía militarizada permanentemente no era sostenible. Esto supuso muchos problemas económicos hasta finales del siglo V adC y principios del siglo IV adC, cuando Roma empezó a tener tamaño suficiente para que los soldados sólo fuesen una proporción pequeña de la población. Especialmente importante fue la victoria frente a la ciudad etrusca de Veyes (369 adC), cuyo territorio y población fueron anexionados. En esta época el Estado ya compensaba a aquellos que sufrieran un perjuicio económico por tener que abandonar su trabajo.
La lealtad del ejército se reforzaba por el juramento (sacramento) de fidelidad y obediencia a los superiores y de no desertar de la batalla. Las faltas de disciplina se castigaban de acuerdo a su gravedad con la suspensión del sueldo, con azotes o hasta con la muerte. El castigo para unidades completas consistía en diezmarlas, es decir, aplicar la pena de muerte a uno de cada diez legionarios.
Durante el transcurso de la etapa republicana se solía reclutar un máximo de tres o cuatro legiones. Sin embargo continuaron teniendo, como durante la monarquía, una existencia efímera. Únicamente se hicieron permanentes las legiones I a IV. Éstas, mandadas por un cónsul la pareja, eran los ejércitos consulares. Durante la Segunda Guerra Púnica se reclutaron muchas más legiones para poder hacer frente a la gran amenaza de Aníbal.
Mandos
Cada legión quedó bajo el mando de un cónsul elegido por un periodo de un año. Esto suponía que muchas veces estos dirigentes adolecían de dotes militares, y lo más habitual era que los cónsules a su vez nombrasen un legado (legatus), más profesional y con capacidad de mando al que situaban al frente de la legión.
La figura del tribuno militar apareció formalmente en el 331 adC. La legión se reorganizó en seis cuerpos, dirigidos por los tribunos militares electos. Estos cuerpos se dividía a su vez en otros diez, las centurias, bajo el mando de sendos centuriones. Nominalmente cada centuria constaba de cien hombres, pero en realidad su número podía ser de hasta sesenta; la cifra más habitual estaba en torno a ochenta. Así se creó una jerarquía formada en primer lugar por el cónsul electo, sus legados, los tribunos militares y los centuriones.
Otro cambio obligado por la mayor duración de las escaramuzas fue la necesidad de prorrogar el mandato del cónsul en campaña. Así surgió la figura del Procónsul. La lealtad de los soldados, que se iba desplazando desde el Estado hacia sus jefes directos, hizo que los cónsules y procónsules empezaran a obtener un gran poder militar y político.
Unidades
La infantería pesada era la principal unidad de la legión. Estaba formada por soldados capaces de costearse el equipamiento. Según la experiencia se distribuían en hastati o Hastarios (hastatus era el soldado más joven), príncipes (princeps era el soldado en torno a treinta años) y triarii o Triarios (triarius era el veterano).
La infantería ligera o velites no tenía una organización ni función precisas. Su actuación se ajustaba a las necesidades de la batalla. Eran un cuerpo de gran ligereza y movilidad que hacía que en muchas ocasiones fuesen los que más bajas infligían al enemigo. Por lo general no eran ciudadanos romanos, sino aliados (allae que, hasta el siglo III adC se reducían aproximadamente a la Italia actual).
La caballería ligera o equites estaba formada por jinetes expertos que, al mando de sus oficiales, solían atacar por los flancos. Al cargar por los flancos y por la retaguardia, sorprendían al enemigo y presionaban hasta acorralarle.
Armamento
El tronco se protegía con una coraza completa (frontal y espalda) de la que hubo varios tipos. La coraza más cara eran dos piezas de metal que protegían completamente el tronco. Por su precio y vistosidad estaban prácticamente reservadas a los oficiales y a la Guardia Pretoriana.
La coraza de escamas estaba formada por pequeñas piezas de metal o hueso superpuestas y unidas por alambre.
La lorica hamata era una cota de malla.
La lorica segmentata estaba formada por hojas de metal alargadas. Proporcionaba mayor protección que la lorica hamata y permitía más movilidad.
Para proteger el vientre utilizaban un cinturón de cuero, con tiras colgantes para proteger los muslos.
El escudo podía ser de bronce o de madera recubierta de cuero, y su forma redonda, oblonga o semicircular o cilíndrica
El casco protegía la nariz, mejillas y cuello. El de los oficiales llevaba un penacho.
El calzado consistía en unas sandalias fuertes, con tachuelas en la suela, de gran resistencia en las largas marchas.
Las armas eran un pilum pesado, un pilum ligero, el gladius y un puñal de doble filo.
Además llevaban una mochila con objetos personales, agua y raciones para un mínimo de tres días.
Marcha y campamentos
Al frente de la legión marchaban los velites explorando el terreno y posibles trampas. Luego venían la infantería, la caballería, los encargados de levantar el campamento, el general, su guardia, tropas, las máquinas de asedio desmontadas, los oficiales superiores y más tropa cerrando la marcha.
Con las reformas de Mario el campamento (castrum) desempeñó una papel fundamental en las tácticas romanas. No se dejó su establecimiento al azar, sino que seguía unos principios rígidos. Probablemente ningún otro ejército de la antigüedad contó con unos campamentos, para una noche o por tiempo indefinido, con tales niveles de seguridad.
Externamente se rodeaba por un foso (fossa) de cuatro metros de anchura y tres de profundidad que era excavado por una parte de los legionarios, mientras la otra parte se mantenía en estado de alerta. La tierra extraída se utilizaba para levantar un terraplén defensivo, el agger, a continuación del fossa. En el caso de campamentos eventuales, como los construidos cada día al final de la marcha, el vallum podía ser sólo el agger o también adicionar una empalizada de madera. Si el campamento era semipermanente, como durante el descanso invernal o un asedio corto, el vallum era de madera o argamasa. Y si se trataba de algo permanente, por ejemplo vigilar la seguridad de una zona, se utilizaba la piedra. Después del vallum se dejaba un terreno despejado de treinta a sesenta metros, el intervallum.
La tienda del general se levantaba junto a la intersección de dos calles que se cruzaban en forma de cruz latina, la via praetoria el brazo largo y la via principalis el brazo corto. En cada una de las zonas se distribuían las tiendas de los legionarios, siguiendo una ordenación específica según el cuerpo. Las tiendas tenían capacidad para cuatro legionarios, pero alojaban a ocho en turnos rotativos.
El combate
El esquema romano clásico de combate constaba de una vanguardia de velites. A continuación venía la infantería pesada dispuesta en tres líneas:
hastati
principes
triarii, que sólo entraban en combate en situaciones extremas.
A la derecha de la infantería se disponía la caballería romana, y a la izquierda la caballería de los aliados.
En vista de sus defectos la formación en falange fue sustituida por el manípulo, consistente en dos centurias bajo el mando del mayor de ambos centuriones. Cada una de estas tres líneas de infantería ya no era contínua, sino que se separaba en manípulos, con un pequeño cambio de orden:
hastati, diez manípulos de ciento veinte soldados
príncipes, diez manípulos de ciento veinte soldados
triarii, cuyo manípulo constaba de sesenta hombres
velites, o infantería ligera, que se disponían delante de las líneas de infantería pesada para explorar y hostigar al enemigo sin trabar contacto directo
El hueco que quedaba entre dos manípulos de la primera línea se encontraba cerrado por un manípulo en la segunda línea, y a su vez la tercera línea cerraba los huecos de la segunda. El resultado era una disposición en forma de tablero de ajedrez -accies- que dotaba de gran flexibilidad a los movimientos de la infantería.
El triunfo
Si en una batalla caían al menos cinco mil enemigos y se obtenía una victoria abrumadora el senado decretaba el Gran Triunfo. Éste se celebraba con un desfile multitudinario por las calles de Roma liderado por magistrados y senadores. A continuación iban los cornetas, el botín, los prisioneros, el general triunfador, con una corona de laurel, y sus tropas cerrando el desfile.
Botín de guerra
al enemigo, tanto riquezas como tierras, pasaban a ser propiedad del Estado. Muchas de estas tierras se les entregaban a patricios y generales victoriosos, o bien se les arrendaban a precios muy reducidos. Los habitantes de la tierra pasaban a ser esclavos del propietario o arrendatario.
Con el paso del tiempo cada vez era más habitual que fuese el propio jefe del ejército el que se alzase con la propiedad del botín y la repartiese a su criterio entre sus ayudantes y la tropa, con lo que se ganaba su fidelidad personal. Esto acabó siendo de gran importancia política desde los últimos años de la república.
El iniciador de esta medida fue Escipión
Honor y títulos
Los soldados reclutados entre la clase aristocrática tenían escaso espíritu combativo. Para elevarlo fue preciso dictar una ley que obligaba, para aspirar a una magistratura, a haber servido diez años en el ejército, con lo que se impidió que la aristocracia desertara de sus obligaciones militares.
Los títulos y honores son ambicionados. Antes los honores del triunfo se concedían solamente al cónsul que regresaba victorioso y aumentaba el territorio de la República. Ahora cualquier escaramuza da lugar a la celebración de un triunfo, dentro o fuera de Roma. Para poner coto a ello se decidió en el año 181 a.C. que para celebrar un triunfo, la batalla debía haber originado al menos cinco mil muertos, pero a menudo se aumentaron las cifras en los informes para saltarse la norma. Los títulos de victorias, reales o ficticias, aumentaban. Las familias empezaron a adoptar sobrenombres alusivos (cognomen secundum o agnomen), costumbre iniciada por Escipión (que se tituló Africanus), por su hermano (Asiaticus) y por su primo (Hispanicus). El 163 adC. el conquistador de Mesina tomó el sobrenombre de Mesala, y así otros muchos.
Modificaciones a finales del Siglo II adC. y en el Siglo I adC.
La crisis del ejército republicano
Desgraciadamente, no todos los cónsules electos eran muy capaces desde el punto de vista militar. Por ejemplo, en el año 113 adC el cónsul Cneo Papirio Carbón fue derrotado en la Batalla de Noreia por tropas invasoras de Cimbrios y Teutones, muriendo la práctica totalidad del ejército (sobrevivieron 20.000 hombres de un total de 200.000).
Este desastre fue seguido por una guerra en África contra el Rey Yugurta de Numidia. El cónsul Quinto Cecilio Metelo el Numídico fue enviado a derrotar a Yugurta y, si bien no perdió ningún ejército, tras dos años de guerra todavía no había logrado la victoria total. Cayo Mario, uno de sus legados, solicitó a Metelo que le liberase de su deber para poder volver a Roma y presentarse al consulado a finales del año 108 adC. Cuando Mario se convirtió en cónsul junior (el que menos votos había obtenido de los dos) en el año 107 adC y se le encargó concluir la guerra contra Yugurta se encontró que no tenía ejército.
El ejército de Metelo había sido asignado al cónsul senior, Lucio Casio Longino, para expulsar a los Cimbrios, que volvían a amenazar a Roma desde los Alpes. Por otro lado, los ciudadanos elegibles que quedaban eran muy pocos, debido a los anteriores desastres militares. Cayo Mario, para solventar este problema, introdujo una serie de reformas.
Las reformas de Mario
Hacia el final de la República Cayo Mario reformó el ejército. Se hizo permanente. Se abolieron los límites establecidos por las clases de Servio Tulio y se aumentó la paga del legionario, con lo que el número potencial de estos aumentó considerablemente. Los nuevos soldados, sin trabajo y sin propiedades, no deseaban que llegara el final de la campaña, que también significaba el final de la paga. Los soldados se alistaban por dieciséis años, periodo que se fue ampliando hasta veinte o veinticinco. Así se profesionalizó el ejército.
Primera reforma:Reclutamiento
La parte más importante de las reformas de Mario fue la inclusión de las personas sin tierras ni propiedades, las demoniadas capite censi o censo por cabezas, dentro de las personas que podrían alistarse. Dado que la mayor parte de este grupo eran pobres que no tenían capacidad de comprar su propio armamento, Mario hizo que el estado les suministrase las armas (que irían pagando a plazos). Ofreció a la gente sin recursos un empleo permanente con paga como soldados profesionales, y la oportunidad de ganar dinero mediante los saqueos en campaña. La gente, que tenía muy poca esperanza de incrementar su estatus por otra vía, en seguida empezarón a apuntarse al nuevo ejército de Mario. Los soldados se reclutaban para un plazo de 25 años.
Gracias a esta reforma, Mario logró dos objetivos. En primer lugar, consiguió reclutar suficientes hombres en un periodo de crisis y de amenazas externas para Roma. En segundo lugar, solventó un grave problema económico que existía en Roma, provocado por la pérdida de la mayor parte de la clase media en guerras (tanto por la muerte de los ciudadanos, como por su ruina económica, al no poder encargarse de sus propiedades en campaña).
Segunda reforma: Estructura militar
Con este ejército permanente, y siendo el estado quien suministraba las armas, Mario pudo estandarizar el equipamiento de la legión romana. El entrenamiento se mantenía a lo largo del año, y no sólo cuando era necesario. Mario organizó las legiones de la siguiente forma:
Hizo desaparecer la división de la infantería en secciones especializadas: hastati, príncipes y triarii. A partir de la reforma, la infantería legionaria constituye un cuerpo homogéneo de infantería pesada, sin distinciones por razón del armamento (ahora estandarizado) o la edad de los soldados. Del mismo modo, se eliminó de la legión el contingente de velites, que ya estaba totalmente en desuso: la infantería ligera de las legiones primitivas era muy poco efectiva, como se demostró una y otra vez durante las Guerras Púnicas y fue sustituida por cuerpos especializados de auxiliares, agrupándose según su origen étnico y conservando su estilo peculiar de combate.
El número total de hombres en una legión completa era de unos 6.000, de los cuales aproximadamente 5.000 serían soldados. El resto era personal no combatiente.
La organización interna de la legión consistía en 10 cohortes de 6 centurias cada una.Las diez cohortes que integran la legión van numeradas, obviamente, del I al X, pero están organizadas jerárquicamente: la I Cohorte tiene el doble de soldados que las demás, generalmente la componen los más veteranos, y se despliega en primera fila. Por el contrario, la cohorte X despliega en segunda fila, y está compuesta por los soldados más bisoños.
La centuria consistía en 80 soldados apoyados por 20 no combatientes y dirigidos por un soldado profesional ascendido de entre los soldados rasos y llamado centurión.
La centuria a su vez se dividía en contubernia (sing. contubernium) grupos de 8 hombres que compartían una tienda. Sin embargo, la centuria luchaba como una unidad, marchaba comouna unidad y acampaba como una unidad. Acarreaba con ella todas las armas y demás provisiones e instrumentos necesarios para mantener a la unidad. Esta reducción del convoy de suministros hizo que la legión fuese mucho más rápida en sus desplazamientos.
De 2 a 6 legiones juntas constituían un ejército.
Desde este momento, las cohortes, de las que habrían seis a diez, sustituyen a los manipula como unidad táctica básica. Cada cohorte se compone de 6 a 8 centurias y es liderada por un centurión asistido por un optio, un soldado capaz de leer y escribir. El centurión mayor de la legión es llamado primus pilus, un soldado de carrera y asesor del legado.
Este pequeño ejército, capaz de batirse por sí solo en casi cualquier modalidad militar, arrastraba (especialmente en época imperial) una gran cantidad de personal civil no directamente relacionado con la legión: comerciantes, prostitutas, "esposas" de legionarios (que no podían contraer matrimonio), que al establecerse en torno a los campamentos permanentes o semipermanentes acababan dando lugar a auténticas ciudades.
Las legiones pronto se encontraron en una condición física y de disciplina insuperable, sin parangón en el mundo antiguo.
Tercera reforma: Jubilación
La tercera reforma que Mario logró introducir fue una legislación que otorgaba beneficios de jubilación a los soldados en la forma de tierras. Los miembros del censo por cabezas que terminaban el servicio recibían una pensión de su general y una finca en alguna zona conquistada a la que podían retirarse.
Por último, Mario garantizó a los aliados itálicos (Etruria, Piceno, etc.) la ciudadanía romana completa si luchaban como soldados auxiliares y completaban el servicio.
Impacto de las reformas de Mario
El primer y más obvio resultado fue una mejora en la capacidad militar del ejército. Ya no era necesario que, cuando la República se viese amenazada, el general de turno tuviera que reclutar a toda prisa un ejército, entrenarlo para luchar y obedecer las órdenes, y luego hacerlo marchar a la batalla completamente novato. Este solo hecho fue imprescindible en el crecimiento y el éxito de la máquina militar romana y tuvo como resultado un éxito continuado de los romanos en el campo de batalla.
Otro beneficio de las reformas fue el establecimiento de legionarios retirados en tierras conquistadas. Esto ayudó a integrar la región en el imperio, romanizando a sus ciudadanos, y reduciendo con ello el descontento y la sensación de opresión.
Sin embargo, otro aspecto de las reformas de Mario que comenzó a comprobarse más adelante como una especie de efecto secundario, fue que la lealtad de las legiones comenzó a trasladarse desde el estado romano (esto es, el Senado y el Pueblo de Roma) hacia el propio general que dirigía el ejército. Comenzó a ser común que los generales, en lugar de retirarse tras el cese de las hostilidades, rechazasen perder su imperium y usasen su ejército (que le era leal a él) para consolidar su poder. Esto llevó a una serie de guerras civiles a lo largo del siglo siguiente y finalmente condujo a la destrucción de la República y transformación en Imperio.
Imperio
Servicio militar
Los territorios que fueron anexionados a Roma más tempranamente no aportaban casi soldados, y las provincias reclutaban en función del tiempo permanecido bajo soberanía romana. Normalmente no era necesario forzar el reclutamiento pues el número de voluntarios era suficiente para cubrir las necesidades. Los ciudadanos romanos podían alistarse en cualquier unidad, pero, preferentemente, lo hacían en las legiones, mientras que los peregrinos, o personas libres nociudadadanas, eran enviadas a las tropas auxiliares. Un caso especial lo constituían las tropas de guarnición en Roma, ya que la Guardia Pretoriana y las Cohortes Urbanas se nutrían con ciudadanos romanos itálicos y de las provincias más romanizadas, como la Bética, Macedonia o la Gallia Narbonense, mientras que las Cohortes de Vigiles eran reclutadas fundamentalmente de entre libertos, personas que tenían vedado el acceso al resto de los cuerpos.
Legión
En esta época el ejército estaba formado por treinta legiones de unos cinco mil trescientos hombres cada una. La legión ya era un cuerpo permanente, podía variar en número y composición pero siempre existía, cada una con sus símbolos, historia y glorias particulares. En ellas había gran variedad de especializaciones como soldados, zapadores, policía militar, cuerpo médico, etc.
Mandos
Cada legión, bajo el mando de un legatus, constaba de infantería y de caballería. Inmediatamente bajo su mando había siete tribunos militares, de los cuales seis eran oficiales procedentes del ordo equester, 5 tribuni angusticlavii con mando sobre dos cohortes y un tribunus sexmestris al mando de la caballería legionaria, y uno era miembro del ordo senatorius como tribunus laticlavius, y era un joven senador que ejercía de segundo del Legado.
Por debajo, se encontraba el Praefectus Castrorum, un antiguo Primus Pilus que en vez de jubilarse había ascendido a este puesto e ingresado en el ordo equester. Era el encargado de la logiística, del mantenimiento del campamento y del mando de la artillería y maquinaria de asedio en combate.
La infantería constaba de diez cohortes, de las que la primera era especial. Estaba formada por cinco centurias de ochenta hombres, cada una de ellas bajo el mando de un centurión, siendo el centurión de la primera centuría llamado Primus Pilus, y por tanto el cuarto hombre de la unidad, con acceso directo al Legado. Además incluía un cuerpo de seiscientos hombres que no participaba en la batalla formado por escribanos y comerciantes. En total unos mil hombres.
Las nueve cohortes restantes eran iguales. Cada una de estas cohortes, de cuatrocientos ochenta hombres, se dividía en seis centurias bajo el mando de sendos centuriones.
La caballería estaba integrada por unos ciento veinte hombres, en cuatro turmae de 30 jinetes al mando de sendos decuriones.
Por debajo de los centuriones se encontraban los suboficilaes, llamados principales, de entre los que destacaban el optio o lugarteniente del centurión, el signifer o porta estandare o signum de una centuria, el aquilifer, portaestandarte mayor de la Legión, el tesserarius o suboficial de seguridad, y otros muchos cargos especilizados, como el veterinarius o el duplicarius por citar sólo dos casos.
Todavía por debajo estaban los inmunes, exentos de trabajos pesados, formados por algunos especilistas y por todos los jinetes, con doble paga o paga y media. Por último, estaban los soldados rasos.
Auxiliares
El punto débil de las legiones estaba en su propia fortaleza: básicamente eran unidades de infantería pesada, con un elevado número de especialistas en las más variadas tareas militares y no militares, y por ello poco adecuadas para tareas rutinarias. Además, su carencia de caballería y potencia de fuego a media distancia hacía que necesitaran ser completadas.
En época republicana, el estado romano había contratado tropas de auxilia, como honderos baleáricos o grupos de celtas, germanos o mauritanos para campañas concretas para poder cubrir estas carencias.
Siguiendo este modelo, Augusto decidió que se crearan tropas de auxilia, pero no ya contratadas para campañas concretas, sino formando parte del ejército regular. Así, se crearon unidades específicas de caballería, Alae, de infantería, Cohortes, o mixtas de infantería y caballería, Cohors equitata, especializadas o no, reclutadas de entre las personas libres que carecían de la ciudadanía romana -la inmensa mayoría de la población del Imperio-, y que, tras 25 años de servicio, obtendrían la ciudadanía romana como premio.
A mediados del siglo I, se crearon unidades mixtas de caballería e infantería, llamadas cohortes equitatae, con una proporción de 4 a 1 de infantes sobre jinetes.
Las unidades auxiliares fueron asignadas permanentemente a legiones concretas con las que podían compartir campamento, pero a mediados del siglo I, fueron separadas de las legiones e instaladas en campamentos permanentes propios, llamados castellum (castella en plural).
En principio, las unidades eran de tipo quincuagenario, similares a las cohortes legionarias ordinarias, con 480 soldados de infantería, 512 jinetes o 480 infantes y 120 caballeros, según fueran cohortes de infantería, alas de caballería o cohortes equitatae; sin embargo, su separación de las legiones y su establecimiento en puntos concretos del limes con su propio campamento provocó la necesidad de que algunos sectores contaran con unidades más numerosas, para lo que se crearon algunas unidades miliarias, con 800 infantes, 720 jinetes, o 800 soldados y 240 caballeros, nuevamente según fueran chortes de infantería, alas de caballería o cohortes equitatas.
El armamento o forma de vestir podía ser similar al de las legiones, o ser completamente específico, como ocurría con las unidades de arqueros sirios, jinetes ligeros del norte de África o caballería pesada parta. Por su parte, los mandos eran siempre romanos. Un caballero, miembro del ordo equester, dirigía cada unidad como tribunus cohortis, praefectus alae o praefectus cohortis, y los centuriones y decuriones siempre tenían la ciudadanía, así como muchos de los principales de las unidades.
Algunas unidades fueron reclutadas entre itálicos o entre voluntarios ciudadanos, y entonces estaban equipadas de la misma forma que las legiones; en algún momento, otras unidades obtenían por ciertas acciones meritorias en campaña el título de civium romanorum, y pasaban a estar equipadas de la misma forma que las legiones, aunque conservaran algunas armas propias.
A mediados del siglo II, el proceso de homologación entre unidades auxiliares y legiones estaba muy avanzado, lo que restaba eficacia al ejército romano, y, además, la aparición de bárbaros difícilmente encuadrables en un ejército regular, hizo necesaria buscar alguna solución. La respuesta fue adoptar un modelo similar al republicano, contratando a un grupo de bárbaros, bastante reducido, en torno a 300, ponerlos bajo mando romano y crear unidades llamadas numerus de infantería y cuneus de caballería, y utilizarlos como verdadera carne de cañón, aunque, con el tiempo, estas unidades tendieron a ser permanentes.
A partir del siglo IV, la diferencia entre auxiliares y legiones desapareció totalmente y sólo se conservaron los nombres de las unidades.
Marina
Artículo principal: Armada romana
Cuando Roma comenzó a prestar atención al mar las clases más humildes, raramente encontradas en la infantería y nunca en la caballería, encontraron acomodo en las tripulaciones de la flota. Ésta tenía necesidad de una gran cantidad de personal poco preparado y sin requerimientos de equipamiento especial; un barco de guerra podía necesitar hasta trescientos remeros y ciento veinte marineros.
Veteranos
Al licenciarse al final de su servicio -20 años para los legionarios, 16 para la guarnición de Roma, 25 para los auxiliares y 26 para los marineros- los soldados recibían el honroso título de veteranus (veterano), y el emperador, a través del Aerarium Militaris creado en 2 adC, les entregaba un premio en metálico, de 3000 a 5000 denarios, según épocas, y recibían ciertos privilegios, como casarse legalmente, regularizando cualquier unión anterior y otorgando la ciudadanía romana a los hijos que hubiesen tenido o a los que fueran a tener, y se les permitía instalarse en cualquier parte del Imperio, y si este lugar era una ciudad privilegiada, municipio o colonia, se convertían automáticamente en miembros de su consejo local u Ordo Decurionis, estaban exentos de ciertas cargas, como alojar militares en sus casas y no podían ser sometidos a castigos o penas infamantes.
Si habían prestado servicio en la marina o en las tropas auxiliares y no eran ciudadanos romanos, con la licencia se les concedía automáticamente la ciudadanía romana. Se archivaba un certificado o Diploma militaris, consistente en dos tablillas de bronce con la fecha, nombre del emperador, nombre del soldado, grado, privilegios, años de servicio y cuerpo, y se les entregaba una copia, aunquie esto sólo afectaba a los soldados de las unidades auxiliares y de la flota, porque con ello demostraban la adquisición de la ciudadanía romana.
Guardia pretoriana
Este cuerpo militar fue establecido por César Augusto como guardia personal del emperador, y fue suprimida por el emperador Constantino I después de vencer a su rival Majencio en la batalla de Puente Milvio. Recibía un entrenamiento mucho más intenso, su paga era mayor, su servicio era de sólo 16 años, y solamente participaba en las guerras si el emperador en persona acudía al frente de batalla. Al mando de los pretorianos estaban los dos praefecti praetorium, que en ocasiones se reducían a uno sólo. Sus hombres eran reclutados de entre los ciudadanos romanos de Italia y, excepcionalmente, de las provincias mas romanizadas como la Galia Narbonense, la Bética o la Tarraconense.
Augusto organizó la Guardia Pretoriana en 9 cohortes quincuagenarias de 480 soldados cada una, situadas en diferentes ciudades de Italia. Tiberio reunió las 9 cohortes en Roma y creó un cuartel permanete para ellas, el castra praetoria. Vitelio transformó las cohortes en miliarias, con 800 hombres, e incrementó su número hasta 12, pero, al año siguiente, Vespasiano redujo su número nuevamente a 9. Por último, Septimio Severo licenció a todos los pretorianos itálicos que habían asesinado a Pertinax y a Didido Juliano, y que se habían atrevido a subastar el puesto de emperador al mejor postor, y los subsituyó con legionarios de las legiones de Panonia, y, para asegurarse tropas alternativas a las de la guarnición de Roma, instaló en los Montes Albanos a la Legio II Parthica.
Debido a su cercanía al emperador la guardia pretoriana acabó transformándose en un instrumento de poder. Muchos emperadores fueron asesinados o depuestos por su guardia pretoriana, y algunos prefectos llegaron a emperador, tal y como ocurrió con Macrino.
Religión en la Roma Antigua
Otros aspectos
Ejército
Religión
Indumentaria
Edificación pública
Vivienda
Magistraturas romanas
Derecho

Tabla de contenidos
1 Orígenes e influencia griega
2 Cultos orientales
3 El culto imperial
4 Dioses negativos
5 El culto doméstico
6 El culto público
7 Festividades
8 El cristianismo
Orígenes e influencia griega
La religión originaria romana rendía culto a unas fuerzas sobrenaturales de carácter indefinido llamados numina como Flora, Fauno, etc. Los de la vivienda familiar eran los Forculus (que guardaban las puertas), Los Limentinus (que guardaban los umbrales), Cardea (de los goznes), etcétera.
Tras los primeros contactos con los griegos asimilaron su mitología, cambiando los nombres de los dioses. (Ver Mitología romana).
Cultos orientales
Durante el imperio ganaron popularidad varios cultos de origen oriental. Son ejemplos de esto:
EL culto de Cibeles: originario de Frigia, en Asia Menor (actual Turquía).
Los cultos de Isis y Osiris, procedentes de Egipto
El culto imperial
El fundador de Roma, Rómulo, fue divinizado después de su muerte. (Ver Quirino). Fue el dios principal junto con Júpiter y Marte. Más tarde les sustituyó la triada Júpiter, Juno y Minerva.
A partir de Augusto los emperadores romanos fueron divinizados en una ceremonia llamada apoteosis.
Dioses negativos
Existían además dioses considerados negativos:
Vejovis
Laverna, diosa de los ladrones
Dioses del aire pestilente
Dioses de la fiebre, enfermedades y demás
Lémures o fantasmas que despertaban gran temor al pueblo
El culto doméstico
Era frecuente que se rindieran culto a los diosecillos del hogar (lares y penates) en casa. Su sacerdote era el Pater familias, y se celebraba en el lararium. Había dioses específicos para la vida cotidiana:
Numidia, dioses o genios protectores del nacimiento y desarrollo del hombre
Educa y Pontina, dioses del comer y el beber
Cuba, dios de guardar la cuna
Ossipago, dios que robustece los huesos
Abeona y Adeona, diosas que enseñaban a andar
Fabulinus, Farinus y Locutius, dioses que enseñaban a hablar
Terduca, dios de la escuela
Domiduca, diosa que llevaba al niño a casa
El campesino invocaba al dios del barbecho, de la labor, de los sucos, sementeras, al de segar, trillar. Entre los dioses agrícolas están Rucina, Messia, Tutulina, Terensis, Tellumo vervactor, Tellumo occator, Tellumo Messor, etc.
Los ganaderos tenían sus divinidades propias:
Bubona, que velaba por los rebaños de bueyes
Epona, que velaba por las yeguadas
Pales, que velaba por los rebaños de carneros
Flora y Silvanus, dioses tutelares pastores
Puta y Pomona, diosas tutelares de jardineros y hortelanos
También se rendía culto a las almas de los muertos o manes. Los romanos creían que las almas de los muertos bajaban como sombras donde estaba el cuerpo del difunto, y después volvían al fondo de los abismos, sin comunicación con el mundo de los vivos. La religión romana dictaba para los difuntos la necesidad de incineración.
El culto público
Los pontífices se encargaban del culto público dirigidos por el Pontifex Maximus. Literalmente los constructores de puentes, formaban el calendario, los días de fiesta, los días propicios, las solemnidades, los días de culto y los destinados a la justicia, y concedían la palabra en reuniones y otros actos. Con el tiempo los pontífices fueron los guardianes supremos del culto y sus anexos. El Colegio de los Pontífices era elegido entre personajes respetados por todos.
También había sacerdotes sometidos a duras reglas y que estaban consagrados a un dios (Flamen). Así al dios Marte le correspondía el Flamen Martialis, a Quirino el Flamen Quirinalis y a Júpiter el Flamen Dialis.
A los dioses se les dedicaron santuarios (Aedicula) y Templos (Templum), y en algunos de ellos se encontraba la estatua del dios correspondiente. Para su mantenimiento los diversos templos disponían de tierras propias, y contaban además con los ingresos procedentes de los depósitos judiciales.
Numerosas congregaciones y hermandades tomaban parte en las fiestas romanas, como los Frates Arvales, encargados de pedir en el mes de Mayo los favores de la diosa de la fecundidad Bona Dea o Ceres, los sacerdotes encargados de la vigilancia de los fuegos sagrados de cada curia (Flamines curialis), los sacerdotes de la tribu de los Ticios, los jóvenes que bailaban y cantaban la danza de las armas eran los Salii (saltadores o Salios). Para adorar a Quirino también estaba un grupo de jóvenes danzantes (Salii Colini)...
Los augures adivinaban el futuro en las entrañas de animales, el vuelo de las aves y otros signos considerados como signos enviados por los dioses (lo que les permitía retrasar ciertos actos si declaraban que los auspicios no eran favorables, y hasta podían lograr la anulación de votaciones, lo que les hacía muy influyentes), inspirados en las artes etruscas.
Otra institución vinculada a la religión era la de los Feciales o Mensajeros del Estado, que perpetuaban por tradición oral los tratados concertados con otras ciudades, emitían dictámenes sobre violaciones y sobre derechos relativos a los tratados.
Festividades
Se celebraban diversas festividades:
La fiesta del lobo (Lupercalia) en honor al dios de los socorros Faunus, y en que los danzantes eran los Luperci;
la fiesta de Hércules, con las cofradías de los Poticianos y los Pinarianos;
la de Júpiter Capitolino.
Las fiestas en honor de Roma estaban presididas por seis vírgenes llamadas Vestales.
La fiesta de Marte se celebraba del 1 al 23 de Marzo;
La fiesta de la diosa Tellus (diosa de los campos sembrados) era el 15 de Abril y se llamaba Fordicida.
El 19 de Abril eran las fiestas de Ceres (Cerialia)
El 21 de Abril era la fiesta de la Parilia, dedicada al dios de los rebaños Pales.
Otras fiestas eran las Vinalia (23 de Abril), Las Robigalia (25 de Abril), las Saturnalia (17 de Diciembre), las Compitalia y otras. La principal fiesta romana eran los Juegos (Ludi Romani o Ludi maximi o Ludi Magni), costumbre importada de Etruria.
El cristianismo
En la época final del imperio romano, el cristianismo se convirtió en la principal religión. Inicialmente propio de clases humildes y opuesto al culto imperial fue perseguido.
Acabó siendo permitido con la promulgación del edicto de Milán por Constantino, después de que éste ganara una batalla con el símbolo de la cruz.
Finalmente, con el edicto de Tesalónica se convirtió en la religión oficial.
Obtenido de "http://es.wikipedia.org/wiki/Religi%C3%B3n_en_la_Roma_Antigua"

Indumentaria (Roma Antigua)
Otros aspectos
Ejército
Religión
Indumentaria
Edificación pública
Vivienda
Magistraturas romanas
Derecho
El traje en la antigua Roma constaba de dos tipos de piezas como el griego, llamadas
indutus, las interiores
amictus, las exteriores
En los primeros tiempos, se reducían las prendas a la túnica, semejante al quitón de los griegos y a la toga propia y exclusiva de los ciudadanos romanos que por ello, se llamaban gens togata, mientras ellos decían de los griegos gens paliata. A veces, llevaban otra túnica interior, denominada subúcula, equivalente a nuestra camisa, y la superior solía ceñirse con un cinturón llamado cíngulum o cintus, cerrado con broche o fíbula. La toga era una amplia vestidura de lana, de corte elíptico, cerrada por abajo y abierta por arriba hasta la cintura. Al llevarla, se recogía por los pliegues del lado derecho y se echaban terciados hacia el hombro izquierdo.
su color era generalmente blanco (alba, cándida), sobre todo, en los que aspiraban a la magistratura; de donde se derivó el nombre de candidatos que hoy está en uso en nuestra lengua.
los niños y los magistrados llevaban una toga adornada con tiras de púrpura (trábea, toga praetexta)
los conquistadores en su entrada triunfal vestían la toga con bordados de palmas de oro (toga palmata)
los emperadores ostentaban la toga hecha completamente de púrpura (toga purpúrea) o con bordados de oro (toga picta).
Tabla de contenidos
1 Finales del siglo I
2 Sobre la cabeza
3 El calzado
4 Vestiduras femeninas
5 Otros
6 Indumentaria militar
Finales del siglo I
Al terminar el primer siglo del imperio romano, se aumentaron y modificaron las piezas del indutus, admitiendo la túnica con mangas o manicata y la túnica ancha y sin cíngulo pero con mangas enteras y con listas de color (llamadas clavi) la cual estuvo de moda en el siglo II, imitando las que se llevaban en Dalmacia (dalmática) así como la túnica abierta por el hombro derecho (exomis) para esclavos y pastores y algo también los calzones o bragas (bracae), imitando a los persas, galos y otros pueblos del Norte. La pieza más destacada del amictus que empezó a cundir a finales del siglo I fue la pénula, manto cerrado o cosido también por delante que adoptaban los viajeros para abrigo y defensa de la lluvia (pénula viatoria) e incluso los nobles quienes lo llevaban largo y de tela preciosa con adornos de franjas y bordados. Se llamó también planeta con significado de errante porque giraba alrededor del cuerpo sin fijación y como carecía de mangas para hacer uso de los brazos con esta vestidura debían levantarse por los lados hasta los hombros. Se añadió también a las vestiduras exteriores (a la vez que se abandonaba la toga por casi todos) el gabán o capa llamada lacerna, abierta por delante y sujeta con broche o fíbula y la alícula, especie de esclavina, todo lo cual era rico y espléndido entre la gente poderosa.
Sobre la cabeza
Para cubrir la cabeza, servía en ocasiones dadas una orilla o pliegue de la toga pero lo más habitual era el cucullus o capuchón, el birrete o gorro (pileus, galerus) y el sombrero. Se llevaba el cucullus adherido a otra pieza, como la pénula o la capa, ya formando parte de ella (llamada entonces la capa bardocúculo), ya de modo que pudiese quitarse y ponerse a voluntad. Y en cuanto al sombrero, solía hacerse de fieltro y de grandes alas (causia) o de alas más reducidas (petasus). En los actos solemnes, sin embargo, fue costumbre ir con la cabeza descubierta, menos el sacerdote al ofrecer un sacrificio, que siempre iba cubierto con algún pliegue de la toga.
El calzado
El calzado más común entre los romanos era la sandalia (sólea) atada con unas correas (corrigia) constituyendo el conjunto la cáliga. Pero se usaba también el cálceus, especie de zapato con algunas variedades y que llevaban los senadores y otros magistrados (éstos, de color rojo y aquéllos, negro) y el campagnus o bota más grande, propia también de nobles. El coturno estaba de uso entre los romanos, lo mismo que entre los griegos.
Vestiduras femeninas
Las mujeres romanas llevaban larga y holgada túnica, la stola que tenía muchos pliegues y que para las nobles matronas se adornaba con franjas o ricos bordados, y sobre ella la palla, que se parecía a la toga viril. Cubrían su cabeza con la misma palla o con una cofia que se llamaba mitra o con un velo (ricinum) o una capucha.
Otros
Y personas de toda clase o condición usaban pañuelo de bolsillo, conocido con los nombres de manípulum, sudarium y mápula, y otro mayor par el cuello y hombros, llamado amictus, orarium y palliolum. Como adornos de los vestidos exteriores eran muy frecuentes en personas de ambos sexos las tiras de púrpura o de otro color, bordadas y aplicadas de arriba abajo, que se llamaban clavi o clavus, distinguiéndose en angusticlavi y laticlavi, según que fuesen estrechas o anchas y además los calliculae o rodajas y florones de tela de color y bordada, que se aplicaban sobre la túnica o vesitdo en puntos diferentes.
El traje de los españoles durante la dominación romana fue exclusivamente romano, hasta que a principios de la Edad Media se modificó algo por los godos y bizantinos.
Indumentaria militar
La gente guerrera, entre los romanos de los primeros siglos defendía su cabeza con la gálea o casco de cuero y placas metálicas y el tronco por medio de una armadura también de pequeñas placas. Pero después de la conquista de las Galias se adoptó el cassis o casco de metal (usado antes por celtas e iberos) con yugulares y cubrenuca y la cota de malla para el tronco si bien algunos cuerpos especiales del ejército usaban armaduras particulares:
los vélites, cuerpos de infantería ligera que empezaban los primeros el ataque llevaban ócreas o resguardos metálicos (de bronce, por lo común) en la pierna izquierda
los hastati o hastarios (armados de lanza) llevaban ócreas en la pierna derecha pues era la que adelantaban al combatir
los legionarios protegían el pecho y la espalda con una loriga o coraza flexible de tiras de acero y el brazo con un corto brazal de bronce
los buenos escuadrones de caballería llevaban en lugar de lo anterior la lorica squamata o plumata, dispuesta en forma de escamas de metal cosidas sobre cuero o tela fuerta.
Se ceñía la loriga de cualquier tipo que fuera con el cíngulum o cintum, cinturón de cuero chapeado de metal y sujeto con fíbula, del cual pendía la espada. Ésta se llevaba también pendiente de bálteus o tahalí, propio de los jefes que iba terciado ante el pecho desde el hombro derecho hasta el lado izquierdo de la cintura. Los emperadores y otros altos jefes de la milicia romana se servían de una coraza de dos piezas (peto y espaldar) adornadas con relieves y adaptadas perfectamente al tronco según aparece en sus estatuas y sobre ella vestían el paludamentum, especie de clámide larga y holgada que estuvo en uso durante el Imperio y a la vez llevaban sobre el casco una cimera o ápex y un penacho o crista al modo griego lo cual era también propio y distintivo de los centuriones.
Edificación pública (Roma Antigua)
Otros aspectos
Ejército
Religión
Indumentaria
Edificación pública
Vivienda
Magistraturas romanas
Derecho
Los ingenieros romanos abordaban obras civiles, militares y la construcción de casas y edificios utilizando como materia prima la piedra, la arcilla, la argamasa y la madera. Para la construcción se usaban maquinaria especializada, como grúas y poleas.
La piedra era moldeada según su dureza en bloques a escuadra que luego se pulían. Cuando era dura, la taladraban y ponían estacas en los agujeros, que al empaparlas de agua rompían la piedra.
La arcilla se utilizaba para la construcción de ladrillos y tejas, para lo que se utilizaban moldes de madera.
La argamasa era una mezcla de arena, cal y agua, con la que se unían los ladrillos.
La madera se utilizaba para los trabajos de carpintería, para la construcción del esqueleto de los edificios y el armazón de los tejados.
Vías de comunicación y defensa militar
Las ciudades estaban interconectadas por vías. Las calzadas se construían cavando una zanja y rellenándola de piedras de diferentes grosores hasta nivelar el terreno, y recubriendo las últimas capas con piedras planas. Las ciudades también estaban atravesadas por calzadas, con aceras laterales ligeramente elevadas. Estas calles disponían de unos bloques de piedra separados regularmente entre sí que permitían cruzar de una acera a otra en días de lluvia, e impedían que los vehículos alcanzaran velocidades peligrosas. Por esta razón, poder pasar entre las piedras, la separación entre las ruedas de los carros era siempre la misma.
Las ciudades estaban defendidas por murallas, con una vía de circulación en la parte superior que permitía la vigilancia. Las murallas estaban protegidas por almenas, y se prolongaban varios metros bajo tierra. Las puertas de la ciudad tenían tres bóvedas: una central por la que pasaban los carruajes y dos laterales para los peatones. Se cerraban con portones de madera y rejas levadizas.
Acueductos, puentes y cloacas
Los romanos construyeron gran cantidad de puentes para que las vías atravesaran los ríos que encontraban a su paso, muchos de los cuales todavía subsisten. La mayor parte de ellos estaba construida en piedra, aunque si no había canteras en la zona, se hacían de ladrillo cocido.
Los acueductos eran característicos de la ingeniería romana, para solucionar el problema de abastecimiento de agua, pues no disponían de manufactura de tuberías resistente a la presión y, por lo tanto, no podían construir sifones de una cierta altura. Los acueductos consistían en puentes soportados por gruesos pilares unidos mediante arcos de medio punto, coronados por un canal con una ligera inclinación, para permitir correr el agua. El agua se obtenía en manantiales o embalses situados a mayor altura, hasta la ciudad donde se canalizaba y distribuía por medio de tuberías de plomo. Otro elemento arquitectónico, de la misma estructura que los acueductos, eran los puentes, hechos a base de arcos y bóvedas.
En el subsuelo romano estaban las cloacas, que recibían las aguas residuales vertidas a través del alcantarillado de la ciudad. Eran suficientemente amplios como para que un hombre pudiera caminar por ellas, pero se ponía una reja en la desembocadura para impedir la entrada a la ciudad.
Vivienda (Roma Antigua)
Otros aspectos
Ejército
Religión
Indumentaria
Edificación pública
Vivienda
Magistraturas romanas
Derecho
La romanización tuvo su soporte en la red de miles de ciudades que constituían el Imperio. El modelo más antiguo para los nuevos asentamientos fue el castrum, un recinto rectangular amurallado con una avenida central en forma de cruz, en el que vivían unas 300 personas. Pero el tipo más comúnmente utilizado fue el hipodámico, de procedencia griega. Éste tipo de ciudad estaba atravesada por dos calles principales; el decumanus, de Este a Oeste y el cardo, de Norte a Sur, que eran la referencia para el trazado de nuevas calles paralelas a estas, que dividían la ciudad en manzanas regulares. En los extremos de estas calles principales se situaban los portones de la ciudad. En el cruce de estas dos calles se situaban los edificios civiles y religiosos más importantes, como el foro. A pesar de la aparente organización de las ciudades romanas, las calles carecían de nombre y numeración.
Domus, insulae et villae
Las residencias de los ciudadanos romanos dependían, como hoy, del grado de riqueza. Los Patricios y los ricos hombres de negocios (Caballeros) habitaban en villae, que tenían grandes jardines con fuentes, hermosas vistas y muy lujosas. Los principales modelos eran dos: insulae y domus.
Los orígenes de las insulae están en la superpoblación, pues eran edificios de varios pisos con balcones. Parece ser que los edificios de cinco o seis pisos eran corrientes en Roma y Tertuliano menciona uno posiblemente mayor [1]. Carecían de agua corriente, eran poco confortables y de mala calidad, lo que propiciaba los incendios y hundimientos. La frecuencia de los incendios por lámpara de aceite hacien relativamente baratos los pisos más altos, al ser los más difíciles de evacuar.
La mayoría eran de alquiler, y en ellas vivían las clases populares. Era tal la carencia de servicios que por la noche se tiraban por la ventana todo tipo de deshechos.
La domus era de origen etrusco y de estructura rectangular, y se acabó convirtiendo por influencia griega en una vivienda amplia para gentes adineradas. Tenían un sólo piso, dividido en habitaciones designadas para un sólo uso: comedor, dormitorio, etc. Se entraba por el corredor vestibulum en su parte exterior y fauces en el interior hasta llegar al atrium, que era un patio que actuaba como núcleo central de la casa. Era muy amplio y luminoso, con una abertura en el techo llamada compluvium por donde entraba la luz, el aire y la lluvia, que correspondía a una pila rectangular llamada impluvium, destinada a recoger el agua de la lluvia. En el se hallaban el lararium (altar doméstico) y la caja de caudales familiar. Tras el contacto con los griegos, se anexionó al domus el peristylum, rodeado de un pórtico, a veces con dos pisos, sostenido por columnas. El despacho del pater familias se llamaba tablinum e interconectaba el peristilium y el atrium. La cocina era muy pequeña, y generalmente próximo a ella estaban los retretes y el baño. Las habitaciones para dormir, separadas`por cortinas se llamaban Cubícula; para comer, triclinium. Las dependencias del servicio no tenían un lugar fijo en la casa.
Mobiliario y decoración
El mobiliario de las casas romanas era muy escueto y funcional. Las camas le servían a los romanos, además de para dormir, como sofá y para comer recostados. Para el alumbrado de las casas se utilizaban antorchas, velas y lámparas de aceite. Las habitaciones se calentaban por medio de estufas de bronce o braseros fijos. El suelo estaba cubierto por mosaicos, cuyos temas hacían referencia a la finalidad de la habitación donde se encontraban. Las paredes solían estar decoradas con pinturas y cortinajes.
Magistraturas romanas
Roma
Monarquía
República
Imperio
Principado
Dominado
Imperio de Occidente
Imperio de Oriente
Magistrados Ordinarios:
Cónsul
Pretor
Cuestor
Promagistrado
Tribuno militar
Edil
Tribuno de la plebe
Censor
Gobernador
Magistrados Extraordinarios:
Dictador
Magister Equitum
Triunvirato
Decemvero
Oficiales y Títulos:
Máximo Pontífice
Legado
Dux
Officium
Praefectus
Vicarius
Vigintisexviri
Magistrado Militum
Imperator
Princeps senatus
Emperador
Augusto
César
Tetrarquía
Instituciones y normas:
Asambleas romanas
Senado romano
Constitución Republicana
Derecho Romano
Cursus honorum
Colegiatura
















El poder en tiempos de la república era ejercido por una serie de magistrados elegidos por los distintos comicios. Cada magistrado tenía distintas funciones, atribuciones y periodo de ejercicio. De mayor a menor importancia estas magistraturas eran:
Tabla de contenidos
1 Dictador
2 Censor
3 Cónsul
4 Pretor
5 Cuestor
6 Edil curul
7 Historia
Dictador
La dictadura era en la Antigua Roma el gobierno extraordinario que confería a una persona, el dictador, una autoridad suprema en los momentos difíciles, especialmente en los casos de guerra; la dictadura nació, al parecer a propuesta de Tito Larcio, quien fue además el primero en ejercer el cargo. El dictador era nombrado por uno de los cónsules en virtud de una orden del Senado que tenía la potestad de determinar cúando era necesario el nombramiento y quién debía ocupar el cargo. En un principio, sólo los patricios podían ser nombrados dictadores, pero en el año 356 adC se les reconoció ese mismo derecho a los plebeyos.
Censor
Las funciones del censor estaban inicialmente confiadas al cónsul, que podía delegarlas. Se ejercían cada cinco años y al terminar se relizaba un ritual de purificación con varios sacrificios llamado Lustro. Después, se crearon los dos censores, elegidos cada cinco años de entre los senadores que habían desempeñado el consulado, constituyendo esta magistratura la culminación de su carrera o cursus honorum. Sus competencias consistían en revisar la lista de ciudadanos, la del Senado, y decidir que obras públicas iban a ser costeadas por la República en los siguientes cinco años. Sus tareas se realizaban durante 18 meses, y terminaban con la realización de la cermonia lustral ya reseñada, cesando inmediatamente después en el cargo.
Cónsul
Llevó el nombre de Cónsul la magistratura romana formada que sustituyó a la monarquía al frente del Estado (Véase Roma (República)). Cada año se elegían dos cónsules.
Progresivamente van perdiendo atribuciones: primero algunas facultades judiciales civiles y criminales (delegadas en Cuestores o Decenviros nombrados en cada caso); después sus decisiones debieron ser refrendadas por el Senado; después perdió la administración del Tesoro (en favor de los Cuestores) y la de los archivos públicos; después perdió el control de las arcas del ejército (en favor de los Cuestores Militares); más tarde perdió sus funciones de censor (en favor de los Censores) y de nombrar las vacantes del Senado (también atribuidas a los Censores); después perdió la facultad de nombrar Cuestores (que pasó a los comicios tribunados); luego perdió otras atribuciones judiciales (en favor del Pretor); después las competencias sobre fiestas, policía y mercados (en favor de los Ediles Curules), y también la facultad de nombrar dictador (que pasó al Senado). Al final solo conservaba algunas funciones menores, el poder ejecutivo de las leyes y el mando del Ejército.
Pretor
Eran los encargados de presidir los tribunales, durante un año, aunque finalizado este tiempo podían convertirse en propretores y gobernar otro año sobre unos territorios determinados. Eran ocho, y podían considerarse los ayudantes de los cónsules.
El cónsul perdió las funciones judiciales civiles en favor de un magistrado curul designado como Pretor, por plazo de un año, quien poseía el imperium y figuraba entre los magistrados de mayor jerarquía. Su nombramiento recayó en los Comicios Centuriados y con el mismo ceremonial religioso que se usaba para la elección del cónsul. La insignia de su cargo era la toga pretexta. Al Pretor correspondían además las funciones consulares cuando los cónsules estaban ausentes.
El Pretor era patricio hasta el 337 adC en que pudieron acceder a la pretura los plebeyos. Progresivamente los plebeyos ostentaron la magistratura en la mayoría de las ocasiones.
El pretor de Roma dividió sus funciones a partir del 246 adC: el Praetor Urbanus se ocupó de las cuestiones de los ciudadanos; y el Praetor Peregrinus de las cuestiones suscitadas entre ciudadanos romanos y no ciudadanos. La división de funciones fue necesaria por el incremento de las causas.
Cuestor
Los primeros cuestores fueron jueces encargados de los casos de asesinato y de insurrección o alta traición. Con el tiempo su denominación más común fue Decumviri Perduillionis et parricidii. Eran nombrados para cada caso y no constituían una magistratura permanente.
A fines del Siglo III adC los Decumviri o Cuestores perdieron sus atribuciones judiciales que pasaron a los Triunviri nocturni.
Simultáneamente a estos Cuestores judiciales existieron los Cuestores administrativos, en los cuales delegaba el rey la administración de los fondos públicos. Con la república sus funciones pasaron a los cónsules que las delegaron en dos cuestores civiles (para el Tesoro público) y dos cuestores militares (para las arcas del Ejército). Más tarde su nombramiento paso a los Comicios Tribunados.
Edil curul
Los Ediles Curules surgieron durante la República Romana, inicialmente para organizar algunas celebraciones. Eran designados por los Comicios Tribunados.
Inicialmente ejercieron la magistratura alternativamente patricios y plebeyos; después la designación fue independiente de la clase; el 541 ab urbe condita se volvió a su designación alternativa (patricios en los años impares y plebeyos en los años pares).
Más tarde asumieron funciones policiales, sanitarias, morales, abastecimientos, mercados, precios, calidad, y organización de juegos.
Además existía una magistratura especial reservada exclusivamente a los plebeyos, que no formaba parte del cursus honorum: el tribuno de la plebe, junto con el cargo asociado de Edil plebeyo.
Las magistraturas funcionaban siguiendo tres principios:
La colegiatura
La anualidad
La jerarquía o cursus honorum
Historia
La Ley del 180 adC determinó la edad para desempeñar una magistratura en Roma. Estableció que era obligatorio desempeñar la pretura antes del consulado y obligaba a un intervalo de dos años intercalados entre cada magistratura. La edad mínima del cónsul era de 42 años, del pretor 39, y de un cuestor 36.
Los cuestores judiciales era el cargo por el que muchos jóvenes empezaban su carrera (cursus honorum) al terminar el servicio militar, que fue fijado en al menos diez años para quien aspirara a las magistraturas, y premisa imprescindible para ingresar en la carrera honorífica.
Todos los ejercientes de magistraturas constituyeron una nueva nobleza (nobilitas) que rendía cuenta normalmente ante las Asambleas que les elegían, pero de hecho rinde sus verdaderas cuentas ante sus iguales, es decir el Senado
Asambleas romanas
Instituciones y normas:
Asambleas romanas
Senado romano
Constitución Republicana
Derecho Romano
Cursus honorum
Colegiatura
La República romana (en latín: Res Publica Romanorum) tenía los poderes gubernamentales separados en 4 asambleas: el Comicio por curias, el Comicio por centurias, el Comicio por tribus' y el Concilium Plebis (Consejo de la Plebe).
A diferencia de las cámaras modernas, estos cuerpos representativos combinaban las funciones jurídicas, legislativas y electorales, como lo hacían también los magistrados. Aunque no existía una separación clara de poderes, el intrincado balance Constitucional y la división de los poderes en la República fue notablemente elaborado. Ellos poseían el poder para hacer ex post facto leyes, retroactivamente haciendo un acto dado ilegal. Hay que denotar que el Senado Romano era una cámara deliberadora, y no poseía poderes legislativos ni jurídicos.
Asamblea por curias
El Comicio por Curias era la más antigua asamblea romana después del Comisio Calata. Cada una de las 3 tribus antiguas tenía 10 curias, y estas a su vez 100 hombres. En total eran entonces 3.000 personas que constituían las curias juntas. Este órgano, en un principio, elegía a los más altos magistrados, pero posteriormente sólo confirmaba e inauguraba las elecciones de la Asamblea por Centurias.
Asamblea por centurias
El Comicio por centurias incluía a patricios y plebeyos organizados dentro de 5 clases económicas (teoría hoy en día bastante desechada por cualquier historiador; pocos hablan de más de dos clases [ako])(los Caballeros y Senadores eran la Primera Clase) y distribuidos entre divisiones internas llamadas centurias. La membresía de la Asamblea requería cierto estatus económico, y poder el cual principalmente recaía en los miembros de la primera y segunda clases. La asamblea se reunía anualmente para elegir a los Cónsules y Pretores, y cada cinco años para elegir a los Censores. También se reunían para intentar casos de alta traición (perduellio), aunque esta última función cayó en desuso después de que Lucios Appuleius Saturninus introdujera un formato más realizable (maiestas).
El voto de un ciudadano no contaba dentro de la Asamblea por Centurias. Mas, el voto individual era contado dentro de su Centuria y determinaba el voto final de aquella Centuria. A causa de que sólo las primeras 18 Centurias (y las más ricas) poseían un número nominal de miembros (100), miembros de otras Centurias ejercían una influencia desproporcional sobre los votos finales de cada una de ellas.
Asamblea por tribus
El comicio por Tribus incluye a patricios y plebeyos distribuidos entre 35 tribus en las cuales todos los ciudadanos romanos son ubicados para propósitos administrativos y electorales. La mayoría de la población urbana de Roma estaba distribuida entre 4 tribus urbanas, lo cual significaba que sus votos individuales eran insignificantes. Como en la Asamblea por Centurias, el voto era indirecto, con 1 voto proporcionado por cada tribu. El voto era por lo tanto inclinado en favor de las 31 tribus rurales. La asamblea por tribus se reunía en el Foro Romano, elegía a los ediles (curules solamente), los cuestores, y los tribunos de la plebe. Condujo además la mayoría de los juicios hasta que el dictador Lucios Cornelius Silla estableciera las Cortes (quaestiones).
Senado romano
Instituciones y normas:
Asambleas romanas
Senado romano
Constitución Republicana
Derecho Romano
Cursus honorum
Colegiatura
El senado (del latín senex, anciano) fue una de las instituciones del gobierno de la antigua Roma. Se originó como una institución consultiva de la monarquía romana, formado exclusivamente por patricios (un representante de cada gens), y adquirió mayores prerrogativas con la República, en que pasó a refrendar a través de su auctoritas los actos de los cónsules, extendiendo su competencia a los actos de otros magistrados y Comicios, temas religiosos, conflictos entre magistrados, policía, crímenes con pena capital cuando esta era conmutada, cuestiones militares y financieras y tratados internacionales.
A mediados de la época republicana el senado contaba con unos 300 miembros; estaba compuesto por todos los ciudadanos que habían ejercido magistraturas —cónsules, pretores, cuestores, ediles y censores—, así como de los restantes patres et conscripti, las cabezas de las familias patricias. Los senadores que no habían ejercido magistraturas tenían restringido su derecho a tomar la palabra, y se los denominaba senatores pedarii.
Con el acceso a los derechos ciudadanos de los plebeyos, el Senado perdió el derecho a refrendar los actos de los Comicios Centuriados. Pero por el contrario se arrogó el derecho de nombrar dictador, y pronto legisló sobreponiéndose a las Asambleas Tribunadas, alcanzando un gran poder.
En el siglo III adC el Senado sufrió las modificaciones propias de la nueva situación. Los asientos senatoriales continuaron en manos de los censores y todos los magistrados curules que abandonaban su cargo accedían al Senado.
El Senado pasó de ser un cuerpo consultivo de los cónsules, al principio de la República (y subordinado a estos en muchos aspectos), a ser una corporación de gobernantes, sin dependencia de nadie. El Senado dirigía la guerra a través de los cónsules, y toda la política de la República.
Con el tiempo el Senado asumió el nombramiento de diversos cargos curules, lo que implicaba la designación de sus propios miembros, y además influyó cada vez más en los censores. Se mantuvo la distinción entre Senadores patricios y plebeyos.
La desaparición de la figura del dictador permitió al Senado ocupar ciertas funciones en casos graves, en especial el conferir a los cónsules facultades especiales, similares a la Dictadura, por tiempo limitado.
Julio César, después de derrotar a su rival Pompeyo y a sus aliados, la mayor parte de las familias senatoriales tradicionales, procedió a incrementar el número de senadores hasta casi 1000, promocionando al orden senatorial a familias ecuestres, mandos militares, centuriones de origen proletario de su ejército, y provinciales, como su consejero finaciero Cornelio Balbo, natural de Gades (Cádiz, España); a los ojos de la nobilitas senatorial superviviente del bando pompeyano y de muchos partidarios de César esto era una aberración, y ello fue una de las causas del asesinato de César.
Augusto, y los otros triunviros, redujeron nuevamente el número de senadores a 300, aunque mantuvieron algunos de los nombramientos de César, que tenían la consideración homines novi, pero las proscripciones por ellos emprendidas vaciaron los bancos del Senado, que fueron llenadas con la promoción de partidarios de los triunviros extraídos del orden ecuestre y del ejército.
Terminada la guerra entre Augusto y Marco Antonio en 30 adc, Augusto procedió a cribar la lista de senadores, intentando recuperar como senadores a los supervivientes de las familias tradiconales, pero favoreciendo también a sus partidarios, sin tener en cuenta su origen, caso de Mecenas , Agripa, Planco o Asinio Polión. También incrementó los poderes nominales del Senado, trasmitiendo los poderes de elección de magistrados de las asembleas o comicia al senado, aunque realmente redujo sus poderes, ya que casi todas las provincias con ejército pasaron al control directo del emperador, las magistraturas se conviertieron en cargos honoríficos, y los candidatos a ellas necesitaban del visto bueno del emperador, quien asumió la potestad juridiccional de los Comitia Tributa, por lo que los Edictos imperiales se superpusieron a los Senadoconsultos.
A partir de Claudio, numerosos pronvinciales, especialmente hispanos, fueron admitidos en el Senado, aunque a estos nuevos senadores se les imponía el requisito de invertir el censo mínimo senatorial -1.000.000 de sextercios- en propiedades rústicas en Italia, culminando el proceso con la elección de un emperador procedente de una familia senatorial provincial hispana: Trajano.
A lo largo del Alto Imperio, las relaciones entre los emperadores y los senadores fueron las de un tira y afloja continuo, y, si bien es cierto que muchos colaboradores de los emepradores eran senadores, lo cierto es que estos, aún los más respetuosos, tendían a dejar de lado las expectativas y deseos de los senadores. Además, los senadores tendían a ignorar que la verdadera fuente de poder del estado romano era el ejército, por el cual pasaban por cortos períodos de tiempo. La consecuencia fue que algunos emperadores, como Tiberio, Calígula, Nerón, Domiciano, Adriano o Cómodo sostuvieron relaciones muy difíciles con el Senado, y promovieron la persecución de muchos de sus miembros.
Con el advenimiento de la dinastía Severa, de origen militar, el senado fue progresivamente arrinconado en favor del orden ecuestre y de la nueva burocracia imperial nacida del ejército, hasta que el emperador Aureliano excluyó a los senadores de los puestos militares.
En el Bajo Imperio, el Senado de Roma fue duplicado con otro igual a él creado por Constantino I en la nueva capital, Constantinopla (Estambul, Turquía), y se conviertió en un simple club de notables.
El senado romano desapareció en los turbulentos años del siglo VI en los que las tropas del rey ostrogodo Totila luchaban a la deseperada contra las tropas de imperiales de Justiniano, dirigidas por Belisario, mientras que en el resto de los reinos bárbaros nacidos de la ruina de Roma, los senadores fueron fundiéndose progresivamente con la nobleza germánica dirigente.
En las ciudades sometidas por la Antigua Roma se establecía un Consejo de Cien Ancianos (Centumviri), cada uno de los cuales era el cabeza de diez casas (diez casas = una gens), de donde surge la denominación.
Constitución Republicana
Término acuñado por la historiografía para referirse a los poderes del Estado en la Antigua Roma.
La constitución del Estado romano descansa en el equilibrio producido entre sus tres elementos esenciales: la potestad de los magistrados, la auctoritas del Senado y la Maiesta del pueblo.
· Potestad, puede ser definida como la fuerza socialmente reconocida. En este caso el pueblo, reconoce en su maiestad, el poder de gobernar de los magistrados. En el caso exclusivo del poder socialmente reconocido de los magistrados para mandar ejércitos es llamado imperum. Cuando nos referimos al poder socialmente reconocido, debemos de destacar que el pueblo, en su maiestad, es el que ha cedido dichos poderes a través de las elecciones (democracia representativa).
· Auctoritas, puede ser definido como el saber socialmente reconocido de ciertos individuos (inicialmente el Senado, luego el Emperador), para gobernar. Mientras que la potestad es una capacidad legal para imponer la voluntad de quien la ostenta, la auctoritas representa la legitimidad moral para hacer valer esa voluntad.
· Maiestad, puede ser definida como la dignidad reconocida del pueblo romano, demostrada a través de las elecciones, donde entrega la potestas y la auctoritas a ciertas personas.
Cursus honorum
Instituciones y normas:
Asambleas romanas
Senado romano
Constitución Republicana
Derecho Romano
Cursus honorum
Colegiatura
El Cursus honorum fue una institución de la República Romana (aunque nominalmente siguió existiendo durante el imperio), que servía para escalar puestos en la jerarquía y funcionariado romano.
Constaba de siete fases:
Vigintisexvirato: 26 cargos menores, encargados de atender algunas funciones importantes para la República, como la emisión de moneda o la limpieza de la ciudad.
Cuestura: Tesorero, encargado de las finanzas y de pagar a los ejércitos.
Tribunado: Estar al mando de un ejército o tribuno de la plebe.
Edilidad: Administración municipal (alcalde).
Pretura: Administración de justicia, ejercen de cónsules en su ausencia.
Consulado: Jefes del estado (había dos cónsules), encargados de política exterior y de comandar los ejércitos en batalla.
Censura: Magistrados (eran dos) elegidos cada cinco años de entre los senadores que habían desempeñado el consulado, aunque sólo ejercían los primeros 18 meses, encardados de revisar la lista de ciudadanos y senadores y de controlar las cuentas del estado, promoviendo nuevos proyectos de obras públicas, como templos, acueductos o calzadas. Al terminar sus 18 meses efectivos de mando realizaban una ceremonia pública de purificación de la Vrbe, llamana lustrum.
El noble romano que quisiera destacar, debía empezar por el rango más bajo y cubrir todos los peldaños hasta llegar a cónsul, y por último a censor y a princeps senatus. Todo esto cambió mucho a lo largo de los años (reforma importante llevada a cabo por los Gracos), en el imperio pasó a ser una carrera funcionarial, ya que el poder político y militar estaba solamente en manos del emperador.
En época imperial, el primer paso fue sustituido por el vigintivirato y se añadió la obligación de pasar por un mando militar en una legión como Tribuno Laticlavio, mientras que la censura desaparecía.
También en época imperial, se creó un cursus honorum para los caballeros o miembros del ordo equester.
Colegiatura
Principio de funcionamiento de las magistraturas romanas ordinaras -todas excepto el Dictador-, por el cual debían ser desempeñadas por un número par de magistrados de iguales poderes, y que siempre debían ser como mínimo dos. Esto obligaba a los magistrados a actuar colegiadamente y de acuerdo, ya que uno podía vetar las decisiones del otro o de los otros. Así, existían dos censores, dos cónsules, de dos a catorce pretores, dos ediles curules, dos ediles, de dos a veinticuatro cuestores, y de dos a ocho tribunos de la plebe.

No hay comentarios: